La erupción volcánica en La Palma ha provocado destrucción y tristeza a su paso. Cientos de personas han perdido sus casas, sus trabajos o sus fincas por el paso imparable de las coladas de lava . Pero más allá de la crisis climática, la población isleña tiene la oportunidad de convertirse en un referente , un ejemplo a seguir de cómo recuperarse y superar una desgracia como esta, empezando por introducir nuevas formas de hacer agricultura que inviten a más personas a dedicarse a este sector. Francisco Garlaz, propietario de la ecofinca Platanológico en Puerto Naos (Los Llanos de Aridane), tiene claro el camino a seguir en estas circunstancias y que La Palma tiene una «oportunidad» para iniciar una «reconstrucción de forma lógica». Y para ello, aboga por una actividad que siga «unos criterios sociales, energéticos y de producción de alimentos ecológicos, sostenibles» y que otorgue a la ciudadanía de la isla, de Canarias y del mundo en general «la posibilidad de autoabastecerse sin depender de nada de fuera». Y es que, asegura, «el día que perdamos a los agricultores, nos convertiremos en esclavos como sociedad: no estamos asistiendo al declive de la agricultura, en España el 75% de los agricultores tienen más de 65 años, sino al declive de la sociedad tal y como la conocemos». Ahora, la isla se enfrenta a un futuro que va más allá del volcán y lo que ha provocado y en el que hay que tener en cuenta muchas realidades y a mucha gente muy diversa. Sobre todo porque las buenas cosechas aprovechando las coladas de material volcánico llegarán en unos 10 o 15 años, en los que hay que buscar soluciones y alternativas. Bajo el lema «convierte tu carro de la compra en un carro de combate», Garlaz explica que la verdadera «revolución» que es necesaria en estos momentos pasa por «volver a la cocina de las abuelas», y que en los hogares se empiece a demandar aquello que comían nuestros antepasados, productos de kilómetro cero, frutas y verduras de calidad y platos tradicionales. En definitiva, apostar por lo local y «sacudirse los complejos» que se tienen en Canarias de producir alimentos propios, utilizando los métodos que da la propia naturaleza. En Platanológico hacen esto, precisamente. Sobre la fajana que formó en su momento el volcán San Antonio, en 1677, ahora fértil y rica en propiedades, han dispuesto un policultivo en el que crecen plátanos, guanábanos, mangas, melón, tomate y tomate de árbol, entre otras muchas frutas y verduras. Partiendo de «uno de los mejores laboratorios que existen, la propia naturaleza», lo que se ha conseguido es utilizar las ventajas, las sinergias que se dan en los ecosistemas terrestres y la adaptación al terreno para «crear un bosque comestible». De tal forma que la simbiosis que se crea hace que todo funcione de forma óptima, lo que se nota en cifras. Según Garlaz, su ecofinca solo consume entre un 25 y un 30% de los insumos que utilizan otras fincas a su alrededor y en torno al 70% de agua, con lo que ello supone en ahorros de producción. «Hemos de entender que un bosque, una finca que produzca alimentos de una forma lógica, es como un organismo: las redes de hongos del suelo, la red fúnjica, los microorganismos que crecen alrededor de las plantas... el 30% de la producción vegetal se revierte al suelo, y esto es porque la planta necesita que en el suelo haya vida», señala. Sin embargo, y pese a emprender esta revolución que considera necesaria para que siga existiendo la agricultura y para mejorar la calidad de vida del ser humano, también es necesario que la población vea en el sector primario una salida que le puede otorgar recursos para seguir con su modelo de vida. Algo que opina no existe en la actualidad. «El día que salía la campaña en las fruterías y mercados para comprar plátano de Canarias y ayudar al platanero de La Palma, los precios a los que estábamos cobrando el plátano aquí eran 20 céntimos el kilo en la categoría superior, el resto lo estábamos dando gratis. Cuando producir un kilo de plátanos, podría costar unos 50 céntimos. Es verdad que hay que apoyar al plátano de La Palma, pero no llega al agricultor ese dinero», lamenta. Esta también puede ser la oportunidad para revertir esta realidad.