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Tres vinos con garnacha de Navarra imbatibles

29/05/2023
En: elpais.com
Digital
David Palacios, presidente de la denominación de origen Navarra , no tiene problemas para presidir un acto oficial y subirse al día siguiente al tractor para trabajar las 65 hectáreas que cultiva en el entorno de Olite. Mientras enseña su viña más vieja de garnacha, explica que esta bella ciudad medieval ejerce de bisagra entre el paisaje de montaña del norte y el relieve más llano de la ribera. La comunidad foral está sujeta a todo un cóctel de influencias: la cercanía del Cantábrico con su carácter atlántico, la presencia imponente y fría de los Pirineos y el valle del Ebro como gran puerta de entrada del influjo mediterráneo. La garnacha no solo parece sentirse cómoda en todos estos lugares; también es capaz de interiorizarlos y llevarlos a la copa. Así, absorbe los aromas de monte bajo, a veces con tintes casi farmacéuticos, que distinguen al cercano municipio de San Martín de Unx, donde arranca la Baja Montaña, y se torna más fresca y vivaz cuando mira hacia los Pirineos en el valle de Aibar . La fruta se hace más roja en los alrededores de Estella y en el valle de Valdizarbe, en el entorno de Puente la Reina, donde a menudo aparecen notas de violeta. El sur se relaciona con maduraciones más generosas, sensaciones terrosas, hierbas secas o en licor y toques de piel de naranja, aunque la influencia del sistema Ibérico en la zona de Fitero ofrece un foco de altitud y de frescor meridional. La historia reciente ha zarandeado la garnacha navarra , de forma no muy diferente a lo ocurrido en el resto de España. Presente ya en la región en los siglos XVII y XVIII, se hizo hegemónica a finales del XIX por su resistencia a las enfermedades, pero la modernidad la relegó al ámbito de los rosados y de las cooperativas sustituyéndola por la tempranillo y variedades internacionales como cabernet y merlot. En 1990 cubría el 71% del viñedo navarro; hoy apenas representa el 26%. Pero las tornas están cambiando. Con su carácter fragante y sabroso, su buena acidez y resistencia a la sequía, se adapta como un guante a las tendencias actuales y al cambio climático. Y aún quedan algo más de 230 hectáreas de 50 años o más, todo un tesoro en manos de productores sensibles. Ya lo vio con claridad Juan Carlos López de Lacalle, de Artadi, cuando descubrió el patrimonio de pequeñas parcelas de montaña en el municipio de Artazu y lanzó su Santa Cruz de Artazu en los dos mil. No muy lejos, en Añorbe, una cooperativa moderna y orientada a la exportación como Nekeas ya había elaborado en 1997 su primer Chaparral de Vega Sindoa, de los primeros tintos que puso la palabra garnacha en la etiqueta y triunfó en Estados Unidos. Luego vendrían en Dicastillo (Tierra Estella) el fiscal Emilio Valerio con su colección de tintos parcelarios y las refinadas garnachas de Domaines Lupier en San Martín de Unx que han encontrado continuidad (aunque es previsible un cambio de estilo) en manos del mago del Bierzo Raúl Pérez. Con 283 hectáreas cultivadas, este municipio de Baja Montaña se ha convertido en el gran centro garnachero de Navarra, donde ofician productores inquietos como Gonzalo Celayeta. En el sur, el faro que más brilla es Viña Zorzal, un proyecto en las estribaciones del sistema Ibérico que está atrayendo a productores de otras regiones y países gracias a sus proyectos colaborativos. El entusiasmo contagioso por la garnacha y la demanda del mercado ha llevado a bodegas centradas en otras variedades a lanzar versiones no rosadas, al inquieto equipo riojano de Vintae a establecerse en Bodegas Aroa y elegir la variedad para su exitoso tinto sin sulfitos Le Naturel, a cooperativas que conservan un cierto patrimonio como la de Sada y más recientemente Eslava a poner de relieve sus singularidades, y a toda una nueva hornada de productores que trabajan dentro o fuera de la DO (Luis Moya, Aseginolaza & Leunda, Unsi, Ubeta Wines, La Calandria Pura Garnacha, Josu Amatria...) a elucubrar sus mejores versiones terruñistas. Hasta David Palacios ha restaurado la vieja bodega de la casa familiar de Olite donde durante años ayudó a su padre y a su tío para criar sus propias garnachas en madera y tinaja. Corren nuevos tiempos en Navarra.
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