Nacido en la localidad turolense de Celadas, y aunque albañil de profesión, su pasión es restaurar vehículos agrícolas de décadas pasadas
Luis Utrillas, restaurador de tractores, en un parque de la capital turolense.
Antonio García/Bykofoto
La Feria de Tractores Antiguos que organiza en su pueblo, Celadas, con 400 vecinos, levanta pasiones. Solo en su segunda edición, hace unos días, atrajo a miles de personas de media España. ¿A qué lo atribuye?
El campo es lo que nos ha dado la vida a todos. Está en los orígenes de la civilización y eso nos atrae. Realmente me sorprende la gente que viene de todos lados: Castilla-La Mancha, Comunidad Valenciana, Cataluña, Zaragoza...
¿Hemos idealizado la agricultura de décadas anteriores?
Sí. No hay más que pensar en los años 50 del siglo XX, época a la que pertenecen muchos de los tractores expuestos en la feria. El que se dedicó a la tierra entonces lo pasó muy mal, con una economía de subsistencia. En casa de mi abuela no había para alimentar a las gallinas, que comían hierba y lo que encontraban por ahí. El jamón se cambiaba por una mayor cantidad de tocino blanco, que salía más a cuenta. He visto gente llorar al ver los tractores antiguos, se les echan encima los recuerdos.
¿Qué supuso para una familia de aquellos años comprar un tractor?
Fue un cambio muy grande. Con el tractor, el campo producía más con menos esfuerzo. Dejó de ser necesario que los hijos ayudasen al padre y se pudieron dedicar a estudiar. Llegó también el reparto de las tareas de casa, porque el agricultor ya disponía de más tiempo. El que se compró un tractor, pronto pudo cambiar la estufa de leña por la calefacción.
Algunos de los tractores expuestos han sido restaurados por usted. ¿Cómo surgió esta afición?
Mi padre, agricultor, siempre ha sido al mismo tiempo coleccionista de aperos de labranza y eso caló en mí. Guardábamos un tractor viejo en el pajar y nos daba pena. Decidí arreglarlo y traerlo a casa. Lo desmonté entero, lo pinté, lo arreglé, y así empezó todo. Me encanta devolver la vida a lo antiguo.
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Y ya ha recuperado cinco de estos vehículos agrícolas. ¿Es complicado?
Lo más difícil es conseguir las piezas de repuesto, pero hoy en día, con internet, uno puede contactar con grupos de gente que tiene esta afición y lograr lo que necesita. La mecánica de un tractor antiguo es muy fácil, porque no hay electrónica. Vivo en un terreno y tengo espacio para restaurar. Trabajo como albañil. Cada día, al acabar mi jornada, me pongo la radio en casa y empiezo a desmontar y a limpiar.
¿Funcionan después?
Perfectamente.
¿Cuál es su pieza estrella?
Un Ebro Súper 55, de 1964. No tiene demasiado valor como pieza de colección, porque no es el mejor ni el más antiguo, pero es el que teníamos en casa y despierta en mí muchos sentimientos. He restaurado también un Barreiros de 1958, fabricado en España por Eduardo Barreiros, que fue un genio, el Henry Ford de España. Soy un enamorado de esa firma.
¿Podría convertirse en una profesión remunerada para usted?
Hay gente que se gana la vida restaurando motos y coches antiguos, pero yo tengo claro lo que me da de comer, que es la albañilería. No me quiero agobiar. Con el último tractor, un Deutz 25, me angustié un poco, porque venía la feria y quise terminarlo. Estuve 15 días llegando a casa a medianoche. Cuando me jubile, sí que restauraré más tractores, porque soy feliz con ello, disfruto mucho.
¿Cree que cabría en Celadas un museo de tractores antiguos?
Estaría muy bien, pero no solo de tractores sino de la historia de la localidad. Es curioso que sin tener ni un centímetro de regadío, sea un pueblo tan vinculado a la agricultura.
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Pues sí que es curioso...
Es que tiene un extenso término y unas 12.000 hectáreas cultivables. Todo el mundo ha vivido de eso. Hubo un momento, en los años 60 y 70 del siglo XX, que en todas las casas había un tractor y, prácticamente, una cosechadora. Habría entonces perfectamente más de 200 tractores en un pueblo de 500 habitantes. Fueron años muy buenos y la agricultura daba para tractor y cosechadora. De todos aquellos agricultores, no quedan ni la mitad y muchas casas en el pueblo están cerradas.
¿Cómo llevan la crisis del sector agrícola los vecinos?
Con este serán dos años sin cosechar, por la sequía. El combustible, las semillas, los abonos y los sulfatos, muy caros, y sin relevo generacional. Pronto, la agricultura no sostendrá a este pueblo.
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