Juan José Badiola, director del Centro Nacional de Referencia de las Encefalopatías Espongiformes Transmisibles, analizando cerebros de vacas en el laboratorio de Veterinaria, en Zaragoza, en el año 2000
Guillermo Mestre
El Centro de Encefalopatías y Enfermedades Transmisibles Emergentes saltó a la fama con la enfermedad e las vacas locas . "Cuando aparece la crisis los únicos que sabíamos de este asuntos éramos nosotros, al Gobierno español no le quedó más remedio que acudir a nosotros y, por supuesto, nos pusimos a su servicio", detalla su director Juan José Badiola, quien reconoce que la labor desarrollada fue "muy dura".
Desde siempre ha sido el Centro Nacional de Referencia de las Encefalopatías Espongiformes Transmisibles en España y, desde el año 2000, en este laboratorio de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Zaragoza se diagnosticaron los primeros casos de las encefalopatías espongiformes bovinas. T ambién se confirmaron buena parte de los casos registrados en España. "Cuando el presidente José Luis Rodríguez Zapatero vino a visitar el centro, nada más entrar dijo: '¿Este es el laboratorio tan famoso?'", ha recordado entre risas Badiola.
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En sus inicios trabajaban en un habitáculo de apenas 20 metros cuadrados, que se quedó manifiestamente insuficiente. "A cambio del trabajo realizado, le pedí al Gobierno que al menos nos dejara todos los medios", ha enfatizado. Y fue a partir de entonces cuando se proyectó el actual edificio, que se inauguró en 2009 y contó con la participación del Gobierno de Aragón, el Ministerio de Ciencia e Innovación y el Ministerio de Agricultura. Consta de 2.352 metros cuadrados, lo que supone cien veces más de con lo que se empezó. "Mantener este tipo de estructuras es muy caro", ha reconocido, al tiempo que ha recordado que, por esta razón, desde Europa ya no se apuesta por este tipo de propuestas. "El objetivo es que se utilicen las que ya están disponibles y que se haga a pleno rendimiento", ha enfatizado.
Además de los laboratorios, cuenta con un animalario en condiciones de nivel de contención 3 (el máximo es 4), con una superficie de 89,4 metros cuadrados para roedores y 192 para grandes animales, demás de una sala de necropsias equipada para ello y con otro centenar de metros cuadrados. Estas instalaciones, ha recordado Badiola, cuentan con las medidas de contención adecuadas para trabajar con agentes patógenos peligrosos con capacidad de contagio o contaminación, permitiendo tanto el aislamiento del animal como del manipulador.
Aunque el centro fue diseñado y construido para la investigación de enfermedades priónicas, en los últimos años varios grupos han solicitado su uso por ser las únicas que cuentan con el nivel de seguridad requerido por la legislación vigente. Recientemente, se ha dado acceso al animalario a grupos de investigación de la Universidad de Zaragoza o del Instituto de Investigación Sanitaria de Aragón (IIS Aragón) con el fin de que pudieran desarrollar sus líneas con microbacterias o el virus SARS-CoV-2
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