A A Berlín, 7 ago (EFE).- Alemania se ha enfrascado en un enconado debate en torno a varias propuestas para elevar los impuestos a la carne y dedicar ese dinero a mejorar el bienestar en las granjas o a la protección del medioambiente. Las reacciones en contra no se han hecho esperar.
La chispa saltó con una columna de opinión del portavoz parlamentario de Los Verdes para política agraria, Friedrich Ostendorff, en el diario "Welt". "Estoy a favor de eliminar la reducción del impuesto sobre el valor añadido (IVA) para la carne y destinarlos a medidas a favor del bienestar animal", aseguró el veterano político.
La frase significaba que el gravamen sobre los productos cárnicos pasaba del actual 7 % al 19 %. El kilo de carne picada de ternera, esta semana a 4,99 euros en los Lidl de toda Alemania, pasaría instantáneamente a costar 5,55 euros. La bandeja de pechugas de pollo, ahora a 2,99 euros en la cadena Aldi, se incrementaría hasta los 3,32 euros.
Las asociaciones para la conservación del medioambiente y los colectivos vegetarianos y veganos -minoritarios pero con un creciente ascendiente en las grandes ciudades- han aplaudido, con mayor o menor cautela, las distintas ideas que, como sondas, han lanzado en las últimas horas a la opinión pública los principales partidos.
Pero las reacciones no se ha hecho esperar en un país cuyos hitos gastronómicos pasan por la salchicha, el codillo y el Schnitzel (filete de ternera empanado), y donde el ciudadano medio consume unos 60 kilos de productos cárnicos al año.
Tras la propuesta inicial de Ostendorff, que han respaldado a título individual varios políticos de Los Verdes, el Partido Socialdemócrata (SPD) y la Unión Cristianodemócrata (CDU) de la canciller, Angela Merkel, el Gobierno alemán se ha limitado a destacar las dificultades prácticas de la medida y apuntar que hay otras fórmulas más efectivas para mejorar el bienestar de los animales para la producción cárnica, en sí un fin interesante.
El diputado socialdemócrata Rainer Spiering, especializado en política agraria, valoró la eliminación del impuesto reducido para la carne el Estado alemán y estimó que esto podría recaudar unos 5.000 millones de euros extra al año y financiar una mejora en las condiciones de las instalaciones agropecuarias intensivas.
El grupo ecologista Greenpeace saludó también la iniciativa por tratar de "poner fin a la reducción impositiva de los productos cárnicos y lácteos" y calculó, por su parte, que el cambio fiscal reduciría el consumo de carne en un 11 % y elevaría los ingresos públicos en 3.600 millones.
Al calor de esta propuesta han surgido otras. Thomas Schröder, presidente de la Federación Alemana para la Protección Animal, ha hablado directamente de establecer un "impuesto a la carne" de unos "pocos céntimos el kilo", equiparándolo al impuesto a las emisiones de CO2.
Las críticas han emergido a lo largo de todo el espectro político. El ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) ha denunciado que afectaría principalmente al "hombre de la calle" y La Izquierda, en la misma línea, ha señalado que elevar el gravamen lastraría a los "socialmente discriminados".
Los liberales del FDP temen por su parte que se dañe la competitividad del sector alemán frente al del resto de países europeos, un argumento que también han empleado los ganaderos. "No es el fisco sino el agro el que necesita medios y apoyo para la mejora de las instalaciones para animales", aseguró el secretario general de la Asociación Alemana de Ganaderos, Bernhard Krüsken.
El líder de Los Verdes, Robert Habeck, apostó en el diario "Süddeutsche Zeitung" por dejar de lado esta propuesta porque "no ayuda" y tratar a cambio de reformar el sistema impositivo en su conjunto desde un punto de vista medioambiental y social. EFE