Los cerezos en Japón o en el extremeño valle del Jerte, los tulipanes en los Países Bajos , la lavanda en la Provenza ... escenarios impresionantes a los que nada les tienen que envidiar los frutales de hueso en el Baix Segre (Lleida). Los cientos de miles de melocotoneros, nectarinas, paraguayos, platerinas y otros árboles de fruta dulce o como los llaman aquí, de pinyol (hueso)que cubren los márgenes del tramo final de este río, principal zona de producción del país, empiezan un año más a estallar en color para convertir estas tierras pardas y adustas en un infinito mar rosado.
Pero se trata de un espectáculo tan bello como efímero: apenas tres semanas a primeros de marzo. Unos días arriba o abajo en función del tiempo que haya hecho durante las precedentes, pues la floración precisa de un cierto periodo previo de bajas temperaturas. Con los últimos días de frío invernal despuntaron las yemas en las ramas desnudas; de la noche a la mañana, los pequeños árboles podados abandonan bruscamente la hibernación y sus desnudas ramas se llenan rápidamente de diminutos capullos de los que emergen unas delicadas flores rosas de cinco pétalos y largos filamentos.
Por si su existencia no fuera lo suficientemente breve, y si una helada súbita no las daña irremediablemente, los agricultores se afanarán en arrancar la mayor parte con un raspador porque cada una de ellas da lugar a un fruto y se busca que el tallo concentre sus energías en unos pocos melocotones más grandes y dulces. Así que conviene darse prisa para contemplarlas.
Cada año son más las personas que lo hacen. Desde 2011, la localidad de Aitona (de 2.500 habitantes y con 3.800 hectáreas sembradas de frutales) organiza visitas guiadas por los mismos pagesos y otras actividades culturales y gastronómicas relacionadas con lo que han bautizado como fruiturisme (de 'fruta' y 'turismo'). En 2016 atrajeron a unas 2.000 personas, y al año siguiente ya fueron 5.500. Hace un par de años también se presentó sin previo aviso un grupo de 200 turistas nipones. Y el año pasado los visitantes rondaron las 20.000. Han contribuido a ello las visitas del cónsul japonés en Barcelona, un enamorado de las flores, y numerosos reportajes en las televisiones catalanas, pero también japonesas, rusas y de otros países.
Los visitantes que durante los fines de semana de marzo llenan las calles y los escasos restaurantes de una localidad todavía sorprendida de su presencia pueden recorrer las fincas abiertas al público (que no son todas, y no está permitido entrar en ellas libremente) en rutas en autobús, a pie, en bicicleta, alquilando quads e incluso sobrevolar en globo las extensiones floridas.
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Vista aérea de plantaciones de melocotoneros en flor en Aitona (Lleida). getty images
El Ayuntamiento trabaja ahora para que los beneficios del turismo no se limiten a estas pocas semanas primaverales y hagan viables nuevos negocios vinculados con el mismo. "Queremos que la gente venga también en verano para ver cómo maduran los frutos y cómo se recogen, no promover solamente la floración, sino la fruta en general", explica la alcaldesa, Rosa Pujol. Entre mayo y junio, con la llegada de los temporeros, el pueblo duplica su población.
El cultivo de frutales en este territorio, donde el año pasado se cosecharon más de 400.000 toneladas, tiene unas pocas décadas de historia. Se inició a mediados del pasado siglo. Estos municipios con nombres de raíces árabes (fueron musulmanes durante cuatro siglos), dedicados tradicionalmente al cultivo de cereales, deben su actual prosperidad a los canales que desde entonces toman agua del río Segre, como el de Seròs. "En 1975 teníamos la renta per cápita más alta de Europa", revela Pujol. Los tubos del riego por goteo han permitido reducir un 30% el consumo de agua, algo importante porque más del 60% de los cultivos de la comarca, que se exportan a toda Europa, son ya de regadío, y la cifra podría aumentar en los próximos años. Sin embargo, los bajos precios que alcanza la fruta en los últimos tiempos se están convirtiendo en una seria amenaza para este océano de flores rosadas del Baix Segre.
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Una publicación compartida de Fruiturisme Aitona (@fruiturisme) el 1 Mar, 2019 a las 9:42 PST