La técnica del mulching con paja agrícola contribuye a la recuperación de la cubierta vegetal del territorio afectado por los incendios, evitando que existan riesgos posteriores y daños ecológicos y económicos tras la extinción del fuego.
Los incendios siguen aumentando en España. Los datos provisionales del Ministerio de Agricultura reflejan que de enero al 1 de septiembre de este año se produjeron 9.115 siniestros frente a los 5.130 del mismo período de 2018. Y también han seguido aumentando los incendios que han afectado a superficies de más de una hectárea, que prácticamente se han duplicado. La situación no parece que vaya a ir a mejor -a pesar de las campañas de prevención y acciones llevadas a cabo-, si se atiende a las predicciones de cambio climático, que apuntan a una mayor severidad de los incendios en el futuro y a posibles alteraciones en el régimen de precipitaciones.
Y, aunque el mayor riesgo para bienes y personas suele tener lugar en el momento en el que se produce el incendio forestal, lo cierto es que, una vez extinguido, existen otros riesgos, que pueden conllevar daños y perjuicios de importante magnitud ecológica y económica a raíz de la degradación del suelo y que pueden conducir a que, por ejemplo, se produzcan inundaciones. Dentro de estos riesgos, está el hidrológico-erosivo en el que se ha venido trabajando en los últimos años para mitigarlo, poniendo el foco en las acciones de la conservación del suelo para recuperar los ecosistemas forestales afectados y el mantenimiento de los servicios que suministran, incluyendo en estos últimos la productividad forestal.
Para esta recuperación del suelo y evitar amenazas y daños posteriores a los incendios, la técnica del mulching con paja agrícola seca se ha mostrado efectiva para reducir la erosión post-incendio, según los resultados de diez años de estudios en terrenos afectados por el fuego en Galicia y que han sido recogidos en el libro 'Eficacia de los tratamientos de estabilización del suelo después de incendio en Galicia', de los investigadores Cristina Fernández, Teresa Fontúrbel y José A. Vega y que ha contado también con la participación de Pablo Arbones, director-gerente de la Empresa Pública de Servicios Agrarios Galegos, S.A. (SEAGA).
"Galicia es pionera a nivel estatal y europeo en estudios de las acciones en prevención y de las post-incendio, intentando que el suelo sufra el menor daño posible, más allá del fuego en sí", ha afirmado Manuel Rodríguez, director de AGACAL (Axencia Galega de Calidade Alimentaria), dependiente de la Consellería do Medio Rural de la Xunta de Galicia, quien añade que se han analizado diferentes técnicas dentro de esta investigación realizada por el Centro de Investigación Forestal de Lourizán de AGACAL.
Y la paja agrícola es una solución efectiva, ya que proporciona una alta cobertura y muestra una gran eficiencia con una cantidad relativamente baja de material, aparte de tener un bajo peso específico, lo que facilita su transporte (y así a su vez se reducen costes) y dispersión en el monte. Además, se caracteriza por su adherencia al suelo (sobre todo cuando éste tiene un cierto nivel de humedad), presentando una mayor resistencia, por ejemplo, frente al viento. La paja agrícola también se adapta a las irregularidades del terreno y no se ha observado que se hayan producido cambios en la composición de las especies en las comunidades vegetales analizadas, factor este último que es clave desde el punto de vista de la biodiversidad.
La paja agrícola ha mostrado un mejor comportamiento que otros materiales analizados como la astilla de madera usada -no tiene tan buena cobertura de suelo ni tanta permanencia sobre él-, y que la corteza desfibrada de eucalipto, que fue eficaz, pero tiene más problemas de aplicación. Con otros tratamientos como la siembra o las fajinas (troncos y restos vegetales quemados o de vegetación no quemada y cortada), se han conseguido resultados poco efectivos.
Pero el mulching de paja agrícola, a pesar de ser esa efectividad, requiere de una serie de condiciones en su empleo. En concreto, según la investigación, es necesario aplicar una cantidad de entre 2 y 2,5 toneladas por hectárea, aparte de cubrir más del 80% del terreno quemado ya que, por debajo de estos, ratios, la eficacia disminuye, sobre todo, si hay altas precipitaciones o se está trabajando en recuperar zonas en las que hace mucho viento.
No obstante, la utilización de una técnica u otra en el terreno quemado depende de varios factores porque no todos los incendios son iguales. "Aunque el fuego lo deja todo negro, hemos estudiado diferentes grados de afección del suelo en cada caso porque no toda es igual, según la intensidad del incendio y la radiación, entre otros factores, que hace que las acciones a posteriori sean distintas en función de esa radiación, pendiente, orientación, la rapidez del paso del fuego...", ha añadido el director de AGACAL.
Son factores que se han parametrizado. De hecho, la primera fase de la investigación estuvo orientada a testar la idoneidad de diferentes tratamientos en las condiciones ambientales gallegas, mientras que la segunda se centró en monitorizar la eficacia de los tratamientos de mulching llevados a cabo por la Administración forestal a una escala operativa mayor.
Actuar con urgencia Con los resultados de la investigación, los técnicos pueden visitar las zonas afectadas por el incendio para ver "en qué suelo actuar y en cuáles no y en qué grado de acción", evitando así improvisar "porque todos los incendios no son iguales. Nada tiene que ver un fuego de matorral con el de copa o con el de hojarasca que, en cierta medida, protege el suelo. A veces, una imagen hace que se destine dinero público a acciones que no son las más adecuadas pero, con este estudio, se parametrizan todos los valores y el técnico, con nuestros investigadores, puede tomar las decisiones correctas en lugar de dilapidar de forma transversal recursos públicos".
Las conclusiones de este estudio, cuyos resultados además contribuyen a una mejor planificación de las acciones futuras, son extrapolables y aplicables a otros territorios. De hecho, el libro se ha publicado a modo de guía de actuación para trabajar con las comunidades autónomas y con países europeos en la aplicación de soluciones, que son claves para minimizar los riesgos posteriores de los incendios y tras los que hay que actuar con urgencia con tratamientos de estabilización, ya que en los seis primeros meses tras el fuego se pierde entre el 70% y el 90% del suelo erosionado el primer año después del siniestro.
Este estudio se ha llevado a cabo dentro de la iniciativa europea Plurifor, que aúna institutos de investigación, universidades, organizaciones relacionadas con los montes (sindicatos, asociaciones y servicios) y gobiernos regionales y consejos de los países del espacio Interreg Sudoe de Portugal, España y Francia con el fin de buscar mejorar la gestión de los riesgos que amenazan las masas forestales no solo de la comunidad gallega o España, sino del sur de Europa.
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