Las medidas preventivas más elementales deben mantenerse durante todo el año junto a la inversión para la mejora de las condiciones biosanitarias de las explotaciones
Ovejas de una explotación afectada por la lengua azul en una imagen de archivo. / Efe
La detección de al menos seis brotes de de lengua azul en explotaciones de Cáceres y Badajoz tienen en alerta al sector ganadero extremeño. El primero de ellos, localizado en la localidad cacereña de Almoharín, se produjo en vísperas de la celebración de la Feria Internacional de Zafra, una de las más importantes a nivel nacional, lo que redujo las expectativas de negocio tras la prudente, aunque dolorosa, decisión de prohibir la presencia de cabezas de vacuno, ovino y caprino. Los ganaderos sienten algo de alivio ante la situación, al tratarse de una variante de la enfermedad ya conocida y para la que existe vacuna, aunque son evidentes las pérdidas derivadas de las restricciones aprobadas de forma conjunta entre el Ministerio de Agricultura y las distintas autonomías. Pero la aparición de focos de otro subtipo de la misma enfermedad, que suele revestir mayor gravedad, en la vecina Portugal es otra causa de preocupación.
La situación evidencia, una vez más, la importancia de mantener activa una red de vigilancia y de adoptar medidas preventivas ante brotes que pueden afectar gravemente a una actividad, la agroganadera, que representa más del 7% del valor añadido bruto de la región. Gran parte del comercio exterior extremeño se basa en la venta a otros países, principalmente del entorno europeo, de productos de la rama agroalimentaria: 1.700 millones de euros de los más de 3.000 facturados, según los últimos datos relativos a exportaciones de la autonomía. Más de 60.000 personas viven de las 52.000 explotaciones agroganaderas de Extremadura . Y la actividad del campo está directamente vinculada a la despoblación de las zonas rurales y, también, al cuidado del campo.
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Entre los productos que más se venden se encuentran la carne y derivados del ganado vacuno, que junto al porcino y el ovino hacen posible que Extremadura pueda presumir de un papel imprescindible para la economía como "despensa" de España y de Europa, en general. Y precisamente, vacas, ovejas y cabras son las más afectadas por una infección que se transmite a través de la picadura de un mosquito. Un invierno y una primavera lluviosos, seguidos de un verano muy cálido, han facilitado la reproducción de los insectos. Afortunadamente, no se trata de una enfermedad que se contagie entre los animales ni existe transmisión de ningún tipo a los humanos. Pero, en cuestiones sanitarias, cualquier prevención es poca. Los virus mutan y solo de la lengua azul se conocen 26 variedades distintas.
La situación parece, de momento, controlada con las medidas de prevención, a la espera de la fabricación de vacunas. Hasta el caso de Almoharín, habían pasado años antes de considerar a la región libre del virus. Pero el vector de transmisión puede reaparecer con facilidad. Las vacunas se convierten ahora en obligatorias para la variante detectada en la comunidad y voluntaria para la aparecida en Portugal. La industria farmacéutica tardará aún dos meses en fabricar las dosis necesarias, diez millones en el caso de Extremadura. El Ministerio de Agricultura ha puesto a disposición el stock existente, que apenas alcanza las 600.000 y solo para el subtipo 3 aparecido en Portugal. Para cuando se disponga de la vacuna para los casos extremeños, el invierno habrá acabado con la reproducción del mosquito y la enfermedad desaparecerá.
Sin embargo, las labores de prevención biosanitaria deben continuar con desparasitaciones, limpiezas de charcas y cauces, además de otras medidas que disminuyan el peligro cuando el buen tiempo regrese. La extensión de esta y otras enfermedades con vectores de contagio como los mosquitos se han convertido en una auténtica preocupación para la salud pública. Es lo que ocurre, por ejemplo, con el virus del Nilo, llegado a España y que ya ha causado una primera víctima mortal en Extremadura. La picadura del mosquito afecta ya a varios ejemplares equinos en localidades extremeñas.
Agricultores y ganaderos han sufrido en los últimos años los efectos de medidas legislativas hechas sin contar con el acuerdo del colectivo, las consecuencias de la inflación derivada de la escasez de materias primas con la guerra de Ucrania, el impacto de la sequía y, en ganadería, la temible Enfermedad Hemorrágica sigue representando una seria amenaza... La suma desanima a los más jóvenes y dificulta, aún más, encontrar el imprescindible relevo generacional para un sector básico. La inversión en medidas veterinarias destinadas a erradicar enfermedades como la tuberculosis, junto a una vigilancia activa para garantizar la sanidad de la cabaña, es el aval más firme para apostar por ese futuro ineludible de la actividad agroganadera en Extremadura y en el resto de España.
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