Alicia Hernández es presidenta de la Sectorial del Aceite de Aragón y la única mujer en Aragón que preside este tipo de organismos
Ana Esteban
Alicia Hernández es la presidenta de la Sectorial del Aceite de Aragón. H. A. Alicia Hernández es la presidenta de la Sectorial del Aceite de Aragón. H. A.
Hace cinco meses, Alicia Hernández , gerente de la cooperativa de aceite San Clemente de La Muela desde hace una década, tomó una de las decisiones laborales más importantes de su vida, presidir la Sectorial del Aceite de Cooperativas Agroalimentarias de Aragón y convertirse en altavoz para reivindicar las necesidades de un sector que, año tras año, ve cómo empeoran sus condiciones por muchos factores, externos e internos.
Con su nombramiento, Alicia Hernández se convirtió en la única mujer en Aragón que preside este tipo de organismos, pero esta circunstancia, lejos de desanimarla, la motiva todavía más. « El reto de la sectorial es poner en valor el aceite de nuestra Comunidad y conseguir que su producción sea rentable para los agricultores en unos tiempos tan convulsos», matiza mientras recuerda desilusionada que la primera licitación del almacenamiento privado de aceite de oliva autorizado por el Comité de Gestión de Mercados de la Comisión Europea no ha conseguido reactivar los precios en origen ni reequilibrar el mercado oleícola en España.
Potencial aragonés Pero lejos de desanimarse, Alicia Hernández, desde su recién estrenado cargo sigue trabajando por y para las 1 04 almazaras aragonesas repartidas por las tres provincias, que cuentan con alrededor de 44.857 hectáreas que producen 11.500 toneladas de aceite de oliva, según los últimos datos de los que hay registro.
«La sociedad en general no es consciente de las necesidades de los productores de oliva aragoneses, que trabajan casi todo en secano. Esto hace que suframos las consecuencias de la vecería , un fenómeno que provoca que un año los árboles den una gran producción de frutos y al año siguiente apenas produzcan. Esta circunstancia les obliga a administrar la cosecha con mucha cautela, porque tienen que vivir dos años de lo que recojan de la buena cosecha. Además , las ayudas que se reciben son insuficientes, en muchos casos, para abarcar los gastos que genera el mantenimiento de una explotación de estas características», indica.
Ella conoce esta realidad de primera mano, ya que está en contacto directo, con los 150 socios de la cooperativa, de los cuales, solo una veintena de ellos viven del campo. «Hay que intentar darle la vuelta a la situación para que la gente trabaje el campo y se quede a vivir en los pueblos. Hay que apostar por el medio rural y asentar población. Mientras las mujeres estemos en los pueblos, habrá vida en ellos, y seguirán creciendo niños y con ellos se mantendrán los servicios», indica mientras recuerda con añoranza los veranos que ha pasado y pasa en la localidad natal de sus abuelos maternos, Terriente, un pequeño pueblo de la serranía de Albarracín, donde aprendió a querer el campo y a respetar a los que trabajan en él.