Los agricultores de este tipo de cultivos, que suponen el 20% de la superficie agraria y el 65% de la producción, defienden que la modernización de sus infraestructuras ha permitido que España disponga del "regadío más eficiente del mundo" Financiación El crédito para empresas y familias se resiente: baja la demanda y los bancos endurecen sus condiciones Energía El diésel ha caído 20 céntimos en España desde que se aprobaron las sanciones al gasóleo ruso Hay que escarbar en las raíces del problema crónico que España arrastra con el agua para entender por qué la agricultura de regadío , que se nutre de la tecnología para salvar la falta de precipitaciones y aumentar la producción agrícola transformando las zonas de secano, acaba siempre situada en el foco cada vez que la sequía se agudiza. Consciente de que la franja litoral que se extiende desde Castellón hasta la costa andaluza ofrece un potencial de riquezas extraordinario, Indalecio Prieto , ministro de Obras Públicas de la República, se marcó el objetivo de dotar de agua a esta zona para articular "una agricultura industrializada e intensificada por la creación de nuevos regadíos". Esta meta engarza con una planificación hidrológica ajena al cambio de regímenes políticos. Las confederaciones hidrográficas, pieza clave de la gestión del agua en nuestro país, se crearon en 1926, durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera. Las autoridades republicanas proyectaron un plan de obras hidráulicas -frustrado por la caída del gobierno de Manuel Azaña en 1933- y una Ley de Puesta en Riego que sentó las bases para situar a las provincias de Valencia, Alicante, Murcia y Almería como "el núcleo más vigoroso de la economía nacional". La dictadura franquista cebó la fiebre constructora hasta convertir España en el país con más embalses de Europa. Y los sucesivos planes de regadío, ya en democracia, han facilitado que este sistema de cultivos abarque casi cuatro millones de hectáreas. La continuación de esta política hídrica ha transformado el campo español, pese a que la despoblación golpea a más de la mitad del territorio nacional, en una potencia agroindustrial cuyo peso en el PIB ronda el 10% . Los regadíos concentran apenas el 20% de la superficie agraria útil, pero generan el 65% de la producción final vegetal. Los cereales, el olivar, los frutales no cítricos y el viñedo aglutinan más del 67% de la superficie de regadío. Según las propias comunidades de regantes, una hectárea de regadío produce como seis de secano. "En España la devoción por los intereses generales del país es algo muy debilitado", decía también Prieto. Quizá eso explica que la expansión de los cultivos de regadío, por goteo o por aspersión, haya colocado a los regantes en el disparadero de los conservacionistas en un momento en el que el Gobierno y la Junta de Andalucía se echan los trastos por Doñana. En este contexto hay que insertar la queja pública trasladada por los regantes sobre lo que consideran un intento de culpabilizarles de los problemas que arrastra la gestión del agua en España e incluso de los efectos de la sequía, que supone un descalabro para el campo y que amenaza con elevar los precios de los alimentos. Solo en el Guadalquivir, según las previsiones que maneja la Federación Nacional de Comunidades de Regantes de España (Fenacore), el coste de la sequía este año superará los 3.000 millones de euros. Los cereales de invierno registrarán pérdidas del 50%, porcentaje que será aún mayor en el caso de la aceituna. Andrés del Campo , presidente de Fenacore, puntualiza que "la situación es grave por la falta de lluvia y los efectos del cambio climático, que producen una reducción de los caudales". Los regantes rechazan de plano que su actividad, tal como señalan los grupos ecologistas, sea la causa principal de la falta de agua y recuerdan que l a demanda de regadío ha disminuido un 15% desde 2000 hasta este año, casi 3.000 hectómetros cúbicos por hectárea. "Los regadíos no son los culpables de la sequía, son una demanda de agua necesaria