Dependiendo de los sectores, las altas producciones generaron precios muy bajos que arruinaron algunas campañas, afectando por ejemplo a los cereales o al aceite de oliva NO es sencillo hacer el balance de un año agrario, ya que cada subsector tiene identidad propia y lo que es bueno para uno puede ser malo para otro. Por ejemplo, un buen año de altos precios para el cereal suele ser negativo para la ganadería en intensivo que ve cómo suben los costes de su principal materia prima. Lluvias abundantes son buenas para muchos cultivos y para la ganadería extensiva que disfruta de abundantes pastos, pero puede provocar inundaciones que llevan a la ruina de muchas cosechas y pérdida de infraestructuras. Así se podrían enumerar numerosos ejemplos. Por otro lado, la diversa evolución meteorológica en función de las zonas y la diferente temporalidad de los cultivos y de los ciclos reproductivos de la ganadería, tampoco permiten hacer un análisis preciso a nivel global.
Sin embargo, algunas conclusiones macro sí se pueden extraer. Desde la perspectiva meteorológica, 2018 ha sido un año favorable para el agro. Se venía de un 2017 con una sequía intensa, y se veía con cierto temor como se mantenía esta tendencia en los primeros meses. Afortunadamente, después de un inicio incierto llegaron las lluvias y climatológicamente se convirtió en un año benévolo. Esto ha dado lugar a que, con carácter general, las producciones hayan sido abundantes, si bien es cierto que en algunos cultivos los pedriscos y otras inclemencias meteorológicas han producido importantes pérdidas, como es el caso de la fruta de hueso, en particular la ciruela, el tomate, maíz, y apicultura. Dependiendo de los sectores, las altas producciones generaron precios muy bajos que arruinaron algunas campañas, afectando por ejemplo a los cereales o al aceite de oliva.
Dos sectores en particular han librado su particular batalla, es el caso de la aceituna de mesa, donde las barreras arancelarias impuestas por Estados Unidos, por ahora sin vías de solución, le han lastrado enormemente. El segundo es el cava, que ha visto frenada su voluntad de expansión productiva, al tener que aceptar las limitaciones de aumento de superficie impuestas por el Consejo Regulador del Cava a Extremadura y al resto de las regiones productoras.
Un importante indicador macroeconómico es la renta agraria, que se estima subió por encima del 3%. Buena parte del sector desconfía de este dato, por dos motivos. En primer lugar porque afirman que la renta ha crecido, pero lo han hecho mucho más los costes. Esto es cierto, como lo es también que los costes están incluidos en el cálculo de este indicador, al igual que el valor de la producción final y las subvenciones percibidas. En segundo lugar desconfían del método de cálculo. Sobre este particular, la metodología está aceptada por la Unión Europea y, en todo caso, es la misma año tras año. Por ello, en el peor de los casos, se podría dudar del valor final, pero no de la evolución. Lo que sí es real es que se trata de un dato medio macroeconómico, y que por tanto, puede haber muchos agricultores que no se sientan identificados. De hecho, España es un país con muchos pequeños agricultores, cuya renta final está alejada de esta ratio.
En cuanto al paro agrario, ha seguido la tendencia positiva general para la región, con un total de 9.880 parados, 867 menos que en 2017.
Por otro lado, 2019 viene cargado de incertidumbres políticas. El resultado final del 'brexit', todavía impredecible, va a condicionar de una forma u otra el futuro del sector. Un salida dura, sin acuerdo, puede levantar barreras comerciales en ambos sentidos que limitarían un importante mercado de los productos agrarios de esta región. Además, la Comisión se encuentra en plena definición de la política agraria, que ya de por sí se estima más restrictiva y con una mayor descentralización, otorgando más capacidad de decisión a los Estados miembros.