"Buenos días, Jorge: está la cosa complicada...". Así comienza el correo que recibo de Elena Pérez Canal, directora de marketing de Aceites Abril, una de las principales envasadoras de aceites de España, que en la campaña pasada vendió sus productos en más de 60 países. Esa será la tónica de las respuestas de los expertos consultados para este reportaje: nadie niega una realidad que no es buena desde ningún punto de vista. Y es que España, como buena parte de Europa, atraviesa un momento climático excepcional que resulta particularmente perjudicial para la agricultura y que nos sitúa ante un panorama inédito. Según el Observatorio Europeo de la Sequía , el 47% del territorio de la Unión Europea está en déficit hídrico. Esto supone que, tras un periodo prolongado de altas temperaturas y falta de precipitaciones, el suelo acumula la mitad de la humedad normal en estas fechas. Pero, además, otro 17% del territorio está en alerta, es decir, la carencia de agua es ya tan acusada en esos lugares, muchos de ellos en la Península Ibérica, que afecta a las condiciones de la vegetación poniendo en riesgo su producción e incluso su supervivencia. El olivar no es ajeno a esta crisis. Indicador Combinado de Sequía en Europa - 3er decenio de agosto de 2022 EDO Tendemos a pensar en el olivo como un cultivo resistente, adaptado a condiciones extremas. Y es cierto, aunque siempre dentro de los parámetros climáticos normales. El olivar resiste sin dificultades los rigores de los veranos y los inviernos de la Península Ibérica. Sin embargo, en los últimos años la situación ha empeorado y, desde el otoño de 2021, se ha vuelto crítica para un árbol que es la base no sólo de un sector agrícola esencial sino también de uno de los paisajes culturales relacionados con la producción agroalimentaria más importantes de Europa. España atraviesa la mayor sequía desde que hay registros. Algunos paleoclimatólogos hablan de la más grave en más de 1200 años y equiparan el verano de 2022 al del año 1540, el peor del que existen crónicas y que supuso el comienzo de una crisis demográfica en buena parte de Europa, lo que da una idea de la magnitud del problema. Campo de olivos andaluz Getty Images Jesús Sutil, gerente de la denominación de origen Sierra Mágina, en Jaén, explica la complejidad de la situación: "En febrero de 2020 estábamos cortando las carreteras porque los precios no cubrían costes y el campo se arruinaba. En ese momento llegó la pandemia y la gente empezó a consumir más oliva en casa, con lo que el precio se recuperó un poco. La guerra de Ucrania y la escasez de aceites vegetales llevaron a un incremento aún mayor que, en principio, nos beneficiaba". Sin embargo, en paralelo a esta situación toda una serie de factores se iban sumando para acabar dando lugar a una situación particularmente compleja: las olas de calor de mayo y junio de este año, sumadas a la sequía del verano, hacen que las previsiones no sean optimistas: "la calidad de la oliva no debería verse afectada, salvo que continúe la sequía, lo cual aceleraría la maduración y el envero", afirma Elena Pérez Canal en relación con las plantaciones de su empresa. "En cuanto a la cantidad, sí que afectará. Por el momento manejamos una previsión de un 50% menos debido a alguna helada tardía, lluvias durante la floración y las temperaturas de todo el verano". La calidad de la oliva no debería verse afectada, salvo que continúe la sequía Elena Pérez Canal Directora de marketing de Aceites Abril El problema, sin embargo, no reside tanto en una cosecha más reducida como en la conjunción de esta con la subida de costes agrícolas: "En la campaña anterior, la que está ahora en el mercado, todavía sorteamos la subida de los costes de producción", expone Jesús Sutil, "pero ahora tendremos que sumar ese incremento de costes a una cosecha que las previsiones indican que va a ser bastante reducida. Al tener que repercutir esa subida sobre una producción más pequeña, ahí es donde va a surgir el problema". La tormenta perfecta que ha ido tomando forma alrededor del aceite de oliva cuenta con otros factores que la agravan. La guerra de Ucrania ha tenido, también en este campo, consecuencias imprevisibles. La escasez de girasol, del que Ucrania es uno de los principales productores, disparó el precio de todos los aceites vegetales durante la pasada primavera. Del de girasol especialmente, pero debido a la escasez del mismo, también del aceite de oliva, que ocupó buena parte de su hueco en el mercado. Embotellado en una fábrica de aceite de oliva Getty Images/iStockphoto Siete meses después del comienzo del conflicto, el aceite de girasol vuelve lentamente a aparecer en el mercado y, junto a él, otros aceites de semillas, como los de nabina, maíz, soja o cacahuete, que van paliando, al menos en parte, la escasez. Esto hace que los precios bajen y, con ellos, baja también la demanda de un aceite de