Interrelación de las actividades de monitorización y manejo en el olivar

La situación de la parcela define las condiciones climáticas, que condicionan la variedad a plantar y por tanto el tipo de aceite producido. También el vigor del suelo ha de ser tenido en cuenta a la hora de elegir una u otra variedad (a mayor vigor del suelo, menor vigor de la variedad y viceversa). El vigor de la variedad condicionará el marco de plantación. Una vez definidos los sectores es posible establecer los puntos de monitorización de la humedad del suelo, lo que permitirá realizar la programación de riegos en función de las condiciones climáticas y del estado fenológico del cultivo. La monitorización del suelo permite el cálculo de la evapotranspiración y la predicción de enfermedades, pudiendose determinar los momentos de aplicación de los tratamientos. La programación de riegos tiene una influencia directa en la salinidad y sodicidad, también afecta a los planes de fertirrigación, el tipo de abono elegido y la cantidad a aplicar, así como la posibilidad de potenciar los macronutrientes. El riego no sólo determina la cantidad cosechada, sino también el rendimiento en aceite y ,por tanto, la calidad de éste. La monitorización de la vegetación, también condicionará el manejo del olivar, ajustándo las cantidades de riego y abono y la poda requerida; siendo sepecialmente importante en la fase de maduración ayudando a determinar el tanto por ciento de acumulación de aceite y de humedad, el índice de maduración... datos necesarios para establecer una estimación de la producción, de la que dependerá la planificación de la cosecha y el manejo de la aceituna antes de su entrada en almazara. Un cuadro recoge gráficamente estas interacciones entre el manejo de olivar y su monitorización