Las dificultades para colocar empresas medianas en Bolsa las dejan en manos del voluble capital riesgo La cuarta intentona de Europastry no ha sido la vencida . La empresa fabricante de masa de panadería y repostería congelada ha anulado su colocación por cuarta vez. No es la única; fuera en el último momento o en fases preliminares se quedaron también por el camino Primafrío, Tendam (que podría reintentarlo), Cirsa, Volotea, Astara, Mecalux o, en fechas más lejanas, Ibercaja. Otras como Hotelbeds no terminan de concretar la salida. Las dos últimas han sido, paradójicamente, dos Ibex 35: Puig y Acciona Energía. Dos empresas que, por posicionamiento en sus sectores y, sobre todo, por tamaño, llaman la atención de gestores internacionales. Donde sí se aprecia actividad es el BME Growth, el segundo mercado para empresas de menor capitalización, donde los requisitos legales son menores, como también los plazos y la necesidad de encontrar inversores. El problema está en lo que dentro del sector se denomina mid market, las firmas del tamaño de Europastry, que parecen sufrir la condena que supuestamente Henry Kissinger (con estas citas nunca se sabe) atribuyó a Alemania: Demasiado grande para Europa, demasiado pequeña para el mundo. La tendencia de fondo está clara: las empresas españolas que no tengan tamaño Ibex 35 tienen dificultades para salir al mercado . Pero en el caso de Europastry, como en el de Tendam, hay un cierto consenso en que el obstáculo principal ha sido que las expectativas de valoración de los vendedores no se acoplan con las de los compradores. En otras palabras, estaba cara. La panificadora, según comentan fuentes del mercado, tenía demanda dentro de la banda de precios orientativa, pero no para cubrir la totalidad de la oferta. Tal y como informó Bloomberg, barajó recortar el tamaño de la operación, pero eso habría requerido una exención por parte de la CNMV y habría enviado una señal negativa sobre el valor (aunque cancelar la OPV no es que sea muy positivo). El papel del capital riesgo también es relevante. Durante los años de tipos de interés cero, el private equity era el comprador ideal. La financiación barata facilitaba cuadrar la hoja Excel de las operaciones apalancadas. Además, estos fondos disponían de caudalosas aportaciones de inversores finales. Eso explica buena parte de la sequía de OPV en Europa para el Mittelstand español: las familias vendedoras obtenían bastante más dinero negociando con los fondos que aspirando a la Bolsa. Y, si en la burbuja inmobiliaria nadie quiere vender un piso por menos dinero del que consiguió el vecino, en el mundo empresarial sucede un poco lo mismo. Y ahora al capital riesgo las cuentas no le salen como antes. El problema no es menor. Lo advirtió Mario Draghi en su informe: las dificultades para colocar empresas en Bolsa son un problema estructural para la economía y para acometer inversiones. Pero no hay que elevarse a las altas instancias europeas. La Bolsa no es una ONG, pero el capital riesgo aún menos. Tiene plazos medios de inversión (tres o cinco años), carga de deuda a las empresas que compra e interviene en la gestión. A pie de calle tampoco es lo mismo una empresa familiar cotizada que una en manos de una gestora domiciliada en Delaware. Urgen vías para reducir el coste: el financiero, el administrativo/legal y el de oportunidad (raro es que el mercado no se dé la vuelta en los meses que duran los procesos de OPV). Seguiremos viendo gatillazos como Europastry, sin duda. Pero debería haber más Europastrys intentándolo.