Mientras el campo mira al cielo temiendo la sequía, la verdadera amenaza llega desde Bruselas. Un nuevo impuesto europeo pone en jaque al cultivo más rentable de España y a miles de familias rurales que dependen de él. Los impuestos de Bruselas no paran, cada vez hay más impuestos que afectan a diferentes sectores del país, y este nuevo impuesto que se pretende estudiar afectará directamente a la economía española. ¿Y si el mayor riesgo para el campo español no estuviera en el cielo, sino en Bruselas? Mientras medio país mira al cielo esperando lluvias, una reforma fiscal europea está a punto de sacudir el cultivo más rentable de España: el tabaco extremeño. Sí, el mismo que sostiene miles de empleos rurales y exportaciones millonarias. La propuesta llega desde Dinamarca, que preside la UE este año y quiere duplicar los impuestos al tabaco calentado. Y aunque pueda sonar a un detalle técnico, en Extremadura lo han recibido como una tormenta perfecta. Cuando un simple cambio de criterio fiscal puede poner en jaque a 20.000 familias, conviene preguntarse: ¿somos conscientes del impacto real? Porque aquí el problema no es solo económico. Es social, territorial y hasta cultural. Extremadura vive del tabaco como otras regiones viven del vino o el aceite. Y ahora, ese equilibrio se tambalea. El impuesto que lo cambia todo La propuesta danesa es bastante clara, pasar de un sistema que grava cada unidad a otro que lo hace por peso. Sobre el papel parece algo menor. En la práctica, significa una subida del 132% en los impuestos del tabaco calentado. Traducido al día a día, cada paquete podría encarecerse en torno a 1,80 euros, restando competitividad justo al producto para el que Extremadura se ha convertido en referencia europea. El problema no es solo el precio final para el consumidor, sino el efecto dominó. Menos demanda significa menos compra de hoja nacional. Y menos compra significa menos actividad económica en zonas donde no existe un "plan B". A todo esto se suma el riesgo de contrabando: Francia ya lo está viviendo, con más del 40% del tabaco consumido en el mercado ilegal tras subidas similares. Un aviso que España no puede ignorar. Extremadura, epicentro de un terremoto silencioso Pocas cifras explican tanto como estas, Extremadura concentra más del 98% del tabaco español y exporta cerca del 74% de lo que produce. En 2024, esas ventas superaron los 70 millones de euros y su rendimiento por hectárea es catorce veces mayor que el del olivar. Si el tabaco extremeño es tan rentable es por su calidad, su especialización y su destino principal, los productos de tabaco calentado que ahora podrían verse penalizados. Pero la importancia del sector va mucho más allá del dinero. Hablamos de más de 20.000 familias que dependen directamente del cultivo. Hablamos de cohesión territorial, de empleo rural, de un tejido productivo que ha conseguido convertirse en referente gracias a años de trabajo y certificaciones que avalan la sostenibilidad del producto. Por eso, cada movimiento fiscal en Bruselas se siente en Extremadura como una sacudida. Salud pública, economía rural y un choque que nadie quiere afrontar La propuesta europea busca avanzar hacia una "generación libre de humo" en 2040. Un objetivo loable, pero cuya implantación está generando fricciones. Equiparar fiscalmente productos de combustión y productos calentados, pese a tener perfiles de riesgo diferentes, está siendo cuestionado por científicos, productores y economistas. Muchos coinciden en que no reconocer las diferencias puede frenar la innovación y empujar de nuevo al mercado hacia opciones más dañinas. Mientras tanto, en España el debate se ha transformado en un pulso entre salud pública y supervivencia rural. El sector pide una regulación equilibrada que permita seguir avanzando sin destruir la economía de regiones enteras. Y lo hace con una preocupación muy concreta, si Bruselas no rectifica, el golpe a la producción podría resentirse justo cuando el sector había logrado posicionarse en la cadena de valor europea con más fuerza que nunca. Conclusión: un futuro que no puede decidirse a espaldas del campo El nuevo impuesto europeo puede parecer una medida burocrática más, pero en lugares como Extremadura marca la diferencia entre continuidad y abandono. El campo español ya vive bastante entre incertidumbres como para sumar decisiones que no tengan en cuenta su realidad. Esta vez el riesgo no está en el clima, ni en la sequía, ni en los precios internacionales: está en una reforma fiscal que amenaza al cultivo más rentable que tenemos. Quizá ha llegado el momento de poner el foco donde realmente importa. Porque, si algo demuestra este debate, es que la política europea no puede seguir legislando sin escuchar a quienes mantienen vivos los territorios rurales. El futuro del campo también depende de que se hable de él.