El representante especial de la FAO viajó a Zaragoza para el ciclo de conferencias que organiza la Academia Aragonesa de Gastronomía y Ecodes.
Chus García
Ignacio Trueba, representante especial de la FAO para España, en Zaragoza. Guillermo Mestre
Natural de Zaragoza, Ignacio Trueba, doctor ingeniero Agrónomo, economista y catedrático emérito de la Universidad Politécnica de Madrid, es actualmente representante especial de la FAO (organización de Naciones Unidas para la Alimentación en España. Recientemente viajó a la capital aragonesa para participar en el ciclo de conferencias que organiza la Academia Aragonesa de Gastronomía y la fundación Ecodes.
¿Qué estamos haciendo tan mal en este planeta en el que se desperdicia un tercio de lo que se produce mientras 820 millones de personas pasan hambre?
Lo que estamos haciendo mal es que hay una falta de compromiso por parte de todos. Primero, de lo que tienen el poder, los políticos, que hablan mucho y alcanzan compromisos en reuniones internacionales que luego no ponen en práctica. Pero también la población de los países desarrollados pasa de este escandaloso problema del hambre, se ignora y se acepta como si fuera algo que tiene que pasar necesariamente, casi como si fuese una tragedia griega.
Se pretende que en 2030 se haya terminado con todas las formas de hambre y desnutrición en el mundo. ¿Es muy optimista pensar que se conseguirá?
Yo soy optimista. Desde 1990 hasta el 2015 la población ha crecido en 850 millones, pero se ha reducido el hambre de 1.000 millones de habitantes a 820 millones, aunque también es cierto que en los tres últimos años se ha quebrado esta tendencia y estamos sumamente preocupados porque hay 40 millones personas más que pasan hambre. Pero soy optimista porque ahora tenemos un programa de gobernanza internacional como son los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la Agenda 2030, a los que se han comprometido todos los gobiernos. En ese sentido todo lo que se avance en sensibilizar y concienciar a la población es muy importante, porque la sociedad civil es la que luego puede condicionar las acciones políticas.
No solo hay que terminar con el hambre sino alimentar a una población que alcanzará casi los 10.000 millones de personas en 2050. ¿Habrá cultivo suficiente?
En este momento hay 1.500 millones de hectáreas y es difícil que esta superficie aumente. Por eso hay que incrementar la productividad. Pero el desarrollo tecnológico actual es descomunal y se puede hacen extensión agraria de alta calidad y desde cualquier parte del mundo para cualquier país.
¿Hay sitio en este futuro para los pequeños productores?
Por supuesto, son fundamentales. De hecho, en enero comenzó el Decenio de la Agricultura Familiar -una iniciativa de la ONU que pretende atraer mayor atención sobre las personas que producen más del 80% de los alimentos del planeta-, un modelo fundamental en el mundo para acabar con el hambre. Además, en el mundo hay explotaciones familiares de dimensiones muy pequeñas, inferior a una hectárea, en las que además la mujer juega un papel fundamental. Por eso hace falta un equilibrio, una agricultura de nutrición en un ambiente de sostenibilidad.
¿En ese modelo se enmarca la recomendación de la FAO de impulsar el cultivo de legumbres porque estas producciones podrían salvar el planeta?
Las legumbres son un alimento excepcional. Tienen proteína vegetal y desde el punto de vista agronómico sus raíces tienen unas bacterias que cogen el nitrógeno directamente del aire, por lo que se obtiene gratis frente al elevado precio que suponen los fertilizantes nitrogenados. Además con los abonos convencionales se terminan contaminando las tierras y los acuíferos, mientras que las leguminosas no solo captan directamente el nitrógeno sino que además dejan el suelo enriquecido para los que vengan después se puedan aprovechar de esa ventaja. Pero además, desde el punto de vista de la nutrición, estos alimentos nada caros, son ricos en vitaminas y minerales, sobre todo en hierro. Hay que conjugar no solo aspectos de cambio climático sino también de nutrición, para conseguir una seguridad alimentaria y nutricional adecuada.
¿Comparte la FAO la opinión de aquellos que ven en los transgénicos la solución al hambre?
En la FAO participan 193 países con muy diferentes opiniones, pero es un foro de debate y este es un tema en el que hay que dialogar y buscar una postura común, o al menos una postura de mínimos que todos aceptaran. Yo creo, por supuesto, que hay que apoyar la investigación y todo lo que sea desarrollo de plantas que, por ejemplo, se puedan adaptar a la sequía, porque los organismos genéticamente modificados y la biotecnología pueden contribuir a dar soluciones. Pero, estoy convencido de que terminar con el hambre no depende única y exclusivamente, como nos intentan vender algunas teorías, de los organismos genéticamente modificados.
¿El consumidor, que tantos alimentos desperdicia, se está concienciando de esta realidad?
Se tira la tercera parte de los alimentos que se producen y eso es una barbaridad porque para producir esa cantidad se ocupa la tercera parte del suelo agrícola, pero se consume mucha agua, energía y trabajo y se producen gases de efecto invernadero. Es cierto que hay zonas, universidades y asociaciones de consumidores que están tomando medidas, pero aquí hay mucho trabajo por hacer en sensibilización, en nutrición, en educación medioambiental. Creo, sin embargo, que si combinamos todo esto y trabajamos juntos, nuestra generación puede ser testigo del Hambre Cero en 2030, aunque solo nos falten poco más de diez vueltas alrededor del sol.
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