Héctor Carrió, ingeniero agrónomo de 44 años, volvió hace seis años a Pedreguer después de estudiar y trabajar unos años en Cataluña. Se hizo cargo de las parcelas de olivos que su padre había recuperado en una casa-refugio de montaña en la comarca de la Marina Alta. Rodó mucho por la geografía catalana y vio muchos proyectos agroecológicos excelentes: vino, aceite, cárnicas, mermeladas. Así que, además de montar una consultoría, creó Tossut dels Pouets, una explotación a 400 metros de altitud en el secano de Pedreguer totalmente ecológica. Desde entonces se dedica a la producción de aceite orgánico, a la que ha añadido la de vino. Y en eso está. Ahora en su finca, desde la que se ve El Montgó, el mar y hasta Ibiza en los días claros, todo está pensado en términos de sostenibilidad: su explotación se alimenta de placas fotovoltaicas, recoge el agua de lluvia que reaprovecha para los meses más secos, utiliza su rebaño de ovejas como desbrozadora natural, y ha montado un hotel de insectos que son depredadores naturales contra la mosca del olivo. "Es un proyecto contracorriente que me hacía ilusión sacar adelante. Cuando todo el mundo tenía naranjos, mi padre plantó olivos y ahí siguen", explica. Este productor alicantino es uno de los cientos de productores certificados por el Comité de Agricultura Ecológica de la Comunitat Valenciana (CAECV), un sector que ha multiplicado, con el apoyo del anterior gobierno del Botànic, su facturación durante los últimos siete años hasta los 724 millones de euros en 2022. Tossut toma el nombre de un burro que pasta por la explotación y es emblema de la empresa. "Es un proyecto muy bonito porque tiene como filosofía mantener el patrimonio agrario de una manera sostenible en todos los ámbitos: no solo medioambiental sino el económico también", añade Carrió. Su explotación no es muy grande, tiene algo más de cinco hectáreas pero en producción son 3,6 de olivos y viñas. Son cultivos de secano, mediterráneos, con variedades autóctonas. No utiliza fitosanitarios de síntesis química ni tampoco herbicidas, como exige la certificación ecológica, pero Carrió va más allá. Su aceite, premiado en 2022 como el mejor de la Comunidad Valenciana, se comercializa en restaurantes y tiendas de venta directa bajo las marcas Tossut , Verí y Foraster . El agricultor reconoce que hace unos años el producto ecológico era para gente con poder adquisitivo y que valoraba la salud. "En nuestra zona había mucho extranjero, con poder adquisitivo y conciencia medioambiental, pero en los últimos años ha habido una expansión de la agricultura ecológica también en nuestro mercado interior. No es el más consumidor pero hay una valorización aunque la inflación nos ha perjudicado a todos", reflexiona este agricultor. Proyectos como el de Carrió sirven de punta de lanza para que otros vean que sí es posible hacer cosas buenas y de forma sostenible. En un futuro elaborará vino ecológico, además de aceite pues ha adquirido más tierras para plantar sus viñas. "Le puse tossut porque el proyecto es pura tozudez: volverme de Cataluña y ponerme a producir aquí en medio de la montaña, en un secarral, y hacer agricultura donde no hay regadío, es difícil. Y más tozudo que soy yo...", bromea. El último informe del sector de la agricultura ecológica hecho público hace unas semanas por la Consejería de Agricultura, advertía de las dos derivadas importantes que ha traido: contribuye al relevo generacional y ha incorporado a las mujeres: un 30% del total son productoras. Rosa Gil, también de 44 años, es una de ellas. Hija de agricultores, esta ingeniera química se crió en Quatretondeta, un pequeño pueblo al norte de la provincia de Alicante, de alta montaña y terreno escarpado. "Fui programada para estudiar, trabajar de los mío e irme cuando más lejos mejor del pueblo", resume. Esta agricultora tenía el runrún de dignificar el trabajo en el campo, de sentirse orgullosa de sus orígenes y se metió de lleno en la transformación de los bancales familiares. Volvió a Almudaina, a la casa de su madre, y por la mañana se dedicaba a sus olivos y cerezos, y por la tarde a dar clases particulares para sobrevivir económicamente. Conoció a su pareja, cuya familia tenía una empresa de encurtidos en Cataluña, y comenzaron a vender olivas adobadas en los mercados. Se han especializado en ello y ahora tienen un obrador en el municipio de Planes donde preparan las olivas en salmorra al natural bajo la marca L'Olivateria. Nos pateurizan y son ecológicas. "No queremos millonadas, solo vivir dignamente de nuestro trabajo", afirma. A la fama de que los productos ecológicos son caros, Gil replica que depende de donde compres los productos. En cualquier caso argumenta que "la vida son prioridades y conozco familias que van muy apretadas económicamente pero prefieren los productos ecológicos. Se privarán de otras cosas pero priorizan la alimentación saludable", añade. Otras personas prefieren guardarse 50 euros para hacerse unas copas el fin de semana. Como productora, Gil alude al papel de la mujer siempre activo en la agricultura pero invisibilizado. Ella lo ha visto en su madre y en otras mujeres del pueblo. "Yo ahora me ocupo de todo, tengo la autoestima, cojo una desbrozadora o una motosierra y no tengo ningún problema. Y lo que no sé hacer, lo aprendo. Tengo que estar fuerte, así que una gente va al gimnasio y yo voy al bancal. Me siento una más, muy respetada", argumenta al tiempo que pide a los políticos que les apoyen porque sus producciones ecológicas no pueden competir en precio con producciones convencionales de otros países, en las que la seguridad alimentaria no está tan garantizada ni tampoco los derechos de los trabajadores o el trato igualitario. La Unió Llauradora i Ramadera creó en 2011 la empresa Orgànic Valencia para aglutinar a todos sus productores ecológicos y organizar la distribución de sus cosechas. "La tendencia en la venta de producto ecológico fresco (fruta y verdura) es a estabilizarse o incluso ir a menos", reconoce Ricard Ballester, técnico de agricultura ecológica de la Unió. El encarecimiento de los alimentos, la elevada inflación, explican la estabilización. "Había crecido pero ahora está amainando el consumo", añade, sobre todo en el mercado local y nacional, pues la exportación de la producción agroecológica va al alza. El consumo en España de este tipo de productos no crece a la misma velocidad que la producción, de ahí que el sector pida la implicación de las Administraciones públicas para que fomenten su consumo en los comedores escolares y en los hospitales, por citar dos ejemplos. El técnico apuesta además por consolidar la fidelidad de los grupos de consumo porque está costando más. "Si comparamos la anterior crisis (la financiera e inmobiliaria de 2008) con la actual, la diferencia es que el precio de los alimentos ha crecido ahora un montón. La alimentación tiene fama de estar muy cara y, a lo mejor, el problema es que antes era demasiado barata. Si cogemos el histórico desde los años 60 o 70 vemos que el gasto en alimentos ha ido bajando en España mientras crecía el destinado a tecnología, coche o vivienda. Y la política lo vio bien aunque fuera a costa de penalizar la calidad de la alimentación", expone Ballester. El futuro, en opinión del técnico de la Unió Llauradora es "valorizar el producto ecológico" y todo lo que tiene detrás (sostenibilidad, nutrición y salud...), y fidelizar a esos consumidores más concienciados. Es el camino al que estamos abocados", concluye.