Joan Mir: "La subida de la luz, el cartón y el plástico elevará el precio de los alimentos"
Director general de Anecoop
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Joan Mir Piqueras (Mislata, 1958), economista, lleva toda una vida viajando, sobre todo por Europa. Vinculado al sector cooperativo desde hace tres décadas, empezó su trayectoria profesional en Grupo Iber y en Promociones de la Comunitat Valenciana (Procova), el actual Ivace . En 2009 tomó las riendas de Anecoop, el mayor grupo exportador de frutas y hortalizas de España, con filiales en Francia, Polonia, República Checa, EE UU, China y Reino Unido. La cooperativa valenciana de segundo grado agrupa a 72 sociedades. Es operador mundial de referencia en cítricos, sandías y caquis. Factura 770 millones de euros y sigue en proceso de expansión. Ha absorbido firmas en Andalucía, Murcia y Cataluña. Según Alianza Cooperativa Internacional, Anecoop ocupa el puesto 299º en el «ranking» mundial del sector. Este año prevé crecer un 5% en ventas respecto al anterior. Mir advierte de que la industria agroalimentaria tiene un papel clave en el proceso de recuperación, pero se encuentra en una encrucijada por el repunte de la inflación, los costes energéticos y los elevados costes de las materias primas.
El Consejo de Ministros aprobó recientemente el anteproyecto de ley para combatir el desperdicio alimentario, que obligará a las tiendas a fomentar la venta de productos «feos, imperfectos o poco estéticos». ¿Piensa que eso funcionará?
La sostenibilidad, debido al cambio climático, debe tenerse en cuenta cada vez más y todas las empresas y la sociedad tienen que evitar el desperdicio alimentario, que es grande en toda Europa. Ahora bien, hacer dos categorías de alimentos -los buenos y los de menor calidad- puede distorsionar el mercado porque los de menos calidad podrían empujar a la baja los precios de los productos mejores. Por tanto, hacer dos categorías es peligroso. Inglaterra lo hizo hace dos años y no se incrementó el consumo.
¿Qué hacer entonces?
Debemos aprovechar la producción en origen para destinarla, por ejemplo, a usos industriales y no sólo a la venta en fresco. En Anecoop participamos en la fábrica de zumos y gajos de mandarina Agriconsa. Es una manera de hacer rentables los excedentes citrícolas que no se venden en fresco. Y, por supuesto, los bancos de alimentos son muy útiles para luchar contra los desperdicios. Nosotros donamos algo más de 330 toneladas de frutas y hortalizas cada año. Eso son salidas útiles para evitar que se tire tanta comida a la basura.
El campo español mira a las grandes cooperativas de Países Bajos o Alemania para solucionar su crisis de precios.
Allí, cuatro cooperativas facturan como las 3.500 españolas juntas. Ninguna de aquí está entre las primeras 50 europeas. Estamos a años luz de esos gigantes del sector hortofrutícola de Europa. España necesita reducir su número de cooperativas para tener un cierto protagonismo en el mercado. También avanzar en gestión y reducir costes. ¡ Y defender los precios de sus agricultores ! Eso sí que es importante. En procesos de concentración se ha avanzado poco a lo largo de estos últimos veinte años debido a los localismos e individualísimos de algunas cooperativas. En mi opinión, deberíamos superar esos frenos ya que la integración y la gestión en común son claves para reducir costes.
¿Cómo se pueden superar esas reticencias e impulsar planes de concentración en el campo?
Estamos lejos de llegar al nivel de cooperativas como las de Países Bajos, Dinamarca, Alemania o incluso, Irlanda. Arla Foods hace los derivados de la leche en casi toda Europa. Danish Crown es otro gigante. Para crecer hay que ser innovadores y estar a la altura de lo que pide la distribución y los consumidores: satisfacción. Por eso la dimensión te ofrece medios, tecnología y base productiva. En el mundo en el que vivimos las cooperativas tienen que adaptarse a lo que pide la sociedad. Una cooperativa pequeña no puede programar una campaña de cítricos a una cadena de supermercados de Europa. No deben convertirse en 'reducto galos' como el de Astérix y Obélix.
Los dirigentes de las cooperativas españolas dicen que «tenemos que convertirnos en atractivos para las nuevas formas de producción. Tendremos que cambiar en la manera en la que participan los socios en las cooperativas». ¿Comparte esa idea?
No somos antiguos. Hasta 2008 había una ola de liberalismo económico en los países occidentales, cuyo modelo apostaba por la especulación y las inversiones inmobiliarias. Se fue al traste. Las cooperativas apuestan por la idea de compartir valores y generar un crecimiento sostenible. Apostar por los recursos humanos y la solidaridad. Luchamos contra la despoblación. Eso son valores. Nuestro lema es 'ofrecer raciones de vida para el campo'.
La Ley de la Cadena Alimentaria pasa en la actualidad su fase de tramitación en el Senado y aboga por los 'precios justos' en origen, una histórica reivindicación de los agricultores. ¿Será una realidad?
