Bajo los pies de los españoles se encuentra el tesoro más preciado de un país cuyos recursos hídricos disminuyen cada año. Casi un tercio del agua disponible dentro del territorio está en los acuíferos, pero cuatro de cada diez están contaminados o sobreexplotados. Los expertos coinciden en que las macrogranjas de ganado porcino son el principal origen de su envenenamiento. En España hay más de 30.000 explotaciones de este tipo, pero también es el país que lidera las tecnologías punteras para el reciclaje y aprovechamiento de esos desechos. El Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y las universidades de Madrid y Ávila convierten los purines en biocombustibles, agua corriente y fertilizantes. El grupo investigador de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) ha demostrado que, a diferencia de otros proyectos, el suyo hace posible la reutilización completa de los purines, lo que sitúa su desarrollo a la cabeza del tratamiento de esos desechos en España y en el resto de Europa. Ricardo Ipiales es uno de los miembros de ese grupo investigador. En una nave del campus universitario de Cantoblanco, Ipiales muestra satisfecho un sistema que, de forma limpia, aprovecha los desechos de los cerdos, acerca a las granjas a la economía circular y les permite obtener beneficios mientras reducen su impacto negativo al medio ambiente. España es el primer exportador de ganado porcino de la Unión Europea. El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación tiene contabilizadas un total de 32.612 grandes explotaciones de este tipo, con más de mil cerdos y menos de 7.200. El problema comienza a la hora de gestionar los desechos. Si bien los purines no son negativos para el ambiente en pequeñas cantidades, su acumulación provoca que los suelos no sean capaces de filtrar los nitratos, que se acumulan en las capas freáticas y contaminan las aguas subterráneas. La carbonización hidrotermal es el proceso que transforma la materia orgánica, previo paso por una especie de olla de presión de alto calibre, en un material carbonoso llamado hydrochar . Este producto se puede utilizar como un biocombustible. Otro sólido resultante es la estruvita, un fertilizante rico en fósforo que también puede emplearse como fertilizante para cultivos. Los líquidos que resultan de la separación de los componentes del purín, son tratados para recuperar sus nutrientes y pasan por una limpieza anaerobia, consistente en que las bacterias consumen el material orgánico restante. De ahí, el material se traslada a una estación depuradora, que elimina los nitratos y convierte ese líquido en agua regenerada, de tal calidad que podría emplearse para consumo humano, aunque en la práctica se destinaría al uso en corrales o para regadío. En esta transformación se obtiene un biogás que también produce energía por sus altas concentraciones de metano. Tras el éxito de sus investigaciones a pequeña escala, la UAM, con la ayuda de una empresa biotecnológica, diseña una planta capaz de procesar 500 litros por hora de estos purines. La tecnología aún no ha sido patentada, por lo que sus promotores guardan con recelo sus avances. En muchas de las "grandes empresas ganaderas", como señala Ipiales, el tratamiento es "limitado". De manera consciente, prefieren el pago de multas por daños al medio ambiente que van desde los 901 euros hasta los 45.000, como señala la ley de residuos y suelos contaminados. La obtención de beneficios económicos cambiaría radicalmente esa situación porque las explotaciones, según Ipiales, podrían vender el hydrochar a unos 300 euros la tonelada, mientras que la venta del purín sin procesar se sitúa entre los 14 y los 40 euros. El fertilizante que se obtiene, por su parte, alcanza ahora en el mercado internacional los 800 euros por tonelada, aunque su empleo en agricultura aún no está legalizado en la UE pero sí en China o India. Además, la máquina es capaz de utilizar el biogás resultante para su funcionamiento y los ganaderos podrían usar el agua o los fertilizantes. El problema de la contaminación del subsuelo impacta en la gestión de las sequías que arrastra España. El 30% del agua se encuentra bajo tierra, según datos del Plan de Acción de Aguas Subterráneas del Ministerio de Transición Ecológica (MITECO). En 2021, último año del que se dispone de datos, el agua proveniente de acuíferos representó el 23% de la utilizada para consumo: unos 6.600 hectómetros cúbicos de los 29.400 que albergan cada año los acuíferos. Estas cifras invitan a pensar en un superávit de agua explotable, pero no todas las cuencas hidrográficas gozan de la misma salud. El análisis del MITECO señala que, de las 762 masas de agua que componen el territorio español, el 40% se encuentran en mal estado. Un total de 349 acuíferos no alcanzan niveles aceptables de cantidad ni de calidad. Las demarcaciones hidrográficas con mayor porcentaje de masas en mal estado son las del Guadiana, las Cuencas Internas de Cataluña, Tinto-Odiel y Piedras, Baleares y Segura. Los expertos coinciden en que los trabajos de prevención para evitar la contaminación y la asfixia de los acuíferos dependen de un mayor control del estado de las aguas que no se ven, la vigilancia de su calidad y la imposición de mayores sanciones. España se juega el futuro de su mayor seguro frente a la sequía. Este trabajo forma parte de un especial sobre la sequía realizado por los alumnos de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Consulta aquí más información sobre el máster.