Anna Calderón y Ainara Valadez Barcelona, 12 sep (EFE).- Muchas personas han pensado en trasladar su vida al entorno rural, sobre todo después de la pandemia, y algunas lo han conseguido, como Merlés Martínez, Laia Angrill y Estela Delga, tres mujeres que dejaron el estrés urbano para abrirse camino en el mundo rural, una tarea nada fácil si eres joven y, además, mujer. Después de estar cinco años trabajando en un centro comercial de Badalona (Barcelona) y haberse formado en Ingeniería Agrícola, Merlés Martínez decidió entrar en la Escuela de Pastores de Cataluña y trasladarse al mundo rural en busca de oportunidades laborales. "Tenía claro que no quería trabajar en una granja intensiva, así que solo me quedó emprender", comenta a Efe. Con 28 años, la joven empezó su andadura en el mundo de la ganadería con el proyecto de Can Mimó de Vacarisses (Barcelona), una iniciativa integrada en el proyecto europeo Life Montserrat destinado a proteger la zona de los incendios a través de la silvopastura. Ahora, desde hace cuatro años, sale a pastorear cada día sus 150 cabras para reducir la biomasa forestal de la zona, una actividad que mantiene gracias a la venta de productos lácteos y cárnicos. "Con el verano de incendios forestales que estamos viviendo, es más evidente que nunca que faltan jóvenes pastores en el mundo rural", apunta Martínez, quien lamenta que este tipo de proyectos de prevención de incendios "requieren de grandes inversiones que son imposibles sacar adelante para una persona joven". Antes de tener su propio rebaño, Martínez se enfrentó a distintos trabajos en los que, asegura, se sintió discriminada por ser mujer y recibió un trato "infantilizador porque me advertían continuamente de que no cogiera cuchillos o cántaros de leche pesados, pero a mis compañeros nunca les decían nada". Martínez forma parte de los llamados 'neorrurales' y comenta que el hecho de venir de la ciudad siendo mujer joven también le ha supuesto un problema añadido: "algunos directamente no te dejan ni intentar formar parte de este sector", en el que sólo un 20% son mujeres. Laia Angrill dejó atrás su pueblo, Oliana (Lleida), hace cinco años para trasladarse a Barcelona a estudiar Global Studies, sin embargo, a raíz de la pandemia, tuvo que volver a su pueblo para coger el relevo a su padre en la explotación ganadera familiar. Tras dos años trabajando en el negocio familiar y haber cogido las riendas de la granja, a sus 23 años, Angrill advierte sobre las dificultades con las que se encuentra las mujeres jóvenes en el mundo de la ganadería, un sector "masculinizado y envejecido". "En los sindicatos me he encontrado con muchos ganaderos que no creen que una mujer joven pueda con 250 animales", denuncia Angrill, que reitera el importante papel que podría tener su generación en la incorporación de una perspectiva feminista y medioambiental en este sector. "Cuando vas a una reunión y eres la única mujer te puedes encontrar con dos tesituras, ser la que más habla y grita para que te escuchen o no poder decir nada porque te hacen creer que lo que dices es una tontería", lamenta la joven. Estela Delga, hortelana de 26 años, denuncia que este tipo de discriminaciones también se dan en otros ámbitos. Hace tres años, la joven decidió abandonar su trabajo de ilustradora en la ciudad de Girona para crear una escuela de permacultura en un pequeño pueblo de la Garrotxa y compartir sus experiencias en YouTube. Antes de crear su propio negocio, debido a las dificultades para encontrar vivienda y tierras que cultivar, Delga y su pareja cuidaron una masía a cambio de alojamiento. Delga denuncia que, según su propia experiencia y la de otras mujeres que se han puesto en contacto con ella por redes sociales, los contratos de aparcería suelen ser "muy sexistas", con ofertas laborales en las que se especifica que debe ser la mujer la que se dedique a cocinar y limpiar la masía y el hombre, el que se dedique a cultivar la tierra y hacer pequeñas reparaciones. "¿Por qué la mujer no puede dedicarse a trabajar la tierra y debe dedicarse por contrato a la limpieza del hogar?", se pregunta la joven, que lamenta, además, que algunos propietarios traten de "aprovecharse de la buena fe de los jóvenes sin experiencia". FALTAN AYUDAS Las malas experiencias vividas en el mundo de la aparcería llevaron a Delga a buscar otras alternativas para vivir en el campo y cultivar la tierra, una actividad para la que, asegura, le faltaron ayudas por parte de la Administración. Según el Atlas del Mundo Rural 2022, las solicitudes de ayudas para la incorporación de jóvenes agricultores están decreciendo y sólo un 27,8% son solicitudes hechas por mujeres, una cifra que aumenta respecto a otros años, pero poco. "Las ayudas son escasas y tardan mucho en llegar, la primera inyección de dinero llega tras dos años de la solicitud y la otra mitad, durante el cuarto año", según Angrill, que recalca que este tipo de ayudas son "un parche a un problema de fondo". "Cuando el gobierno intervenga la economía de este sector de manera efectiva, entonces, no necesitaré ayudas ni por ser joven ni ser mujer. El precio de la leche es tan bajo que las ayudas no sirven para nada, el balance de resultados siempre es negativo", afirma Angrill, que considera que "el relevo generacional es uno de los retos principales de este sector". Según datos de Acción Climática, solo el 9,5% de las personas que se dedican a trabajar la tierra son jóvenes, el 24,5% tienen entre 41 y 55 años y el 41% supera los 65 años. "El relevo generacional no es solamente necesario para dar vida al mundo rural sino también para cambiar la visión masculinizada que existe en el sector primario", concluye Martínez. EFE acm-avm-fjn/ce (foto) (video)