Cuatro emprendedores explican a LA RAZoeN por qué se quedaron en la Comunidad para fijar su proyecto de vida El 21 por ciento de los castellanos y leoneses se ha planteado la emigración para mejorar su futuro o sus condiciones laborales. La cifra aumenta hasta el 49 por ciento entre aquellos que van de los 26 a los 35 años y se dispara hasta el 65 por ciento entre los menores de 25, según el último barómetro de la Asociación Profesional de Sociología de Castilla y León.
Sin embargo, todavía son muchos los que apuestan por la Comunidad y más aún por sus pueblos para empezar su proyecto de vida y establecerse. Es el caso de Pedro González, María Atienza, Sara Marcos y Víctor Muñiz, cuatro emprendedores que explican a LA RAZoeN por qué no piensan en irse fuera de la Región.
«Tenía 21 años cuando compré mis primeras cabras, en 2005. Siempre había sido mi sueño, desde niño quise ser ganadero», afirma González, quien nunca tuvo en su cabeza para ello otro sitio que no fuera localidad zamorana de Vezdemarbán. «Por un tiempo barajé la opción de Toro, porque mi madre es de allí, pero jamás he pensado en irme fuera», añade.
Las ayudas de la Junta y de la Diputación para establecerse como primera instalación ganadera «me ayudaron a comenzar» con Ruralcabras S.C. y ahora la PAC es un apoyo para mantenerse ante las adversidades «como la bajada del precio de la leche que vivimos el año pasado, que hizo muy costoso sacar una rentabilidad razonable para dos familias», asegura.
Sin embargo se muestra optimista, considera que la que viene «será una buena campaña» y asevera que seguirá apostando por Castilla y León.
Otro ejemplo es el de Sara y Víctor. Estos dos jóvenes se animaron a crear su marca de mieles, Zumbando, en la primavera de 2015, cuando tenían 32 años. Para ello, decidieron instalar sus colmenares en los Montes Torozos y su pequeño obrador en la localidad vallisoletana de Castromonte, desde donde, poco a poco, empezaron a vender sus productos en tiendas especializadas y a algunos de los mejores restaurantes de la Comunidad y de fuera, merecedores de Estrellas Michelín y Soles Repsol.
Tras estudiar Ingeniería de Montes y Agrícola y trabajar de lo suyo, decidieron cambiar el rumbo e impulsar una gama de «mieles crudas, sin calentar ni procesar» e hidromieles que les llevó a poner en marcha su propio negocio. En este camino también han sufrido algún bache. «En el verano de 2016 un incendio arrasó tres cuartos de muestras colmenas», a pesar del cual «nos levantamos, porque cuando crees en algo te sale de las tripas», afirma rotunda Sara.
«En Castilla tenemos muchos recursos y no los valoramos», añade. ¿Su siguiente reto? «Ampliar la cabaña ganadera, mejorar las instalaciones y aumentar las ventas de forma directa para tener un trato más cercano con el cliente».
Pero no solo del campo viven los pueblos y bien lo sabe María Atienza, una joven de 24 años que estudióAdministración de Empresas en Valladolid y que tras ello decidió coger las riendas de diseño de la empresa familiar, Curtidos Atienza S. A., en la localidad palentina de Villaramiel, para darle un nuevo enfoque «centrándonos también en el público juvenil y creando colecciones de marroquinería».
Con materiales de calidad «que duran para siempre», una curtición cien por cien vegetal y el saber hacer de artesanos de la zona María pone de relieve que todo el proceso, desde el curtido de la piel de vacuno hasta el embalaje «está hecho en Castilla y León, jamás pensé en otro lugar con todo lo que tenemos aquí».