El defensor de las causas perdidas lleva días hablando a todo el mundo del drama de los nísperos. No es que a él le gusten especialmente, pero le revienta que mientras el yuzu y la mandarina satsuma viajan miles de kilómetros en sus sobreembalajes, no se vende ni un níspero. ¡ Qué injusticia ! En el mercado estuvo estudiando una caja de nísperosde la marca Xeska, color magenta y amarillo fluorescente, que parecía una caja de gominolas. Para compensar los colores estridentes, el productor hortofrutícola A. Sanchis, le plantificó un "Premium quality", cinco estrellas de cinco puntas, un dibujo de un níspero con dos hojas y otro cortado por la mitad, que muestra la pulpa jugosa, con tres huesos que asoman de dentro. "Este señor Sanchis ya no sabe qué hacer para vender nísperos -dice el defensor de las causas perdidas a su amiga chinchona-. Hasta deja un par de hojas para dar la impresión de fruta sana. ¿Qué frutas se venden con hojas? Sólo las mandarinas, y no siempre, llegan al mercado con esas hojitas decorativas. Que se vea que acaban de cogerlas del árbol. Es el último recurso: si esto no funciona, ¡ adiós nísperos ! ". Miguelín Alfalfa, José de la Pelotilla y Roque Sansestabién, a los que han prometido un empleo fijo "Querrás decir mísperos", apunta la amiga chinchona. Años atrás, el defensor de las causas perdidas promovió una campaña en favor de las níspolas, que son diferentes de los nísperos, niésporas, nésperas y zapotillos, pero ya no sabría encontrar ningún árbol de esa especie. "Dura poco y encima no tiene variedades. ¿Tú conoces alguna variedad de mísperos?". "¿Y tú de cerezas?". " ¡ Uy, de cerezas sé un montón ! Las rojas fuertes, las grandes blandas, unas que por dentro son rojas y jugosas, las que tienen la carne amarilla, las que explotan y manchan mucho. Y también ciruelas: las amarillas, las verdes, las que son rojas por dentro y por fuera, las rojas que cuando las muerdes ves que por dentro son amarillas y piensas: ¡ mierda ! Una amiga tenía un árbol de mísperos. En aquella casa a nadie le gustaban y no sabían cogerlos. Yo iba, los cogía, pero no los cogía bien. Porque ¿sabes aquella cosa que tienen por arriba como una punta que los conecta con la rama? La giraba y me los llevaba. No sabía que hay que cortarla. Porque si lo coges y lo giras así se pudren. Se han de coger con la cosa aquella que conecta. ¿Tú cómo le llamas?". Uno de los móviles sobre la mesa graba el diálogo y va vendiendo los datos a las grandes compañías, porque es un móvil muy despabilado. En un subterráneo, los campesinos que filtran la información agrícola para alimentar la IA -Miguelín Alfalfa, José de la Pelotilla y Roque Sansestabién, a los que han prometido un empleo fijo- no entienden la conversación y la dejan pasar tal como está. A los pocos días la IA empieza a hacer el tonto: se estropea el sistema informático de Renfe, a la señorita Margarita Trilla Rastrojo le anulan sin motivo tres clases de yoga con cachorros y un robotaxi Waymo de color de rosa se la pega contra un poste en Potrero Hill, en San Francisco.