Del esforzado trabajo de los maragatos a los cambiantes mercados de pescados hasta llegar a Mercamadrid Aquí no hay playa. Bueno, ni playa ni mar... pero sí mucha afición al pescado. Está cuantificado. Y es que el mercado de pescados de Mercamadrid es líder en Europa en la comercialización de productos de la pesca y de la acuicultura. Las cifras así lo avalan. Con una superficie cubierta de 33.000 metros cuadrados, y una comercialización anual de 172.012 toneladas de alimentos en 2019, año que se suele considerar antes de la pandemia, que tantos negocios trastocó, el mercado de pescados de Mercamadrid se posiciona como el segundo mercado más importante del mundo por volumen de gestión comercial, tras Tokio. Y es que esta historia de «amor» de Madrid con el pescado viene de antigua, con acentos propios. Como el «monopolio» que, por voluntad propia y el desinterés de los demás, llevó a los astorganos, cabeza de la Maragatería , a copar el negocio de la venta de pescado fresco en la capital. Una época de esfuerzo y sufrimiento, pues su jornada diaria solía ser de tres leguas, unos 15 km. Por aquellos caminos. Emprendedores, para el traslado del pescado desde los puertos del norte construyeron pozos que rellenaban con nieve durante el invierno, la cual resistía gran parte del verano. Así tenían siempre listas sus «cámaras frigoríficas» para mantener el pescado fresco durante el viaje. En una época en que, obviamente, no existían camiones y los trenes tampoco eran de fiar por sus horarios y su poco desarrollo, ejercían la arriería durante los meses de abril a diciembre, descansado del oficio el resto del año . Este oficio, con todo, con la extensión de la vías ferroviarias fue impactado de lleno y paulatinamente desapareció. No así sus protagonistas, los maragatos, pues muchos de ellos «se reinventaron» para asentarse y dedicarse a la venta del pescado. Un género que conocían a la perfección. Todo hasta que el crecimiento de la ciudad empujó a nuevas formas de comercio y distribución. Así, en el último cuarto del siglo XIX, Madrid despuntó en número de habitantes y le urgía establecer una red de abastecimiento de alimentos importante e higiénica. Al hilo de todo aquello, en plena Restauración, el rey Alfonso XII, allá por el 1875, inauguraba dos grandes mercados al estilo del Convent Garden de Londres o Les Halles de París: los mercados de la Cebada y el de Los Mostenses. Así las cosas, las comunicaciones, en este caso ferroviarias que estaban despuntando en todo el país, y dada la cercanía física de este último a la estación del Norte, en Príncipe Pío, por donde entraban las mercancías de Asturias o Galicia, se pesó en que lo indicado era dedicarlo a la compra y venta de pescado, tanto al por mayor como al menor. Así, este lugar se convirtió en una especie de Lonja de pescado y marisco en la Villa y Corte. Lo que hoy en día es Mercamadrid para ese tipo de género lo fue en la Restauración el Mercado de Los Mostenses. Pasados los años y ya comenzado el siglo XX, se pensó en construir una red de mercados tanto de barrio como centrales y como el antiguo Mercado de hierro de Los Mostenses iba a ser demolido con la construcción de la Gran Vía, el Ayuntamiento encargó en 1931 la construcción de un gran mercado central de pescados, esta vez cerca de Puerta de Toledo. Hoy en día aquel edificio de arquitectura racionalista ha cambiado su género. El Mercado de Pescados y Mariscos estuvo operativo desde el año 1934 hasta 1982. En el año 2011 se firmó un protocolo entre el Ayuntamiento de Madrid, la Comunidad de Madrid y la Universidad Carlos III para convertir el edificio del Mercado en sede universitaria. Atrás queda la historia maragata de tratantes de pescado y las infraestructuras comerciales -cambiantes-, de este producto en la Villa y Corte. Una historia para muchos ignota.