Del olivar tradicional al superintensivo, la senda del azar

A mediados de los 90 del pasado siglo aparece el olivar superintensivo. El desencadenante es la adaptación de las vendimiadoras cabalgantes al olivar; la dificultad estaba en el tamaño del arbol, la olivicultura tradicional ha preferido variedades de gran porte. La variedad arbequina, cuya precocidad, productividad y regularidad de la fructificación contenían el tamaño del seto, fue un factor determinante en el éxito del olivar superintensivo. El olivar tradicional entró en una grave crisis a mediados de los años 60 del siglo XX (despoblación del campo que limitó la abundante mano de obra que el olivar tradicional precisa, competencia con otros aceites vegetales) haciendose necesario un olivar alternativo, productivo y mecanizado. El Plan de Reconversión y Mejora Productiva del Olivar, de 1973, supone el impulso inicial a la I+D oleícola; a partir de 1986 la entrada de España en la Unión Europea supuso, con la implantación de la PAC, un impulso financiero sin precedentes en la nueva oleicultura, ya que la productividad se convierte en el eje de la subvención. Desde 2000 asistimos a la consolidación del olivar superintensivo; se establecen empresas de servicios para la mecanización de las distintas labores que exige el cultivo del olivo, desde la plantación hasta la recolección; y surgen grandes grupos que se orientan a la gestión integral de la producción, de la elaboración del aceite y de su comercialización, desde el olivar hasta el consumidor