La creciente presencia de especies exóticas invasoras en los arrozales peninsulares -hasta más de 200 se han catalogado en el Delta del Ebro- puede comprometer la producción anual de arroz y obligar al agricultor a protegerse con medidas costosas y en ocasiones poco eficaces.Además, estas especies, capaces de arrasar cultivos, obstruir bombeos y desplazar fauna autóctona, constituyen un suculento plato para las aves zancudas, de gran envergadura y peso, cuya presencia sobre los canales inundados es devastadora para las recién nacidas plantas de arroz.El problema es mayúsculo en lugares donde ni siquiera la más común de las especies invasoras presentes en los arrozales, el cangrejo rojo americano (Procambarus clarkii), se comercializa.Pedro Anastácio es investigador de la Universidad de Évora (Portugal), un país donde la producción de arroz supera los 150 millones de kilos anuales, pese al asedio de este crustáceo omnívoro que «come todo lo que se encuentra, incluidas las plantas en sus estadios iniciales».En la región del Alentejo portugués, la enorme densidad de cangrejo rojo americano o lagostim vermelho de Lousiana es responsable de la destrucción del 41 por ciento de la producción de arroz; «con tres o cinco ejemplares por metro cuadrado, ninguna planta consigue sobrevivir», subraya el experto.Su concentración en los arrozales -hasta 300 ejemplares por metro cuadrado- atrae a cigüeñas, garzas u otras zancudas, que, más allá de los beneficios que puedan aportar al control de la especie, causan irreparables daños al desarrollo de las plantas.Pero este animal depende de la existencia de agua, una circunstancia que aprovechan los agricultores para mantenerlo a raya mediante el control de la inundación de los canales en las primeras fases de producción de arroz.Varios ejemplares de especies exóticas invasoras de los arrozales en Salvaterra de Magos (Portugal). EFE/ J.J.GuillenNo obstante, Pedro Anastácio, que participa en el proyecto europeo Life Invasaqua sobre la problemática de las EEI acuáticas en España y Portugal, incide en que el control efectivo de la especie, «imposible de erradicar», pasa por que la legislación portuguesa de luz verde al hasta ahora prohibido aprovechamiento comercial.Recuerda además la importancia de conocer los vectores de entrada y los riesgos asociados a la especie; «es difícil evitar que se disperse entre cuencas hidrográficas, pero en zonas aisladas se puede impedir su paso obligando, por ejemplo, a que los barcos que han estado en una zona contaminada sean desinfectados al dejar ese área».La dispersión del cangrejo rojo se produce a través de los ríos, subraya el investigador, pero además es capaz de caminar hasta 1,5 kilómetros fuera del agua y los ejemplares pequeños «consiguen ser transportados incluso por aves acuáticas, ruedas de tractores, redes de pesca o equipamiento científico hasta más de cien kilómetros».Anastácio se ha referido a otra EEI de los arrozales, la Gambusia holbrooki, un pequeño pez originario de América del Norte introducido en la península para intentar controlar «sin éxito» al mosquito transmisor de la malaria y que «en sí mismo no representa un problema para el cultivo del arroz, pero sí para otras especies de peces autóctonas, a las que desplaza».En el caso de la almeja asiática (Corbicula fluminea), muy habitual de ambientes arenosos y menos común en arrozales, su elevada densidad «puede causar problemas en términos ecológicos y colmatar los bombeos en zonas de captación de agua», ha advertido Anastácio, quien ha matizado que ya existen métodos químicos de control que no perjudican a las especies nativas y han sido probados con éxito.Y respecto a Physella acuta, un caracol originario de América del Norte muy abundante en los arrozales, ha alertado de su rápida dispersión y adaptación, aunque «no preocupa demasiado a los agricultores», que logran controlar su población con modificaciones de la altura del agua y procesos químicos.