Muchos de estos trabajos se han desvanecido con el paso del tiempo, dando paso a una modernidad que los ha dejado atrás El ciclo de la vida rural gallega estuvo marcado por una serie de oficios que, aunque hoy suenan ajenos o incluso sorprendentes, fueron en su momento esenciales para la comunidad. Entre ellos, el trabajo de las lavanderas, las comadres de agua que pasaban su vida a orillas de los ríos, y los herreros, artesanos que forjaban desde herramientas hasta objetos de uso cotidiano. Estos oficios, enraizados profundamente en la cultura popular, han desaparecido casi por completo, pero dejaron una huella imborrable en la memoria colectiva de Galicia. Tejedoras de historias a orillas del río En pueblos como Arzúa, Mondoñedo o Cangas, las lavanderas eran figuras indispensables. Con sus manos arrugadasy curtidas por el agua, pasaban horas lavando la ropa de toda la familia en los lavaderos públicos. Estas mujeres no solo se encargaban de limpiar, sino que también formaban un punto de encuentro social. En torno al río, las lavanderas compartían historias, rumores y consejos, formando una red de apoyo mutuo que tejía la vida de las comunidades rurales. "Lavaban las penas junto con la ropa", solían decir en las aldeas gallegas. Un oficio que no solo era necesario, sino también un catalizador social y cultural, que fortalecía los lazos de vecindad. Hoy, las lavanderas han desaparecido casi por completo, pero el eco de sus pasos sigue resonando en algunos de los viejos lavaderos que aún permanecen en pie, esperando la llegada de una época en la que los rincones rurales se olvidaron de las aguas que cantaban a la vida cotidiana. Forjadores de una Galicia fuerte El oficio del herrero, que dio vida a espadas, arados y utensilios de todo tipo, es otro de los trabajos que se han desvanecido con el paso de los años. En casi todos los rincones de Galicia, el herrero era un personaje fundamental, el alma de la comunidad. En pueblos como Oza dos Ríos, el calor de la fragua era casi tan esencial como el aire que se respiraba. Los herreros forjaban no solo metal, sino también el carácter de los gallegos, que dependían de su destreza para la fabricación de herramientas que serían utilizadas en la agricultura y la ganadería, pilares de la economía gallega. Hoy, las herrerías han sido sustituidas por fábricas de metal y maquinaria industrial, pero en algunas localidades aún se recuerda con cariño el chisporroteo de las chispas en la fragua y el sonido del martillo sobre el yunque. Algunos herreros contemporáneos aún conservan su oficio, pero su número es cada vez menor, lo que convierte a estos últimos exponentes en custodios de una tradición que corre el riesgo de perderse. Otros oficios que ya casi no existen Además de las lavanderas y los herreros, Galicia albergó otros oficios hoy casi olvidados, como el de los barquilleiros (fabricantes de pequeños barcos de madera) o los maceiros, que cultivaban la maca, una planta que antaño se utilizaba en el hogar gallego. Los primeros fueron fundamentales en las zonas pesqueras, y los segundos, encargados de la extracción de la maca para su venta en los mercados, desempeñaban un papel vital en la economía rural. La nostalgia de un tiempo que se fue Aunque muchos de estos oficios han desaparecido debido a la industrialización y los avances tecnológicos, la nostalgia por esos tiempos sigue viva. Las historias de las lavanderas y herreros, esas figuras que dieron forma a la Galicia antigua, siguen transmitiéndose de generación en generación, no solo como recuerdos, sino como símbolos de una Galicia que valoraba el trabajo manual y el esfuerzo comunitario. El paso del tiempo ha cambiado el rostro de las aldeas gallegas, pero en cada rincón aún se pueden encontrar vestigios de aquellos tiempos. Las lavadoras han sustituido a las piedras de los lavaderos, y los talleres de herrería han sido reemplazados por fábricas de metal, pero la memoria colectiva de Galicia guarda con cariño los oficios de antaño, esos que hicieron posible el día a día de generaciones pasadas. Hoy, quizás más que nunca, el recordar estos oficios olvidados puede servir de inspiración para revivir las raíces de una Galicia que, aunque evolucionada, sigue siendo fiel a su pasado.