"Antes, yo empezaba a cortar la aledo alrededor del 15 de noviembre pero con el calor que ha hecho, ahora ya llevo un mes con ella", cuenta José Antonio Martínez, un agricultor de Novelda (Alicante) que ha pasado toda su vida entre bancales de viñedos. La aledo a la que se refiere es la variedad de uva más tardía del continente, autóctona de la comarca alicantina del Medio Vinalopó, la que protagoniza las campanadas de Fin de Año. Es una uva fuerte, "salvaje, acostumbrada a resistir" tanto a la intemperie como "en cámaras de frío", que es donde se está depositando la cosecha, en este otoño en el que se han alcanzado temperaturas de verano . "No nos quedaremos sin uva", avanza Beatriz Rocamora, directora de la Denominación de Origen Protegida (DOP) Uva Embolsada del Vinalopó, pese a que certifica que el cambio climático adelanta y reduce las cosechas, además de favorecer la expansión de las plagas de la vid. El calor estresa a las viñas. "Las plantas no descansan lo suficiente", relata Martínez, "la uva necesita horas de frío por la noche, si no, pierde fuerza". De esta forma, merma la cantidad de racimos. "En los últimos dos o tres años, con la subida de las temperaturas, la cantidad de uva por terreno está disminuyendo", afirma el agricultor. También deben afrontar la falta de lluvias, "con lo que es necesario regar más", con el agua a un precio que, afirma, "ha subido un 100%". El reciente trasvase Júcar-Vinalopó ha establecido el precio del agua en 24 céntimos el metro cúbico, "pero eso es en la cabecera de Villena", dice Martínez, "entre las pérdidas y los gastos, a nosotros nos lo dejan en cerca de 50 céntimos". Y entre el calor y la humedad, muy alta durante todo el verano y también en los primeros meses del otoño, los insectos campan a sus anchas. "El gran enemigo son las plagas", continúa, "los hongos que pudren la uva", insectos que se propagan, como "la lobesia, una mariposa que devora los granos en su fase de oruga", o el mosquito verde, "que es incontrolable y ataca al pámpano", la primera fase del crecimiento de la vid. Martínez indica que el adelanto de la cosecha de la variedad de Nochevieja no es la única. El resto de uvas amparadas por la DOP alicantina "se han agotado ya", sostiene Pío Hernández, secretario de la Junta Central de Usuarios (JCU) del Vinalopó, l'Alacantí y Consorcio de Aguas de la Marina Baixa, que agrupa a los regantes de media provincia de Alicante. "Las variedades que a estas alturas aguantaban hasta noviembre" ya se han consumido. Son las que ampara la DOP: desde las tempranas victoria, ideal, doña María y red globe, hasta la dominga y la aledo, "que tiene el hollejo más duro y aguanta mejor la intemperie". Todas con menos ejemplares este año. "Al cortar y embolsar", continúa Hernández, "se ve menos racimo y mucho perellón", que es como se denomina a los granos pequeños. "No me extraña que se esté cortando ya la aledo, dejarla en el campo es gastar agua", sentencia. Antes de que el termómetro de otoño rompiera todos los registros, en la DOP ya preveían una merma de la cosecha. En septiembre, cuando comienza la vendimia, ya alertaron de que su producción, repartida entre los municipios de Aspe, Novelda, Hondón de las Nieves, Hondón de los Frailes, Monforte del Cid, Agost y La Romana, iba a rondar los 35 millones de kilos, un 10% menos que en la campaña de 2022, tramitados por 300 agricultores y 30 comercializadores en una extensión de 1.500 hectáreas. "El calor ha estresado la planta, con lo que produce menos", ratifica Rocamora. También ha habido "escasez de precipitaciones" y "la tendencia de reducción del uso de productos fitosanitarios", alentada desde la Unión Europea, "da menos medios para enfrentarse a las plagas", que proliferan con las altas temperaturas. Al menos, la secretaria de la DOP avanza una noticia positiva, ya que "el mercado está mejor que el del año pasado , que a 31 de enero seguíamos vendiendo aledo porque no tiraba". Este año, la variedad característica de fin de año incluso "ha adelantado sus ventas". "Cada grado que sube la temperatura media de agosto, adelanta una semana la cosecha", manifiesta Gabino Ponce, catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Alicante (UA), en la que desarrolla un proyecto de investigación sobre los viñedos. De momento, la incidencia del calor sobre las plantaciones "se puede regular sombreando los viñedos y regando más para recrear unas condiciones de humedad que no existen". En una provincia como Alicante, en que "hasta el siglo XX se ha cultivado uva hasta casi en la orilla del mar", como en el caso de la uva moscatel de la Marina Baixa, el cambio climático está restringiendo el cultivo a terrenos "a más de 400 metros de altitud", donde el clima es más templado. "La uva bobal de Requena-Utiel", en el interior de Valencia, en el límite con Castilla-La Mancha, "está perfecta, es donde mejores vinos se están haciendo actualmente " de toda la Comunidad Valenciana, en su opinión. Pero el fenómeno se extiende a todo el planeta: "Escandinavia ya está plantando viñedos", asegura. El calor aprieta a la parra, que crece menos. "De los 7.500 u 8.000 kilos por hectárea que se recogían antes, se ha pasado a la mitad", explica. A cambio, la uva, y, por tanto, el vino, "gana dulzor", algo que los aficionados americanos "aprecian mucho". La escasez de lluvias, prosigue Ponce, "obligan a regar más, con lo que los cultivos no serán rentables". Si a eso se añade que la vid está siendo desplazada también "por el uso residencial de los terrenos, la competencia de cultivos más rentables y la instalación de plantas fotovoltaicas", el futuro no es nada halagüeño. "Se perderá uva, no tanto la de mesa como la destinada a viticultura", aventura.