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Cinco vinos de Arlanza, una D.O. desconocida con mucho futuro

03/11/2023
En: elpais.com
Digital
Para quien tiene un visón plana, lineal, sobria y mística de la vieja Castilla, Arlanza puede resultar una sorpresa mayúscula. Porque en esta región ribereña, ondulada y montañosa, con oteros, cantiles de roca caliza donde anidan buitres leonados y desfiladeros, dominan las huertas y los viñedos. Y un románico de ensueño. Aquí se ha elaborado vino desde la época de los romanos, con notable importancia durante el medievo gracias a la labor de los monasterios, cuando Lerma y su duque, salvado de la horca por ser cardenal, era centro político de España. Las condiciones para tal prestigio eran y son la altura de los viñedos, que pueden alcanzar los casi mil metros; el clima continental, con inviernos fríos y veranos cálidos y secos; los suelos arenosos, silíceos, graníticos y de margas calizas o disgregadas; y un patrimonio ampelográfico basado principalmente en la variedad noble tempranillo (tinta del país) que representa el 95 % del viñedo. Pero, como en el resto del país, la filoxera obligó al arranque del viñedo existente y a su replantación. El golpe definitivo llegaría en los años 50 del siglo pasado, cuando las pocas explotaciones vitícolas que quedaban se vieron afectadas por el éxodo rural en la comarca debido a la gran expansión industrial que demandaba abundante mano de obra. Contribuyó también a su declive la estructura del viñedo, en su mayoría formado por parcelas muy pequeñas. Como consecuencia, el viñedo histórico sufrió el arranque inmisericorde de sus cepas poco productivas y peor valoradas, sustituyendo la uva por el cereal, mucho más rentable y protegido, con indudable ganancia para el agricultor pero pérdida para nuestra enología. Así, las pocas vides que quedaron, viejas, pero sanas, fueron paulatinamente abandonadas al resultar poco rentables para la elaboración de los claretes con que se abastecían las tabernas de la ciudad de Burgos. Todo comienza a cambiar en 1995 cuando unos pocos viticultores y bodegueros se empeñaron en recobrar el antiguo prestigio de la zona recuperando el viejo viñedo para la elaboración de sus mejores vinos. Es el caso de las 2,3 hectáreas de viñedo centenario que iban a ser arrancados, felizmente recuperado por la bodega Buezo; o el de Sabiñares, bodega creada por cuatro amigos -Luis Martín, David González, Bequer Prieto y Juan Antonio Leza-, que han unido sus fuerzas para recuperar viejos viñedos en la zona de Lerma. Hoy existe un puñado de bodegas capaces de ofrecer al consumidor más exigente tintos notables, aunque las dificultades para un despegue definitivo siguen siendo grandes. Por ejemplo, superar cierto complejo de inferioridad generado por su cercanía a la prestigiosa Denominación de Origen Ribera del Duero , con la que pretenden competir. Arlanza debe buscar y potenciar su personalidad, resaltando el carácter singular de sus vinos: ayudaría las variedades autóctonas que quedan por identificar y rescatar, una tarea que debería afrontar la Denominación de Origen Arlanza, en colaboración con las instituciones autonómicas. Mientras, se puede gozar de algunas de sus mejores elaboraciones como estos cinco tintos que ya muestran el perfil de un gran futuro. Puedes seguir a EL PAÍS Gastro en Instagram y X .
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