El futuro pasa por defender los derechos de los productores garantizando rentas óptimas, sostenibilidad y flexibilidad en todos los eslabones de la cadena agroalimentaria. Es complicado, pero hay que intentarlo.
El veto de Rusia a los alimentos de la UE por el conflicto de Crimea se prolonga ya más de seis años. ¿Cómo superan la pérdida de ese mercado?
Eso representa más competencia en Europa porque todas las empresas buscamos mercados alternativos al de Rusia en el viejo continente. Eso no es fácil. En nuestro caso estamos llegando a Bielorrusia o Ucrania aunque la cifra de negocio en esos países todavía es reducida. La prohibición ha hecho mucho daño a los cítricos y a la fruta de verano, entre otros productos.
Los acuerdos comerciales de Bruselas con Sudáfrica y Marruecos afectan de lleno a los productores mediterráneos. Esos países llenan cada vez más las despensas de los europeos de naranjas o tomates.
Que exista competencia no es malo. Lo que reclamamos, desde hace muchos años, por cierto, es que la Comisión Europea cumpla con los controles fitosanitarios. La entrada de plagas foráneas está haciendo mucho daño al negocio agroalimentario. Si a nosotros nos obligan a exportar naranjas en contenedores refrigerados (cold treatment, por su terminología en inglés), ¿por qué no a los sudafricanos? Necesitamos lobbies grandes en Bruselas que defiendan los intereses de todo el sector alimentario español. Las cooperativas agroalimentarias de España tenemos oficina allí. Probablemente, necesitaríamos un lobby mayor. Allí está el poder y es donde se legisla. Nos falta protagonismo.
Los supermercados británicos, tras el brexit, están desabastecidos. ¿Temen perder ese negocio?
Gran Bretaña es nuestro séptimo mercado en ventas. El mercado británico, quizás por las trabas burocráticas, será aprovechado por empresas de fuera de la Unión Europea para introducir frutas y hortalizas. Si los 'súper' del Reino Unido se quedan desabastecidos es a veces por falta de mano de obra en la cadena logística y en el transporte de mercancías. Las cadenas británicas también tienen problemas para programar sus campañas.
España acaba de pacta r con EE UU el fin de la amenaza arancelaria a cambio de quitar la tasa Google antes de 2024. ¿Mejorará eso las relaciones agrarias?
Afectará más a productos como el calzado. Hace una década perdimos ese mercado para nuestras mandarinas por 'supuestos' controles fitosa nitarios. Allí exportábamos unas 100.000 toneladas y por una falsa alarma de plagas lo perdimos. La razón era que los citricultores de California estaban plantando mandarinas y temían a un competidor como España. Aumentaron los costes y las trabas. La manera de romper el proteccionismo es implantarse allí con empresas importadoras en otro tipo de productos. Se ha mejorado algo en vinos y se han relajado los aranceles. Allí hemos constituido Wine Corporation, una sociedad de Anecoop con La Viña y Cheste, para vender. En EE UU es muy difícil importar y distribuir alcohol.
La energía dispara los costes de producción. ¿Preocupa ?
Mucho. Los costes del sector alimentario se disparan por el precio de la luz y del gas. Eso puede elevar los precios de los alimentos. Las cámaras frigoríficas dependen de la electricidad y eso se nota en la factura eléctrica de las cooperativas. Además, los costes de las materias primas también están por las nubes. En lo que va de año el cartón vale un 32 % más. Además, los envases de madera nos cuestan un 17 % más y las cestas de plástico, un 20 % por encima del año pasado. La escasez de materias primas provoca que el precio de los palets sean un 30 % superiores. La inflación crece de manera desbocada y el campo lo sufre de lleno. Sobre todo los agricultores. ¿Quién absorberá esos costes? Además, se puede producir un problemas de abastecimiento.
Las 'food tech' no paran de innovar y de hablar de nuevas tendencias . El mercado de los superalimentos, ¿tendrá cada vez más negocio?
Ayudan a prevenir enfermedades, pero las personas no pueden vivir sólo de ellos. Son complementos. Hacen falta más cosas. Hay que romper tópicos y tener una dieta equilibrada.
El futuro del negocio, entonces, ¿pasa por los platos preparados, alimentos de IV y V gama: hortalizas, verduras o frutas listas para comer?
La pandemia redujo su consumo y ahora se recupera por el aumento de la presencialidad en el mundo del trabajo y la mayor actividad del negocio de los hoteles, cafeterías y restaurantes. Grupo Anecoop cuenta con dos sociedades, Huercasa y Janus, que trabajan de lleno los productos de IV y V gama. Claro que tienen futuro.
¿Qué planes de expansión tiene Anecoop para los próximos años?
Crecer en Gran Bretaña y en el Este de Europa. En vino podemos expandirnos todavía más en España, Rusia, Japón, China e Italia. Hace tres décadas vendíamos a granel y hoy solo representa un 25% de nuestra facturación. Las inversiones en I+D+i están dando sus frutos en el vino embotellado. Hace algún tiempo el famoso gurú Robert Parker afirmó que «en 2015 el vino hablaría español en todo el mundo». Nosotros lo estamos viendo.
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