Todos nuestros sectores productivos, industria, construcción, transporte, agricultura, servicios, etc. consumen elevadas cantidades de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) dando lugar a crecientes emisiones de gases de efecto invernadero (GEIs). También en el caso de la producción agropecuaria y de la posterior transformación de los alimentos primarios en alimentos procesados. A este conjunto global Agro-Alimentario (donde habría que incluir también la pesca y productos derivados) se le atribuye hasta un 43-57% del total de dichos GEIs, cuando se incluyen además, la deforestación para obtener nuevas tierras de cultivo, y el procesado, empaquetado, almacenamiento, red de frío, distribución y las pérdidas (desperdicio alimentario). E incluso se llega a estimar valores de hasta un 66% de las emisiones netas de nuestro país (2).
Los efectos del Cambio climático, Calentamiento global, Amenaza Climática o como queramos llamarlo, se traducen en un grave desequilibrio del clima que origina episodios, cada vez más extremos de sequías, lluvias torrenciales, fusión de glaciares y hielos polares, elevación del nivel del mar, incendios, etc. Los estudios del clima indican además, que de sobrepasar un incremento de temperatura mayor de 1,5º C, probablemente no habría acción humana capaz de detener esos fenómenos climáticos extremos.
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La producción agropecuaria convencional actual produce además efectos nocivos sobre la biodiversidad, contaminación de suelos y aguas, que justifica la necesidad de un cambio de modelo productivo hacia un otro realmente sostenible, que concilie las dimensiones económicas, ecológicas y sociales denominado Agroecología (Rosset y Altieri, 2018 ).
La Unión Europea establece que las emisiones y absorciones de GEIs reguladas en el Derecho de la Unión estarán equilibradas, a más tardar en 2050, y para 2030, una reducción de al menos, un 55% con respecto a los niveles de 1990.
El decrecimiento
Frenar el calentamiento global, disminuyendo progresivamente el uso de los combustibles fósiles hasta su eliminación, nos llevará a sobrevivir únicamente con las energías renovables (hidráulica, eólica, fotovoltaica, etc.), y que no llegarán a cubrir el consumo actual de energía, todo más de un 40%, lo que nos llevará a una situación de decrecimiento.
En el estudio de Poux, X. y Aubert, P.M. (2018), relativo a la Unión Europea, se plantea la transición hacia la Agroecología bajo las hipótesis de la eliminación o fuerte reducción de los fertilizantes sintéticos, especialmente los nitrogenados, la eliminación de los pesticidas, la supresión total de las importaciones de proteína vegetal (especialmente, soja) y de oleaginosas (que corregiría paralelamente su efecto sobre la deforestación), y para la recuperación de la biodiversidad se actuaría sobre la extensificación de prácticas, la restauración de un paisaje heterogéneo que deja espacio a una vegetación seminatural y la introducción de elementos de arbolado/forestales.
Y respecto a nuestra dieta propone una notable reducción en los consumos de carne y azúcares, e incremento de las proteínas vegetales, las frutas y verduras-hortalizas.
González Reyes y Adrián Almazán concluyen que la agricultura, la ganadería y la pesca industriales, no sólo son ecológicamente insostenibles sino socialmente indeseables al dejar fuera a las explotaciones familiares, concentrar la propiedad de la tierra y de los medios de producción en actores empresariales y forzar un aumento de la escala productiva guiada únicamente por criterios de rentabilidad y contraria tanto a la autonomía económica y política, como a la existencia de una producción de alimentos compatible con las dinámicas ecosistémicas.
Estas mismas apreciaciones hacen organismos como la FAO (Organización para la agricultura y la alimentación (2014), e IPBES (Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas) (2019).
Todas estas transformaciones en la producción agropecuaria convencional no son asumidas ni son publicitadas, hoy por hoy con toda claridad, por nuestros gobiernos para indicarnos cómo tenemos que actuar para llegar a esas emisiones de GEIs cero en el 2050. Y es imprescindible además que dicha transición sea justa y en consecuencia, que sus costes no afecten especialmente al estamento más débil de la cadena agroalimentaria que son los agricultores y ganaderos.
Recientemente hemos conocido una propuesta tan detallada como en el informe: Transición ecosocial en Cataluña . Una propuesta decrecentista elaborada para el Group de Transició Ecosocial CGT-Catalunya, que recoge una hoja de ruta para el decrecimiento de 10 sectores de la economía catalana. Entre ellos, el relativo a Alimentación y Agua donde se considera del tema de la producción agropecuaria.
No sé si alguna comunidad autónoma más habrá confeccionado algún documento similar, pero desde luego recomiendo la lectura del mismo, para darnos cuenta del camino que todavía nos queda por recorrer para asumir nuestra situación sobre la Amenaza Climática y si decidimos o no, el hacerle frente a corto plazo.
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