Siendo un niño limpiaba las cubas del vino familiar. Sesenta años después, ha llevado a la Ribera del Duero y a la bodega Cepa21 a decenas de países de todo el mundo No es exagerado decir que José Moro (Pesquera de Duero, 1959) lleva toda su existencia vinculado al mundo del vino. Su primer recuerdo relacionado con él es con apenas unos años de vida. "Estoy metido en una cuba, limpiándola", dice echando la mirada atrás. El recipiente era muy grande, "pero el agujero que tenían era muy pequeño, y sólo cabía un niño para entrar a limpiarla". Y ese chiquillo, de la Ribera del Duero, era José Moro, hijo y nieto de viticultor. Antes de estar al frente de la bodega familiar y colocarla como un referente de la Denominación de Origen , Moro no era muy partidario de pisar el viñedo. Rebeldía juvenil, quizá, pero el terruño pudo más. El punto de inflexión fue "cuando la Ribera del Duero se convirtió en D.O.", explica. "Despertó una revolución en el panorama vitivinícola". Y él quería ser parte de ese cambio que se inició en los años 80. Desde entonces, Moro lleva el nombre de la Ribera del Duero, y de su pueblo, por todo el mundo. Primero, al frente de la bodega familiar y, después, con Cepa21 , su proyecto "más personal" e innovador. Esta marca nació hace 21 años con la idea de hacer algo "fresco y diferente", en el que las vides tuvieran una "orientación norte". El proyecto "comenzó a soñarse en 1998 y dio su primera cosecha en 2002". Las viñas procedían de un clon de la variedad tempranillo . Esas primeras botellas contenían un caldo "robusto, que casi se podía cortar con cuchillo y tenedor", explica Moro. Dos décadas después, ese bebé ha madurado , ha cogido "templanza" y se ha convertido en un hombre más "fino y elegante" gracias a las raíces, que se han hundido profundamente en la tierra. Entre medias, aplica esa mezcla de tradición y modernidad , mejorando los procesos sin perder de vista que tiene entre manos el fruto de la tierra y de 365 días de trabajo. La aplicación de tecnología y datos le ha valido para ser el primer bodeguero en entrar en la Lista Forbes de los 100 empresarios más innovadores . "Es bonito que el vino sienta apego a la tradición, pero no hay que olvidar que las innovaciones trae cosas buenas", añade. Esa fusión la plasma en la botella, donde traslada "ese mundo pasional que es el vino" y esos recuerdos que le trae el olor de la uva o la fermentación del mosto. Pero desde un mayor conocimiento . "Cuanto más conocimiento, menos intervención; y cuanto menos intervención, más respeto al vino", resume. Hasta llegar a 2023, José Moro se ha pateado medio mundo vendiendo las bondades de sus etiquetas, con el traje puesto pero sin olvidar las botas para patear el campo. "La crisis de 2008 nos hizo salir y llegamos a un mercado que tenía la tarta ya repartida", explica sobre la dificultad a la hora de exportar. Sólo la pasión con la que transmiten los bodegueros su amor por el vino ha conseguido salvar ese hándicap. Sesenta años después de aquellos días en los que su madre le daba de merendar "pan, vino y azúcar", José Moro no puede vivir sin pisar la Ribera de Duero . Puede pasar semanas fuera, pero él "siempre la lleva en el alma" con la esperanza de "poner una gota de vino para crear riqueza" en su tierra.