Un día en un comedor escolar: del campo a la mesa
En Aragón más del 50% de los colegios cuentan con cocina propia
«Poder tener comida recién hecha todos los días es un gran extra», asegura una de las madres
Los pequeños del colegio Tío Jorge disfrutan de la sopa cocinada en el propio centro. ANGEL DE CASTRO
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A las 9.30 de la mañana, la cocina del Colegio Público Tío Jorge de Zaragoza es un hervidero de movimiento . Yolanda y Angelina limpian, cortan y preparan los ingredientes con los que elaborarán la comida para los casi 190 alumnos del centro. En el menú de hoy (por el pasado jueves), sopa y croquetas. Mientras Yolanda coloca en una bandeja todo lo necesario, cuenta que «la organización es muy importante». « Hay días que dejamos cosas preparadas la tarde anterior porque no lo podemos hacer a la mañana».
Esta organización parte también de la variedad en sus menús. « Varios niños tienen alergia a legumbres o incluso verduras, entonces debemos adaptar los platos y eso lleva tiempo », explica la cocinera. En la cocina del centro también cuentan con menús para niños musulmanes, «ellos no comen cerdo, entonces les ofrecemos pavo o pollo», desarrolla Yolanda.
Menú de proximidad
El colegio Tío Jorge es uno de los centros aragoneses con cocina propia para el servicio de comedor. Más del 50% de las escuelas de la comunidad cuentan con este servicio, el resto accede a los menús por la llamada línea fría. En esta situación, la comida se prepara en una fábrica y se realiza un proceso de enfriamiento de los alimentos una vez cocinados (con el objetivo de preservar los nutrientes); el centro sólo debe calentarla y servirla al alumnado.
La directora del colegio, Alicia Fernández, asegura que uno de los beneficios de tener cocina propia es que «los niños comen comida recién hecha, no recalentada». Asimismo, Yolanda añade que la cocina permite «hacer modificaciones y adaptaciones, si vemos que un plato no triunfa demasiado lo podemos cambiar para que los alumnos coman más a gusto».
Además, en el Tío Jorge la cocina no se utiliza solo para los menús diarios. Desde los fogones, Yolanda y Angelina llevan a cabo muchas iniciativas para fomentar una nutrición saludable y sostenible. « Formamos parte del Comité Alimentario, un grupo en el que se organizan actividades y planes con padres y alumnos» , apunta la primera. Una de esas iniciativas por ejemplo es el «día sin proteína animal», dos veces al mes, o el «día del pan integral», desarrolla la cocinera. Además, comenta Yolanda que también «se han introducido productos ecológicos y de proximidad como huevos, arroz o manzanas ». «Las manzanas nos las trae el proveedor todas las mañanas directamente del campo a la mesa», añade. Esto, apunta, «no es posible si no se dispone de una cocina en el propio centro».
Críticos expertos
Los más adecuados para evaluar la calidad de este servicio son los niños y los pequeños alumnos del Tío Jorge «están bastante satisfechos con lo que comen todos los días», asegura la directora del centro. Al otro lado de las verjas del colegio, las opiniones se repiten. Leire lleva a sus hijos al comedor desde hace años y «no podemos estar más contentos ». Apunta que «incluso con los días que hay verdura, que suele ser lo más complicado, mis hijos van muy felices al comedor». «No sé cómo hacen el brócoli, pero los niños están encantados y me lo piden en casa », celebra. La lasaña de lentejas «es también todo un éxito», asegura Leire.
Esta madre afirma q ue «tener la cocina en el colegio es todo un extra» y eso «repercute notablemente en el bienestar de los niños durante su etapa educativa».
Así que sin más demora y rozando las dos de la tarde en el reloj del hall del colegio, los jóvenes monitores, en muchos casos, antiguos alumnos del centro, se encargan de llevar a los pequeños alumnos de las clases al comedor. Así que, una vez las manos bien limpias, todos sentados en sus sitios y los platos llenos, l lega una de los mejores momentos del día para los niños, la hora de comer, que hoy (por el jueves), toca sopa y croquetas.
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