para producir alimentos, para que no se despueble el interior de España y para abastecer la industria agroalimentaria", subraya Juan Valero, secretario general de Fenacore, quien recuerda que "cuando viene una situación de sequía, el regadío es el primero en sufrir restricciones". Casi todas las cuencas se están viendo afectadas por la sequía, aunque algunas de forma especialmente dramática. La cuenca del Guadalquivir, según cálculos de Fenacore, va a disponer de un 88% menos de dotación que en un año ordinario. La del Guadiana, un 34% menos. Y las cuencas interiores de Cataluña, un 27%. En esta comunidad, el cierre del canal principal de Urgell, que abastecen a más de 70.000 hectáreas agrícolas en el Pla de Lleida, está obligando a los payeses a modificar el tipo de cultivos para este verano. Y en la cuenca del Duero ya se han dictado restricciones en el Canal del Pisuerga. "El problema del agua es complejo y se intenta simplificar. Sobra demagogia", advierte Valero al hilo de la polvareda política levantada por la decisión de la Junta de Andalucía de legalizar la extracción de agua de cientos de pozos ilegales que hay en el Parque Nacional de Doñana. "Se está presentando este tema como 'O Doñana o regadíos', y estamos hablando de 750 hectáreas, el 0,01% de los regadíos en España". Actualmente, más del 60% del agua destinada a la agricultura en nuestro país se concentra en los regadíos. Según Fenacore, España dispone "del regadío más eficiente del mundo". Antes del año 2000, el porcentaje de riego modernizado era del 41% . En 2022, el porcentaje ascendió al 77,7% (un 55% del mismo corresponde al sistema de riego por goteo y más de un 23% al de aspersión). Aún quedan 864.136 hectáreas por modernizar. "Tenemos menos superficie de regadío -recuerda Valero- que otros países del Mediterráneo, como Italia, Grecia, Malta o Chipre". Las 8.000 hectáreas y los 4.500 usuarios que la integran convierten a la Comunidad de Regantes de Llíria, dedicada a producir cítricos y hortalizas, en una de las más grandes de la Comunidad Valenciana. Hace tres décadas apostó por la reforma de sus sistemas de riego y hoy, además de ahorrar un 20% de consumo de agua, es un referencia por la instalación de placas fotovoltaicas en balsas y en el desarrollo de un proyecto piloto en hidrógeno. Su presidente, José Alfonso Soria, afirma que "si no modernizamos los regadíos, no podríamos ser competitivos ni ahorrar costes ni facilitar el relevo generacional". Julia Martínez, directora técnica de la Fundación Nueva Cultura del Agua, apunta a una política desarrollista a costa de la sobreexplotación del agua. "Las evidencias científicas indican que con los regadíos no sólo no hay ahorro de agua, sino que el consumo aumenta por el llamado efecto rebote. El agua que no retorna a los ríos se sigue gastando porque se utiliza para incrementar la productividad de los cultivos o para ampliar las cosechas". España, agrega, debería "apostar por un regadío basado en la calidad y el valor añadido de los productos, no en la cantidad. No podemos seguir siendo el supermercado de Europa". Jesús Labarta, agricultor de Riegos del Alto Aragón, responde que "hay que bajar al barro, o sea, pisar el campo, para saber de lo que se habla". Hace algo más de 20 años, este sistema de riegos -ubicado en Almudévar (Huesca)- inició una renovación integral de sus infraestructuras. La inversión por hectárea ascendió a 12.000 euros, incluidas redes generales, balsas, estaciones de bombeo, amueblamiento de parcelas y un equipo de telecontrol para monitorizar la canalización. Los resultados son elocuentes: por cada hectómetro cúbico se ha registrado un 80% más de producción de cereales . Si antes del cambio requerían alrededor de 34 hectómetros cúbicos de agua anuales, ahora apenas llega al 24%. Y ello habiendo disparado la producción tanto de cultivos de invierno, como el guisante verde o la cebada; como los de verano, maíz y alfalfa. "El éxito es induscutible y, además, al no regar por inundación se reduce el impacto de los fertilizantes", asegura