La ciencia echa raíces en el viñedo español

25/05/2021
En: abc.es
Digital
Algoritmos que permiten calcular la cosecha de uva meses antes de la vendimia; robots que se mueven entre viñas para evaluar el estado nutricional o hídrico de las cepas ; fórmulas matemáticas ideadas para vigilar las enfermedades de la vid ; inteligencia artificial aplicada a captar y procesar datos sobre, por ejemplo, la intensidad del color de los granos de uva en una finca; o la microbiología aplicada para la obtención de nuevas levaduras o la selección de bacterias mejoradas para optimizar los procesos de fermentación del vino . Estas son algunas de las realidades de la innovación científica y tecnológica que se está abriendo paso en la vitivinicultura española . «Estamos asistiendo a una revolución tecnológica», afirma el director del Instituto de Ciencias de la Vid y del Vino , José Miguel Zapater, un centro de investigación creado por el Gobierno riojano, el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad de La Rioja. En él trabajan un centenar de personas, entre investigadores de plantilla -31-, temporales -unos 50- y el personal de gestión y apoyo técnico -una veintena-. Este organismo es punta de lanza en la innovación científica aplicada al sector vitivinícola español y su actividad también tiene proyección internacional. Cuenta con 15 grupos de investigación. Uno de ellos se denomina Televitis, centrado en la «viticultura de precisión». Su director es el catedrático Javier Tardáguila . «La viticultura de precisión consiste en definir una estrategia de cultivo cuyo objetivo final es gestionar de forma más eficaz el viñedo, a partir de una información continua y basada en datos», explica a ABC. «En los cuatro o cinco próximos años va a haber un 'boom' de innovación que puede revolucionar la agricultura en general, y el sector vitivinícola en particular» , augura Tardáguila. El grupo Televitis es la ciencia de los datos aplicada a la producción vitícola. Eso abarca desde el desarrollo de tecnologías para obtener información cuantitativa y analítica en los viñedos a través de vehículos dotados de sensores y de equipos de imagen, hasta la definición de algoritmos para evaluar aspectos tan importantes y variados como el color de la uva que está madurando en las cepas, el estado hídrico de la planta para determinar cuándo regar y cuánta agua aportar, saber las necesidades de nitrógeno de las hojas, determinar la cantidad de abono con el que ayudar nutricionalmente a la plantación o monitorizar la salud de las cepas. «Hemos desarrollado algoritmos para vigilar enfermedades tan importantes para la vid como la yesca y el mildiu, detectarlas de forma precoz mediante sensores instalados en vehículos robotizados o pilotados, saber qué plantas están afectadas y en qué grado lo están», relata Javier Tardáguila. Con un modelo similar -recogida de datos con sensores y procesamiento con algoritmos-, se han desarrollado modelos que permiten, con tres o cuatro meses de antelación, saber cuánta uva se va a vendimiar. Esto permite organizar mejor, con más tiempo, tanto la logística de la vendimia como las estrategias de gestión e incluso comerciales. Al final, lo que están haciendo estos investigadores es «trabajar en herramientas que permitan tomar mejores decisiones, más racionales, y aplicar soluciones inteligentes a partir de información objetiva, de datos», explica este catedrático de viticultura de precisión. Eso acaba repercutiendo en una reducción de costes, pero también en una mejora de la calidad y de los rendimientos. Y también favorece una agricultura más sostenible, al utilizar los recursos estrictamente necesarios en el momento preciso. «Por ejemplo, permite reducir la aplicación de pesticidas, contaminar menos, reducir la huella de carbono con menos laboreo o consumir menos agua», indica Tardáguila. «En los últimos 20 años se ha acelerado la investigación relacionada con la vitivinicultura», explica el director del Instituto de Ciencias de la Vid y el Vino . «Ese salto se ha producido gracias, sobre todo, a tres factores -explica José Miguel Zapater -: el desarrollo e la tecnología de sensores, con el apoyo de equipos robóticos; los avances en investigación biológica, que nos han permitido acceder a los genomas de las plantas y de los microorganismos que intervienen directamente en la elaboración del vino; y los nuevos desarrollos en informática y bioinformática, que nos permiten plantear experimentos y manejar de bases de datos a gran escala». Se trata de un campo de investigación y desarrollo que implica a múltiples especialistas. Por ejemplo, en el trabajo del grupo de investigación Televitis hay implicados desde agrónomos a matemáticos, pasando por expertos en inteligencia artificial, ingenieros industriales o especialistas en análisis de imagen. Entre otras aplicaciones prácticas, este despliegue científico busca encarar los gruesos retos que el cambio climático impone en los viñedos y, por ende, en el sector del vino. Por ejemplo, escrutando las variaciones genéticas desarrolladas a lo largo de la historia por la propia vid, y seleccionando aquellas que soporten mejor los efectos del cambio climático. «Hemos secuenciado todo el genoma de la variedad Tempranillo y ahora estamos trabajando con el genoma de Garnacha» , explica Zapater. Un ejemplo de esa selección científica es el Tempranillo blanco , variante que se detectó a pie de campo y que fue fruto de una mutación espontánea : le hizo perder el color y dotó a esa variante de cualidades únicas. El control y la gestión de los procesos de producción de uva y vino también se están digitalizando. A la vanguardia está la Denominación de Origen Ribera del Duero , cuyo Consejo Regulador ha desarrollado una aplicación específica, en la que ya han puesto su mirada otras denominaciones. Permite controlar en todo momento los procesos de cultivo, superficies, producción vendimiada, entradas en bodegas, existencias de vino... Todo ello para cumplir con las exigencias de certificación que tienen que cumplir los productores adscritos a la denominación de origen, y hacerlo con una gestión más sencilla, con menos carga burocrática. Es un botón de muestra de la tecnología que se está extendiendo en Ribera del Duero y que también asoma en ñas bodegas. Por ejemplo, los drones que recogen datos para evaluar la calidad de la vendimia en las bodegas Martín Berdugo, Prado Rey y Vizcarra , a partir de tecnología desarrollada por la firma Atos. O la biodinámica aplicada la vitivinicultura en Dominio de Pingus y Bodegas Torremilanos . «El sector está apostando por la innovación», afirma el director general de la D.O. Ribera del Duero, Miguel Sanz , que reclama «más ayudas» para acompañar ese esfuerzo que está haciendo el sector. Explica que es urgente que la Administración garantice algo tan elemental como el acceso a internet de calidad, algo que no ocurre actualmente en todo el territorio y que entorpece gravemente la innovación.
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