La sobreabundancia de jabalís en Aragón, particularmente en el Pirineo oscense, no es solo un quebradero de cabeza para los conductores sino también para el campo. Lleva años siéndolo para la agricultura, y ahora amenaza con serlo para la ganadería. De hecho, el estudio de medidas especiales que anunció esta semana el Gobierno de Aragón venía motivado por la amenaza europea de contagio de enfermedades como la peste porcina. Aunque la alarma en este sentido esté todavía lejos geográficamente, más bien en la frontera de Francia y Bélgica, afirmó el consejero Joaquín Olona.
Pese a ello, los ganaderos no se fían. «La peste acabará llegando, porque es una barbaridad la de jabalís que hay. En Andalucía ya se han cruzado con el cerdo vietnamita, que es muy prolífico, y está descontrolado. En la República Checa intervino hasta el Ejército para diezmarlos», afirma José Joaquín Escartín, representante de la Unión de Agricultores y Ganaderos de Aragón (UAGA) en el Sobrarbe, una de las zonas más afectadas por esta especie.
Escartín recuerda las múltiples afecciones que sufre el gremio, y los que no son del mismo, por la abundancia de estos animales. No solo los accidentes, que también -«vaya a Aínsa a ver si encuentra algún taller que no tenga un coche averiado por un jabalí»-, sino en la agricultura. Sobre todo en esta.
«En los cultivos no sabemos ni qué hacer», afirma Escartín. «Ya cambiamos de especies, por ejemplo trigos con más espina, que sacabas menos rendimiento al cosechar pero los evitaban. Pero al final todos plantan lo mismo y comen igual», añade.
Pero el problema no es solo el consumo de cosechas, sino los destrozos. «Corzo también hay mucho, pero por lo menos solo come. El jabalí hace agujeros y destroza todo, levanta piedras que luego te destrozan la cocechadora o la empacadora, y son 2.000 o 3.000 euros la reparación», desarrollaba el representante del sindicato agrícola.
«Por lo menos aquí se han puesto las pilas los forestales y la Guardia Civil con los permisos, no hay tanto problema de limitación de caza, pero es una solución limitada. Matas uno y es casi simbólico, porque son muy listos y a los 20 minutos ya están otra vez comiendo en el mismo campo», lamenta.
Veda abierta
Por el lado de la caza no hay mucho más que hacer. Así se desprende de las explicaciones del presidente de la federación aragonesa, Fernando Tello, quien detalla cómo se han ido ampliando las medidas ante el auge de la especie. En cualquier caso, le quita alarmismo a la situación. «Hablar de plaga es exagerado, lo que hay es una superpoblación porque, con el cambio climático, se han reproducido más y han colonizado los maizales y otras zonas que, con más comida, han aumentado sus posibilidades de reproducción», explica.
Desde el año pasado, ya por los daños a la agricultura y no por la amenaza de peste porcina, se ha permitido la caza a la espera (estar en el puesto hasta que aparece el animal para dispararle, por contraposición a, por ejemplo, una batida con perros), incluso con luz artificial, lo que «evita el sufrimiento de los animales» al aumentar la posibilidad de un tiro limpio.
Esta medida, junto a la apertura anticipada de la temporada o la agilización de permisos (basta con comunicarlo al servicio provincial de caza a través de la OCA y a la Guardia Civil, y se obtiene el permiso en 24 horas), han permitido aumentar el número de piezas cobradas hasta las 64.000 del año pasado, cuando nunca se había pasado de 40.000.
«En muchas de estas medidas Aragón es pionera, y ahora otras comunidades quieren imitarnos», explica Tello. El Ministerio de Medio Ambiente busca una con las comunidades una estrategia para atajar un problema a nivel general.