Labarta, quien advierte del castigo que supone el alza de los costes energéticos. Riegos del Alto Aragón vio encarecida un 600% la factura de la luz desde que en 2008 desapareció la tarifa especial para riegos, lo que ha llevado a esta comunidad a proyectar una inversión de 14 millones de euros para acometer una instalación fotovoltaica en balsas elevadas. "Así podremos regar por la noche y ahorrar más costes". Joan Girona, investigador del programa Uso eficiente del agua en agricultura del Instituto de Investigación y Tecnologías Agroalimentarias (IRTA), dependiente de la Generalitat de Cataluña, matiza que el envejecimiento de la población rural es un freno no solo al relevo en el sector agrario sino al objetivo de transformación de regadíos. "Modernizar una hectárea en el Canal de Urgell sale a un promedio de 15.000 euros. La Administración suele aportar un 70%, pero ese 30% restante es mucho. El agricultor, según su edad, se lo tiene que pensar. Y hay que tener en cuenta que con 10 hectáreas hoy no vives. A partir de 20 o 35, sí". Las inversiones públicas han sido un acicate para renovar los regadíos. A lo largo de esta legislatura, el Gobierno prevé invertir entre 2022 y 2027 un total de 2.130 millones de euros en la modernización del abastecimiento de estos cultivos. En total, el Ejecutivo actúa en unas 750.000 hectáreas y prevé un ahorro medio del agua del 10%. Fuentes del Ministerio de Agricultura señalan a EL MUNDO que "el regadío sostenible es la base del presente y del futuro de las producciones agrarias, con sistemas eficientes que permitan el máximo ahorro de agua, fertilizantes y fitosanitarios, e incorporen energías alternativas y fuentes de agua no convencionales". Este empeño es compartido por las comunidades autónomas. Ejemplo de ello es La Rioja, que en la legislatura que está a punto de acabar ha invertido 165 millones de euros en modernizar el riego en 18.880 hectáreas de suelo agrario, lo que genera una onda expansiva especialmente positiva para cultivos como el viñedo y para zonas afectadas por la despoblación. Eva Hita, consejera de Agricultura, Ganadería, Mundo Rural, Territorio y Población del Gobierno riojano, en declaraciones a este periódico, cree que "el regadío sostenible es clave para afrontar los retos del cambio climático en la agricultura y potenciar un modelo de producción de alimentos que dé respuesta a las demandas de la población y contribuya al abastecimiento de alimentos en cantidad y calidad necesarias". El debate alrededor de este tipo de cultivos coincide con los efectos de una sequía que pone en jaque la viabilidad de miles de agricultores y pequeños productores. El Gobierno activó el pasado martes un paraguas inicial que incluye reducciones fiscales de 1.807 millones de euros a más de 800.000 agricultores y ganaderos y el adelanto de un paquete de ayudas económicas y financieras urgentes para diferentes sectores, incluida la renovación del convenio entre la Entidad Estatal de Seguros Agrarios (Enesa) y Agroseguro para subvencionar la contratación de pólizas para 2023 por un total de 317,7 millones, una reclamación largamente demandada en el sector. Fenacore considera "un alivio" este conjunto de medidas, pero no la solución. Por ello, desde la federación de regantes llevaron a la última reunión de la Mesa de la Sequía, el pasado 20 de abril, la necesidad de alcanzar "un Pacto de Estado por el agua". También proponen iniciativas concretas y urgentes. En primer lugar, un paquete de carácter económico que incluye la exención de los cánones de regulación y las tarifas de utilización del agua en todas las cuencas afectadas por la sequía "para minimizar las pérdidas" y aplicar un IVA reducido al 5% para el suministro de energía al regadío. Ver enlaces de interés Borrador Renta Ultimas noticias Traductor Recetas de cocina faciles Programacion TV Calendario laboral Madrid 2023 Calendario laboral 2023 Conversor moneda Zalgiris Kaunas - Barça Fenerbahce Istanbul - Olympiacos Piraeus Conforme a los criterios de The Trust Project Saber más