El sector del porcino de capa blanca lleva muchos años trabajando por garantizar el bienestar de los cerdos en sus explotaciones, en el transporte y en el sacrificio. A pesar de ello, hay dos razones por las que, con carácter general, la imagen que tiene la sociedad española es la de un sector que no se preocupa por este asunto. Por un lado, efectivamente hay algunos descerebrados que se saltan la normativa y no aplican la premisa básica de tratar con mimo el producto base de su negocio; más allá de entrar a valorar la sensibilidad que puedan o no tener por los animales. Son excepciones, sin duda, al igual que también existen en el resto de los sectores productivos y de servicios.
La segunda razón es quizás más importante, y no es otra que la actitud tremendamente hostil y sensacionalistas de grupos animalistas que, más allá de defender el adecuado manejo de los animales de granja, buscan que desaparezca la cría en intensivo. Una actitud a la que dan cobertura algunos profesionales de la comunicación, ávidos de audiencias que necesitan temas de alto valor mediático; y este, sin duda lo es.
Para proteger el bienestar animal, para defender la reputación del sector y para aportar un nuevo valor al consumidor, la Interprofesional del Porcino de Capa Blanca (Interporc) ha creado el sello 'Bienestar animal certificado', que podrá exhibir toda carne fresca o elaborada proveniente del cerdo de capa blanca que cumpla con el Reglamento Técnico de Bienestar Animal y Bioseguridad desarrollado por el propio sector; y que posiblemente sea el más estricto de toda la Unión Europea. Con él se garantizarán altos estándares ambientales, de manejo, sanidad, comportamiento, formación y trazabilidad, entre otros; todos ellos amparados por un comité científico.
Este reglamento se basa en el cumplimiento de los cinco principios establecidos por la Organización Mundial de Sanidad Animal: animales que no pasen hambre, sed y desnutrición; que no sufran miedos ni angustias; sin incomodidad física o térmica; sin dolor, lesiones o enfermedades; y que puedan expresar las pautas propias de comportamiento de su especie. Para ello es necesario que se cumplan ocho áreas de control: alimentación, limpieza y desinfección, alojamiento, salud, comportamiento, manejo, control de las granjas y animales, control en el centro de sacrificio y en el resto de las fases del proceso productivo (gestación, cría, engorde, transporte).
Lo importante es que el consumidor conozca este sello y así mejore su confianza en el sector. Para ello es imprescindible que exista un sistema de certificación y control independiente que garantice el estricto cumplimiento de las normas. En este sentido, tanto el propio sistema como las empresas certificadoras estarán acreditadas por la Entidad Nacional de Acreditación (ENAC), lo que le dará máxima objetividad y transparencia.
Pero no es una iniciativa aislada. En otros países también se trabaja en modelos similares que, de forma coordinada pero independiente se han puesto o se están poniendo en marcha, como es el caso de Alemania, Dinamarca, Holanda, Italia, Francia, etc. El referencial español es mucho más operativo y claro que los de categorización por niveles, ya que se cumple o no se cumple con unos requisitos estrictos, sin dejar espacio para la interpretación subjetiva que suponen los colores o sistemas de identificación similares. Al tratarse de un sistema voluntario, siempre quedará la duda de si la explotación o empresa que no lleva este distintivo es que no lo cumple o que no ha entrado en el proceso. En todo caso, una discriminación en positivo para aquellos que lo han obtenido que presionará al resto a trabajar por conseguirlo.
El consumidor ya puede comprar calidad, salud y, antes de que finalice el verano, también bienestar animal. Un gran paso de un sector que quiere ser cada vez más social.