El 40% de las cosechas en el mundo se pierden por la acción de diferentes tipos de plagas o enfermedades, y en un entorno de intenso comercio internacional y de cambio climático hay que actuar con urgencia
La Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el año 2020 el Año Internacional de la salud de las plantas tal como había propuesto la FAO (la Organización para la Alimentación y la Agricultura). Es posible que, como dice la declaración que lo aprueba, las actividades que se realicen durante este año sirvan para crear una conciencia sobre una cuestión que en algunas ocasiones puede ser importante para reducir el hambre , eliminar la pobreza, proteger el medio ambiente y estimular el desarrollo. En nuestro país no parece que esta conciencia exista demasiado.
Si reflexionamos sobre el tema, ya puede ser de por sí sorprendente que las plantas puedan sobrevivir en el entorno agresivo en el que habitan y que está poblado por animales, hongos, bacterias o virus que viven a costa de ellas. No pueden huir si son atacadas, no pueden responder a la agresión como lo hacen los animales y, en cambio, la experiencia muestra que a veces viven durante siglos . Esto quiere decir que tienen maneras para protegerse de forma eficiente. De todos modos, la FAO calcula que el 40% de las cosechas en el mundo se pierden por la acción de diferentes tipos de plagas o enfermedades y que, en un entorno de intenso comercio internacional y de cambio climático, hay que actuar con urgencia . Estamos viendo también que aparecen nuevos parásitos que actúan sobre especies salvajes, y por tanto ponen en peligro nuestros ecosistemas.
Enfermedades devastadoras
Tenemos en nuestra memoria histórica grandes desastres producidos por enfermedades de plantas. Quizá la más conocida es la que atacó el cultivo de la patata en Irlanda a mediados del siglo XIX, producida por un agente relacionado con los hongos. Se ha calculado que causó más de un millón de muertos por el hambre y un millón de emigrantes, sobre todo hacia América. Desde entonces se han adoptado muchas medidas políticas, sociales y técnicas para evitar este tipo de desastres, pero con éxito relativo. Actualmente tenemos, por ejemplo, una plaga de hongos en el trigo que está avanzando en Europa, y una bacteria, la 'xylella fastidiosa', que ataca a árboles como el olivo y el almendro , ha diezmado los olivos centenarios del sureste de Italia y ya ha llegado a las Baleares y a Alicante. La única solución es arrancar los árboles alrededor de la zona infectada, y esto crea graves problemas a los agricultores. También hemos visto cómo nuevos insectos han atacado nuestras palmeras, y una oruga asiática está destrozando las plantas de una especie tan característica de nuestro país como es el boj .
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Todo el mundo proclama que lo más importante es prevenir la aparición de estos problemas. Hay barreras sanitarias que deberían evitar la propagación de estas enfermedades, pero en nuestro mundo globalizado no es fácil evitar que se produzcan accidentes. También tratamos los cultivos con sustancias fitosanitarias contra insectos, hongos o bacterias, pero nos preocupan sus efectos sobre el medio ambiente o sobre la salud y tratamos de limitar su uso.
Se están aplicando medidas menos agresivas con el llamado control integrado de plagas , que trata de actuar sobre las poblaciones de plantas o insectos, y medidas de rotación de cultivos y otras técnicas agronómicas. Y utilizamos variedades de plantas que sean resistentes a las enfermedades. Los que trabajan para tener semillas mejoradas están en búsqueda constante de variedades que incorporen en sus genes aquellos que hacen que las plantas tengan la propiedad de resistir a los ataques de algún patógeno . La aplicación de técnicas moleculares ha avanzado mucho en los últimos años y se van consiguiendo variedades resistentes, pero los patógenos se adaptan a estas resistencias en una carrera continua para evitar su expansión .
Las plantas enferman de la misma forma en que lo hacemos los animales: por virus , bacterias u hongos. Y los animales nos las comemos, hasta el punto de que dependemos esencialmente de las plantas para nuestra alimentación . Y por eso debemos evitar que nuestros cultivos tengan pérdidas por enfermedades. Por todo lo que sabemos debemos concluir que no podemos bajar la guardia . No nos podemos permitir los niveles de pérdidas que tenemos en estos momentos en la producción de alimentos. Los cambios en el clima y el desarrollo del transporte ya están haciendo que tengamos que actuar de manera sistemática para preservar nuestra producción agrícola y especies silvestres que forman parte de nuestro entorno. No es mala idea llamar la atención durante un año sobre la salud de las plantas. Es esencial incluso para preservar la nuestra.