La agricultura suma dos siglos en evolución contínua
La patata tardó en aceptarse pero cuajó igualmente
Numerosas parcelas de cultivo afloran junto al Xúquer. Levante-EMV
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Plantar una semilla, cuidarla, esperar a que crezca y recoger su fruto. Un proceso con siglos y siglos de historia que, en esencia, se conserva en la actualidad, si bien es cierto que ha evolucionado con el paso del tiempo como las civilizaciones que lo han ejecutado. La agricultura se ha adaptado a las circunstancias geográficas y también a las económicas. Especialmente, a estas últimas. La profesionalización del sector ha transformado territorios, donde los cultivos predominantes han variado de forma considerable a lo largo de los años. Para muestra, un botón. O más bien, la Ribera.
La agricultura suma dos siglos en evolución contínua
La comarca bañada por el Xúquer ha sido (podría decir que) desde siempre un lugar idílico para las plantaciones. Aunque las cosechas que hoy son mayoritarias, no hace tanto no lo fueron. Y viceversa. Los historiadores y geógrafos Juan Piqueras Haba y Carme Piqueras Sanchis desgranan en el volumen «Història d'Alzira», coordinado por Aureliano Lairón y Ester Alba, la evolución de la huerta ribereña, donde el naranjo pasó de ser residual a generar enormes fortunas para, ahora, ofrecer menor rentabilidad y abrir un nuevo periodo de transformación. En concreto, analizan los cambios registrados en el territorio desde 1850. A mediados de siglo XIX, el naranjo apenas alcanzaba 1.000 hectáreas. «El paisaje agrario estaba caracterizado por las moreras, como árbol más representativo del regadío; los aceitunos, viñas y algarrobos, en los secanos, así como los cereales como el arroz, el trigo y el maíz u hortalizas como las legumbres, las cebollas o las habas», exponen los autores.
La agricultura suma dos siglos en evolución contínua
Incentivos gubernamentales
Aparecieron, entonces, dos nuevos productos. «Las patatas, hoy en día un cultivo de consumo habitual, tardaron mucho en ser admitidas por la población valenciana como alimento sano y nutritivo. Durante un tiempo, despertó poco interés al ser considerado un alimento de indios, reservado a las clases más pobres», detallan. La Sociedad Económica Valenciana incentivó su cultivo, con premios a las agricultores que las cosechaban. A ello se añadió una crisis de subsistencia. Dos factores que promovieron su expansión. «Ya en 1875, el ingeniero agrónomo Sanz Bremón incluía la patata entre los productos objeto de comercio, destacaba los envíos por ferrocarril que se realizaban desde la estación de Alzira y citaba como principales zonas de producción las huertas de València, la Ribera Alta y Xàtiva», añaden.
La agricultura suma dos siglos en evolución contínua
Junto a la patata, los autores destacan la relevancia que tuvo el cacahuete ya que, durante el siglo XIX, «la Ribera fue la mayor productora de España y Algemesí desarrolló la hegemonía del comercio de este producto». La localidad albergaba en 1861 13.700 hanegadas dedicadas a este cultivo, mientras que el naranjo no llegaba ni a 500. Como ocurriera con el tubérculo, tuvo dificultades para arraigar en las cosechas de la comarca, aunque tanto su consumo como su uso en la industria fueron destacados durante un periodo importante. De hecho, se mantuvo entre los productos estrella de la Ribera durante décadas. «En 1927, el gobierno de España, para proteger el aceite de oliva, ordenó el cierre de todas las fábricas de aceite de cacao. Bajaron las importaciones, pero todavía fue muy importante en las fábricas de chocolate y para consumo en seco», sostienen Juan y Carme Piqueras, que prosiguen: «Después de la Guerra Civil empezó a perder terreno; actualmente, ha quedado como un cultivo testimonial y ya no se refleja en las estadísticas».
También se extendió, a finales del siglo XVIII, el cultivo del arroz. Y no solo en la Ribera Baixa, donde se localiza ahora de forma exclusiva. La comarca sobrepasó las 22.000 hectáreas durante las tres primeras décadas de la pasada centuria, lo que suponía casi una tercera parte de la superficie arrocera del conjunto del Estado. Sin embargo, la protección de l'Albufera y la caída de precios frenaron su expansión y provocaron su progresiva desaparición en muchos municipio. «Entre 1955 y 1965, se suprimieron en la Vall de Càrcer y las tierras regadas por la Comuna de l'Énova. La misma suerte corrieron los arrozales de Resalany y los alrededores de Alberic. En los últimos años, ha seguido perdiendo terreno en Algemesí, donde apenas quedan 91 ha. Por contra, en la Ribera Baixa sigue siendo el cultivo más extendido», relatan los expertos.
La transformación constante del territorio de cultivo dio paso al que, sin duda, se ha convertido en uno de los productos más característicos de la Ribera: la naranja. «Su valor económico y color hacen que se merezca el calificativo de 'fruta daurada' que acuñó en su día Vicente Abad», subrayan. «Hasta 1850, el principal y casi único foco de producción estaba comprendido en las tierras entre Alzira y Carcaixent, en la partida de Vilella, desde donde se extendió por el término de ambos municipios», apuntan sobre su expansión. Hacia 1880, la superficie ocupada por el naranjo superaba ya el millar de hectáreas en la capital comarcal y se situaba cerca de 1.500 en su localidad vecina. En 1920, eran alrededor de 8.000 en toda la Ribera. Una década después, el territorio dedicado a la citricultura aumentó hasta las 18.000. Su popularización dio pie a numerosas fortunas.. Según las estadísticas de la Conselleria de Agricultura, en el año 1995 eran ya más de 40.500, momento en el que comenzó una progresiva regresión.
La irrupción del caqui
Se produjo, entonces, la llegada de nuevos cultivos alternativos o complementarios. «La tendencia hacia el monocultivo citrícola parecía no tener freno, pero los mercados europeos comenzaron a mostrar, ya en los años 1990, una saturación de naranjas y mandarinas a causa de la competencia de otras frutas de origen tropical como las piñas, kiwis, aguacates, mangos o bananas, así como naranjas y peras europeas», explican los autores. Fue el momento en el que los agricultores de las orillas del Magre comenzaron a sustituir naranjos por frutales de hueso.
El caqui ganó también terreno en la Ribera, que se convirtió, paulatinamente, en uno de los principales productores de caqui, que también parece haber tocado techo en los últimos años. Paralelamente, el estudio también destaca el repunte durante el inicio del presente siglo de parcelas en las que se cosechan granados, kiwis o aguacates. De igual modo, es reseñable el cultivo de secano de aceitunos, viñedos y algarrobos en el Vall dels Alcalans. La Ribera es un territorio propicio para la agricultura, aunque se encuentra en constante cambio. Solo queda preguntarse cuál será la próxima tendencia.
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