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«No quiero que me indemnicen, sólo que no me maten a mi ganado»

03/11/2021
En: abc.es
Digital
El lobo y el humano están condenados a entenderse. La presencia del cánido en los montes españoles ha sido irregular siempre en una eterna guerra por la supervivencia con los habitantes del medio rural. El trabajo de conservación ha dado sus frutos y su práctica desaparición se ha revertido. Hasta 1970, su presencia se había reducido a una pequeña mancha de terreno al noroeste del Duero. Entre 2012 a 2013, en el último censo, se localizó a 2.600 ejemplares, de ellos 1.600 se encontraban afincados en Castilla y León y se agrupaban en 179 manadas. Al crecer la población también han crecido las 'lobadas' y con ellos los daños a la ganadería. Los que tienen esta forma de vida ven a la reciente inclusión del cánido en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (Lespre) como un ataque y aseguran, sobre las compensaciones anunciadas, que «no todo es el dinero» y resumen su sentir en que «no quiero que me indemnicen, solo que no me maten a mi ganado». El Duero es la frontera que separa la mayor población de lobos y fija su extensión. Al norte, en Castilla y León, están 152 manadas, mientras que al sur se localizan 27. Con la orden ministerial se prohibe la caza de esta especie en la franja superior, lo que ha llevado a las autonomías loberas a recurrir la medida ante la Audiencia Nacional. Y aquí viene una paradoja, que tanto la Junta, como las organizaciones agrarias han señalado. En la parte norte, que hasta ahora no gozaba de protección, el 75% de los cánidos provoca uno de cada cuatro ataques, mientras que al sur, donde ya es una especie protegida, ocurre al contrario: el 25% produce las tres cuartas partes de asaltos. En 2020 se comunicaron 2.578 ataques con 3.685 cabezas de ganado muertas , lo que se traduce en indemnizaciones por valor de 1,28 millones. Estos datos no reflejan la realidad, como indican ganaderos de la Montaña Palentina. En su provincia, en 2020, se contaron 56 ataques de lobo a sus animales; una cifra que tira a la baja puesto que, como afirman, hay casos en los que no quedan restos que encontrar o el estado en el que están, a ojos de la administración, no se debe a un ataque del cánido . La decisión del Ministerio para la Transición Ecológica no ha caído bien en esta zona y los ganaderos acusan de abandono a las administraciones . Hay reticencia para hablar con la prensa, pero al final se abren a contar su experiencia con el lobo. Una de estas voces atiende a ABC con la condición de que no aparezca su nombre. Relata que lleva 30 años con 80 yeguas y 160 vacas al norte de Palencia, como ya lo hiciera su padre y abuelo. Explica cómo este verano se ha tenido que ir con su marido al monte para evitar los ataques de los lobos. «Se les oía aullar de un lado a otro», asevera. La mujer lamenta su suerte y asegura que, aunque pudiera evitar esa noche la incursión, el cánido tiene que comer, y que si no es a ella, le irán al vecino. En los últimos meses el lobo ha matado a una de sus potrillas que, según comenta, iba a dejar para ser madre. De la ilusión por ver medrar el fruto de su trabajo a la desolación por cómo se pierde todo en un abrir y cerrar de ojos. «No hay dinero que pague una pérdida. Nadie nos comprende». Solo piden «empatía»: no únicamente por una cuestión económica, sino por una forma de vida que ven extinguirse sin que a casi nadie le importe. O así lo creen ellos. «Joven y ganadero». Así se define José Ángel de Cossío Díez. Ligado desde los 16 años a este mundo, como también sus padres, de quienes heredó la vocación. Ahora tiene 36. Él también tiene yeguas y vacas en la Montaña Palentina, en Lores. En este 2021, el lobo ya ha matado nueve de sus potros. Echando la vista atrás, le causó 26 bajas hace dos años y tres, el pasado. En el presente, la situación ha ido a peor puesto que «ya no encuentras los daños. No encuentras nada». Y si no hay cuerpo, no hay delito , y por tanto, no ven indemnización alguna, algo que denuncian estos ganaderos, al igual que las cantidades que se pagan. El lobo ataca, comenta De Cossío, hasta los rebaños trashumantes, como el que ha pasado por estos valles hace unos días. 1.300 ovejas vigiladas por cuatro personas con mastines y que aún así han visto cómo al menos 22 han aparecido con mordidas y suman ya 11 bajas. «Cada vez vamos a peor». La frase la repiten cada uno de los ganaderos de extensivo al norte y al sur del Duero. Precisamente, en Ávila, provincia en la que mayor cantidad de ataques y bajas se producen, Ernesto del Peso tiene que bregar con las durezas de su trabajo y las consecuencias del incendio forestal que este verano asoló la Sierra de la Paramera. En su caso, afirma que «en un plazo de un mes» han tenido dos muertes. La primera «el día que empezó el incendio», cuando «nos mató a una ternera con un mes y medio» y recientemente a «una recién nacida. No tendría ni seis o siete horas. No sé ni siquiera si llegó a ponerse de pie», lamenta. Las dudas y las incertidumbres de si merece la pena seguir atenazan al ganadero tras sufrir pérdidas. En el caso de Del Peso, el mismo día de la última lobada, el 21 de septiembre, se planteaba con su mujer el futuro de la explotación que llevan. «Hay días que te dan ganas de no levantarte de la cama porque dices: a ver qué me voy a encontrar hoy... El fuego que nos ha dejado sin pastos, nos ha dejado sin agua, los precios que tienen los cereales este año, que están por las nubes, ahora los ataques de los lobos. Hay días que no sabes si seguir adelante o mandarlo todo a 'tomar por el culo' y dedicarte a otra cosa». Si aguantan es por vocación, reconocen los entrevistados. Como si se conociesen, todos opinan que «las ayudas no son suficientes». El abulense va más allá: «Yo no quiero que me indemnicen, yo quiero que no me maten mi ganado. Nosotros no les hacemos nada a los lobos, son los lobos los que te matan al ganado y no es que te maten, es que luego esas vacas están estresadas, muchas se despeñan. El sufrimiento que tienen estos animales es... inexplicable. El otro día lloraba con mi mujer y te destrozan porque nosotros, ante todo, tenemos el ganado porque nos gusta». En Zamora, también al sur del Duero, en la comarca de Sayago, han visto el avance del lobo de forma que llevan 15 años registrando ataques aunque desde hace «seis o siete» las lobadas se han incrementando, como asegura Dolores Martín, ganadera en Cabañas de Sayago. A ella también le desaparecen los terneros: «Sabes que ha parido una vaca porque las has visto parir y les has puesto el pendiente, pero muchas veces llegas y ni encuentras al ternero. Y de esos, muchísimos». Los ganaderos piden que se les escuche y se les tenga en cuenta en la gestión del cánido porque, como dice Martín: «Cuando no te toca a ti, le toca al de enfrente».
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