Los planes testarudos del premier británico Boris Johnson de sacar a la bravas al Reino Unido de la Unión Europea ha hecho sonar las alarmas sobre el futuro de las relaciones comerciales del Continente con la Isla, un capítulo en el que mucho se juega también Almería: el invernadero almeriense facturó el último año en el Reino Unido 274 millones de euros por 284.000 toneladas de frutas y hortalizas enviadas y es su tercer mercado tras Alemania y Francia, del que no puede prescindir.
Pero cuando se trata del Brexit, la realidad y el deseo no parecen coincidir: el primer ministro británico ha decidido suspender temporalmente la actividad del parlamento con el visto bueno de la reina, se ha sacudido buena parte de su actividad fiscalizadora de la Cámara de los Comunes y todo apunta a que el 31 de octubre, Inglaterra estará -por las buenas o por las malas- fuera de la Unión Europa. Y las consecuencias para Almería no van a ser buenas, ante la ausencia de un Brexit pactado, tal como pretendía la antecesora de Johnson, la templada Theresa May.
Cuestiones de geopolítica europea aparte, los garbanzos que se juega Almería en este proceso de divorcio, es que sea posible firmar un tratado preferencial de libre comercio, para que el tomate urcitano tenga algún tipo de preferencia al entrar en los mercados ingleses sobre el magrebí. Con Johnson a pleno rendimiento, no parece que le preocupe la firma de una cláusula de salvaguarda para evitar una frontera física que ralentice los procesos de entrada al país de la flema. Y ahí es donde las comercializadoras almerienses sufrirían para evitar parones de tráfico y ralentizaciones de envíos de unos productos agroalimentarios que son perecederos.
Hay que tener en cuenta, no obstante, que habrá un periodo de transición de dos años par air puliendo un modelo que no perjudique a ninguna de las partes. Pero lo que dice Bruselas es que, si comercialmente todo va a seguir igual, Inglaterra ganaría por todos lados, al contrario que la Unión, que perdería uno de sus principales contribuyentes netos. Al Reino Unido, a la larga, más allá de las bravuconadas de su actual primer ministro, tampoco le interesa un mal acuerdo de tránsito comercial, puesto que la mayor parte de lo que importa es fruta y verdura, la mayoría sembrada y recolectada bajo el mar de plástico de Almería.
Distribuidoras Cadenas inglesas como Sainsbury, Asda y Tesco , clientes top de las cooperativas y alhóndigas almerienses ya alertaron a su gobierno de los problemas que puede acarrear un Brexit férreo para disponer de productos frescos en los lineales como tomates, berenjenas, pimientos o cebollas.
Según los datos que maneja el Ministerio de Agricultura que dirige Luis Planas para auditar las consecuencias del Brexit, cada día en torno a mil camiones españoles cruzan de Calais a Dover en barco o por el Eurotúnel con mercancías perecederas, de lo que cerca de un centenar cargan en almacenes agrícolas almerienses.
El gerente de la Asociación de Productores Coexphal, Luis Miguel Fernández , explicaba hace unas semanas que "con el giro de los acontecimientos, el campo almeriense está preocupado porque todo esto va a complicar las exportaciones al Reino Unido, por el hecho de que, para ese mercado, las hortalizas almerienses tengan la misma consideración que las de los terceros países actuales". Y añade que "los trámites burocráticos se ralentizarán, la aduana, los pasaportes fitosanitarios, vender en Inglaterra será igual que hacerlo en Sudamérica".
Más de 14.500 british viven en la provincia
El jefe del Departamento de Aduanas de Almería, Rafael Molina , instaba hace unos meses en la Cámara de Comercio a los exportadores a que se preparen con los nuevos requisitos aduaneros y de tránsito que impondrá la llegada del Brexit.
El proceso no resuelto del Brexit, está empañando más de lo que parece los cristales de la economía almerienses. Así lo transmite el Colegio de Economistas de Almería que considera que "el proceso de salida del Reino Unido de la Unión Europea está generando una situación de incertidumbre, sobre todo en el agro, que afecta a las inversiones de las empresas en general.
Además de su vertiente agrícola, el Brexit tiene también un efecto en la posible paralización de inversiones de familias británicas en vivienda, a pesar de que aún no se ha dejado notar: la demanda extranjera de casas en la provincia sigue encabezada por ciudadanos británicos, que representaron el 16% de todas las ventas en 2018.
En la provincia residían a 31 de diciembre de 2019, 14.512 británicos, la tercera comunidad tras marroquíes y rumanos. Todo apunta a que este colectivo sufrirá también árduamente las consecuencias de aplicar un Bréxit rígido.