El sector del transporte genera un importante porcentaje de las emisiones de CO2 y los biocombustibles son, hoy en día, una de las soluciones más eficientes y rápidas que se pueden adoptar para la descarbonización de la movilidad El transporte es responsable de más del 30 % de las emisiones de CO2 en la Unión Europea, por lo que es un sector fundamental en la lucha contra el cambio climático. En este contexto, la búsqueda de soluciones más sostenibles es una de las prioridades de las compañías de los sectores energéticos y logísticos. Entre estas posibles soluciones, hay una alternativa que cada día gana más protagonismo como una de las grandes esperanzas para reducir el impacto ambiental del transporte pesado: los biocombustibles. Los biocombustibles suponen un gran impulso para la descarbonización, ya que tienen la capacidad de reducir en todo su ciclo de vida hasta en un 90 % las emisiones de CO2 en relación con los combustibles tradicionales Además, poseen unas características que en muchas ocasiones los hacen especialmente eficientes y permiten una ágil implantación. En primer lugar, tienen la capacidad de sustituir inmediatamente de forma parcial o total a los combustibles derivados del petróleo y del gas porque su composición química es muy similar a estos y no es necesario realizar modificaciones en los motores para su funcionamiento. Además, ya contamos con tecnologías maduras capaces de producirlos en instalaciones industriales ya existentes. Pero no se quedan aquí sus ventajas. El uso de ciertas materias primas para su fabricación resulta muy favorable para el medioambiente. Cuando se utilizan residuos para su elaboración, como en el caso de los biocombustibles de segunda generación, se fomenta la economía circular. Esto supone apostar por un modelo de producción y consumo que implica reutilizar y dar una segunda vida a desechos que, de otro modo, terminarían en un vertedero, y se genera así un importante valor añadido. Un proyecto piloto que demuestra su eficacia Sus ventajas son, pues, indudables, por lo que no es de extrañar que esta solución innovadora esté dando ya sus primeros pasos en medios de transporte como el tren. Si bien se trata de un sector donde la electrificación está extendida, todavía existen tramos ferroviarios en los que se depende de los combustibles fósiles para mover las locomotoras. Es en estos trayectos en los que ya trabajan algunas compañías y los resultados, de momento, son más que alentadores. El pasado mes de noviembre, Cepsa, Maersk y Renfe anunciaron que habían completado con éxito la primera prueba de combustibles renovables en el transporte ferroviario desarrollada en España. El piloto consistió en el uso un biocombustible, el diésel renovable (HVO), en el trayecto ferroviario entre Algeciras y Córdoba, dentro de la ruta que une Algeciras y Madrid, que no está totalmente electrificada, y durante un periodo de 15 semanas. El biocombustible, producido por Cepsa en su parque energético La Rábida, en la provincia de Huelva, a partir de aceites usados de cocina, permitió que los trenes de Renfe completaran un total de 100 trayectos entre las dos ciudades andaluzas. Se sustituyó en ellos el diésel convencional que utilizan las locomotoras por más de 130 toneladas de diésel renovable. El uso de los biocombustibles evitó la emisión de alrededor de 500 toneladas de CO2 y facilitó el transporte de más de 4700 contenedores de manera sostenible Todo ello manteniendo un rendimiento óptimo en los motores de las locomotoras. Los resultados satisfactorios de la prueba demuestran que estamos ante una alternativa viable que genera inmensas oportunidades. Y así lo ven las tres empresas participantes, que están valorando la posibilidad de continuar utilizando biocombustibles en la ruta en que se ha probado durante estos meses e, incluso, extender su uso a otros trayectos ferroviarios que no están electrificados. Avanzando hacia la descarbonización del transporte El camino para alcanzar los objetivos planteados por la Unión Europea (UE) en su paquete de medidas Fit for 55 es largo, pero se están dando importantes pasos para lograrlos. En estas propuestas, la UE plantea que el conjunto de países que la conforman reduzca sus emisiones netas de gases de efecto invernadero en un 55% en 2030 respecto a 1990 y llegue a la neutralidad climática en 2050. Para ello es fundamental desarrollar y extender iniciativas como la llevada a cabo por Cepsa, Maersk y Renfe a todos los sectores del transporte pesado y, en paralelo, alcanzar una producción suficiente de biocombustibles para poder llevarlas a cabo. Cepsa es una de las compañías con un compromiso más firme en el desarrollo de estos combustibles renovables Entre los objetivos de su estrategia Positive Motion , la energética quiere liderar la producción de biocombustibles en España y Portugal y aspira a contar en 2030 con una capacidad de producción anual de 2,5 millones de toneladas. La compañía ya está dando pasos para lograrlo a través de distintos proyectos, como la construcción, junto a Bio-Oils, de la mayor planta de biocombustibles de segunda generación del sur de Europa. Minimizar los efectos del cambio climático exige tomar la iniciativa y poner en marcha medidas encaminadas a la descarbonización en los sectores que más emisiones generan. Avanzar en su fabricación e implantación es, indudablemente, un reto que exige el compromiso de todos. También es una oportunidad para lograr la sostenibilidad del planeta.