oliva que durante unos meses muchos consumidores vieron como un sustituto. Subida de costes, menor producción, posible bajada de la demanda... Los problemas no acaban aquí. Algunas zonas especialmente golpeadas por la sequía han visto, incluso, como muchos de sus árboles eran afectados por estas condiciones. Plantaciones nuevas en las que han muerto muchos de los olivos más jóvenes y otras cuyo rendimiento en los próximos años se ve comprometido se suman a una situación que, según la mayoría de las previsiones, puede dejar de ser una anomalía en el futuro próximo. En los últimos 30 años hemos tenido sequías excepcionales en 1995 y 2018 La sequía de 2022 está siendo excepcional. Tenemos que remontarnos al S. XVI para encontrar otra semejante en Europa Occidental. 500 años entre episodios anómalos no deberían ser un problema insalvable para un sector como el del olivar. Sin embargo, los estudios climáticos dan una voz de alarma más. En los últimos 30 años hemos tenido sequías excepcionales en 1995 y 2018, además de la actual. Y, junto a ellas, episodios prolongados de calor extremo en 2003, 2007 y 2015. Seis años de estrés hídrico de los últimos 27 y unas reservas de agua menguantes comienzan a esbozar un panorama preocupante, especialmente cuando una parte importante de la producción olivarera, particularmente en cultivos recientes, depende del regadío en un escenario de escasez hídrica sin precedentes en la Península Ibérica que parece anunciar restricciones crecientes al riego en los próximos años. Recogida de la aceituna en La Carlota Terceros Estamos ya en el cuarto año con mayor escasez hídrica de la serie histórica, ante el quinto episodio anómalo por altas temperaturas o sequía en lo que llevamos de siglo, con zonas como Andalucía con las reservas de los embalses acercándose al 26%. Esto ha afectado ya a la cantidad de la cosecha para este 2022 y puede afectar también a su calidad si las condiciones no se corrigen en las próximas semanas. Pero, sobre todo, plantea un escenario que dista cada vez más de ser una hipótesis. Arrastramos un déficit en los acuíferos que, con fluctuaciones, nos acompaña, agravándose año tras año, desde la sequía del 2018 y en la actualidad buena parte de la superficie de la Península Ibérica tiene menos humedad en el suelo de lo normal. Esto obliga a recurrir al riego, cuando es posible, en un escenario en el que si algo escasea es el agua. Y las previsiones del Observatorio Europeo de la Sequía no son buenas: una parte importante de las principales zonas productoras en Andalucía, Castilla - La Mancha o Extremadura se verán afectadas por condiciones inusualmente secas al menos durante septiembre y octubre, si el pronóstico se cumple. El olivar está evitando, no lo olvidemos, la despoblación de muchas zonas Jesús Sutil Gerente de la denominación de origen Sierra Mágina (Jaén) En esta encrucijada, España, tantas veces presentada como la huerta de Europa, se enfrenta a un cambio de escenario que, probablemente, apunta a un cambio de sistema productivo. De momento, el panorama no resulta especialmente esperanzador, incluso en frentes difíciles de imaginar: "El olivar está evitando, no lo olvidemos, la despoblación de muchas zonas. Si la situación no se normaliza, la gente tendrá que tomar medidas y la despoblación acabará apareciendo también en lugares en los que hoy no es un problema", apunta Jesús Sutil desde Bedmar (Jaén), donde se encuentra la sede del Consejo Regulador de Sierra Mágina. El mundo del olivar encadena crisis desde hace años. La subida de los costes agrícolas, una constante, se ha visto agravada por la subida exponencial de la electricidad y los combustibles; el panorama volátil provocado por el conflicto de Ucrania dificulta hacer previsiones a medio plazo. Y todo ello se ve agravado por una inflación que nuestra economía no conocía desde hace décadas y que amenaza con retraer el consumo. La sequía es el último eslabón que viene a sumarse a una cadena que deja a muchos productores al límite de la rentabilidad y a las puertas de un invierno incierto. Una buena parte del aceite de oliva que se consume en Europa viene de España Getty Images España produce alrededor de la mitad del aceite de oliva que consume Europa. En un escenario en el que por el momento seguirá escaseando el aceite de girasol y en el que la sequía condiciona una cosecha que todo apunta a que será escasa, una previsible subida de precios llegaría en el peor momento. El olivar se enfrenta a retos trascendentales y lo hace en una situación grave que pone en riesgo la pervivencia de algunas explotaciones y que está llamada a redefinir su papel en el futuro gastronómico, pero también comercial, de nuestra economía. Quizás estamos ante la punta de un iceberg cuya magnitud sólo descubriremos en los próximos años y sobre el cual el sector, las administraciones y los consumidores tenemos que pensar con urgencia.