El motor económico de Lebrija y de gran parte de la comarca del Bajo Guadalquivir de Sevilla lo componen las explotaciones agrícolas de regadío y las industrias transformadoras de sus productos. El combustible que hace funcionar ese motor es el agua. Si falta agua para regar la explotaciones del Sector B-XII de las marismas de Lebrija, se resiente toda la economía del municipio al igual que ocurre en otras poblaciones de la comarca en las que el regadío es esencial para mantener una renta digna.
«El agua es empleo en el Bajo Guadalquivir», señala a ABC de Sevilla el secretario general en Lebrija de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), José Antonio García. Toda la comarca, al igual que gran parte de Andalucía, se enfrenta este año una vez más a la sequía con sus consecuencias de falta de producción agrícola, cosechas perdidas y ausencia de contratos para los trabajadores del sector, ya sea a pie de campo o en alguna de las industrias transformadoras.
La principal fuente de agua para riego llega a la comarca a través del Canal del Bajo Guadalquivir o Canal de los Presos, una infraestructura gestionada por la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG). COAG se ha reunido con el presidente de la CHG, Antonio Ramón Guinea, al que ha trasladado que «es fundamental hacer un esfuerzo para atender las necesidades hídricas de cultivos de marcado carácter social, como el tomate de industria y otras hortícolas, además de los leñosos, por su importancia para fijar la actividad a la zona, por los empleos que genera y porque es esencial no perder el hueco ganado en los mercados».
En esa reunión también estuvo presente José Antonio García, que explica que «la comisión de desembalse ha autorizado el envío de agua en una cantidad de 1.000 metros cúbicos por hectárea para el año agrícola cuando normalmente esa dotación es de 6.000». A juicio del responsable local de COAG, con la dotación anunciada «no hay para casi nada». García insiste en que «en el Bajo Guadalquivir, sin agua no se funciona» y argumenta que «no hay turismo, se paró la construcción y el poco trabajo que hay está en el sector servicio en una zona donde los pueblos dependen de la agricultura». Según sus cálculos, en la comarca «la agricultura supone el 80 por ciento del empleo de los pueblos».
Lebrija cuenta con 14.000 hectáreas de regadío que consumen al año una media de 84 hectómetros cúbicos de agua, aunque el año pasado ese consumo se quedó en 67 hectómetros cúbicos «y se sacaron todos los cultivos adelante», subraya el secretario local.
Para hacerse una idea de la importancia económica del regadío es suficiente con el ejemplo de dos productos: el tomate industrial, el que genera más empleo (no menos de 1.000 contratos en Lebrija durante la campaña de recolección), ocupa unas 8.000 hectáreas, la mitad lebrijanas, cuenta con tres industrias de transformación para obtener concentrado de tomate; y el algodón del que se siembran en la provincia 62.000 hectáreas, la mayoría en el Bajo Guadalquivir donde también se localiza su infraestructura industrial en las desmotadoras de la fibra textil. A estos cultivos hay que sumar otros claves como remolacha, girasol, trigo y maíz o el más novedoso de la quinoa, pero también los hortícolas que suponen la apuesta de futuro y la diversificación de la producción.
Con este escenario, José Antonio García se hace eco del sentir entre los agricultores y teme que la sequía provoque «la pérdida de empleo en todos los cultivos, además del empleo en la industria, y la pérdida de mercado por no poder abastecerlos».
Modernizar el arrozUn problema adicional a la sequía que hace peligrar las producciones de regadío en el Bajo Guadalquivir es el consumo de agua por parte de las explotaciones arroceras. «El arroz ocupa el 10 por ciento de la superficie cultivada, pero gasta el 30 por ciento de la dotación de agua», asegura José Antonio García que advierte que «no queremos conflictos, pero el arroz tiene que modernizar sus infraestructuras». En este sentido, COAG ha pedido en la reunión mantenida con la CHG que se ponga sobre la mesa «un proyecto efectivo para la modernización del arroz, que verdaderamente permita que se ahorre agua, ya que este cultivo necesita una importante cantidad de recursos de la cuenca y normalmente, debido a los calendarios de siembra y de desembalse, no encuentran problemas para disponer de ellos».