El toro modificado genéticamente ha tenido seis descendientes sanos y sin cuernos, pero cuatro presentan genes bacterianos en su genoma, por lo que no son aptos para el consumo
En las granjas lecheras, los cuernos no están bien vistos. Los animales pueden dañarse entre sí en los establos o a los trabajadores, y mostrar más comportamientos agresivos. Para evitarlo, muchos animales están obligados a soportar el descornado, la quema de las protuberancias óseas que empiezan a brotar con la aplicación de un hierro incandescente. El proceso es doloroso y tiene implicaciones en el bienestar de los bóvidos. Hace tres años, una compañía estadounidense llamada Recombinetics recurrió a la edición genética para encontrar una solución. Y lo consiguió, pero se llevó una desagradable sorpresa. Una sorpresa que se hereda.
Los investigadores emplearon una técnica parecida al CRISPR llamada TALEN que introducía material genético de la raza Angus, negra y sin cuernos, en el ADN de la lechera Holstein (frisona), con cuernos y blanca con manchas negras. Los becerros Buri y Spotigy nacieron en 2015, sin cuernos y con sus pintorescas manchas.
El supuesto éxito se empañó pronto cuando científicos de la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. (FDA) analizaron el genoma de Buri y descubrieron que contenía por error un fragmento de ADN bacteriano que incluía un gen resistente a los antibióticos. Es decir, el animal era transgénico, llevaba el ADN de una especie diferente, y no podía ser consumido. Recombinetics reconoció que ese cambio no había sido intencionado. Los resultados parecían indicar que la edición genética todavía tenía mucho que pulir.
Durante los últimos dos años, investigadores de la Universidad de California, Davis, han estado estudiando a los seis descendientes de Buri. Los resultados, publicados en la revista «Nature Biotechnology», revelan que es posible producir terneros sanos sin cuernos. El análisis de sangre y los exámenes físicos de las pantorrillas así lo indicaban, una buena noticia.
Cambios inesperados Los investigadores secuenciaron los genomas de los terneros y sus padres y analizaron los resultados en busca de cambios inesperados. Querían saber si la inserción involuntaria de ADN de la bacteria aparecía también en la siguiente generación.
«Nuestro estudio encontró que dos terneros heredaron el alelo natural sin cuernos mientras que cuatro terneros heredaron un fragmento de ADN bacteriano, conocido como plásmido», señala Alison Van Eenennaam, del Departamento de Ciencia Animal de UC Davis. Según la investigadora, el plásmido no daña a los animales, pero técnicamente convirtió al animal con el genoma editado en un organismo transgénico.
Sin embargo, los investigadores creen que la integración del plásmido puede abordarse mediante el cribado y la selección, en este caso, seleccionando los dos terneros que heredaron solo el alelo natural.
«Hemos demostrado que se pueden producir terneros sanos sin cuernos con solo la edición deseada, y proporcionamos datos para ayudar a informar el proceso para evaluar animales editados con genoma», dice Van Eenennaam. «Nuestros datos indican la necesidad de detectar la integración de plásmidos cuando se usan en el proceso de edición».
Los científicos no observaron ninguna otra alteración genómica no intencionada en los terneros, y todos los animales permanecieron con buena salud durante el período de estudio. Eso sí, ni el toro ni los terneros ingresaron al suministro de alimentos según las pautas de la FDA para el ganado con genoma editado.
Pero las técnicas han cambiado. «Desde el trabajo original en 2013, iniciado por la compañía Recombinetics, se han desarrollado nuevos métodos que ya no utilizan el plásmido de donante u otra secuencia de ADN extraña para provocar la introgresión del alelo sin cuernos», explica la investigadora, lo que eliminaría el peligro de crear un ser transgénico.