Menú Análisis De la oferta y rentabilidad del cereal La primera estimación de cosecha de cereales que hemos realizado en Cooperativas Agro-alimentarias Extremadura indica que la región superará las 1,14 millones de toneladas en esta campaña, lo que supone un descenso del 16% respecto a la producción del año pasado y se sitúa por debajo de la media de 1,2 millones de toneladas de las tres últimas campañas. La climatología es, sin duda, uno de los factores más importante en la producción de cereales: la lluvia y sobre todo las temperaturas definen el resultado final de la cosecha. En general, la climatología ha tenido un buen comportamiento a lo largo de la campaña, sobre todo en los meses finales del ciclo, con humedades y temperaturas que han acompañado y favorecido la terminación del ciclo de cereal en el campo. Y es que las lluvias registradas en plena primavera beneficiaron al campo en nuestra región. Esas lluvias vinieron muy bien para rematar la cosecha de cereales de invierno como la cebada y el trigo, que son los principales en Extremadura. El año pasado se produjeron unas 300.000 toneladas de trigo y más de 230.000 de cebada. Además, en primavera es cuando comienza es la siembra de maíz, cultivo al que dedicamos más de 41.700 hectáreas en Extremadura, que además es la tercera comunidad autónoma productora, con una previsión de 520.000 toneladas para esta campaña. Esta cifra de producción es muy similar a la que se cosechó el año pasado. Y en este sentido, debemos tener en cuenta varios aspectos. Por un lado, que el maíz es una gran alternativa para rotar con otros cultivos, como con el tomate; y por otro lado que el año pasado estuvo marcado por unas condiciones meteorológicas totalmente distintas a las que estamos teniendo ahora, porque no llovió y eso afecta a la nacencia de las plantas. Así que esas lluvias de primavera, acompañadas de unas temperaturas suaves, fueron un lujo para el maíz y muy bien recibidas por los agricultores que estaban sembrando en ese momento o que ya lo habían hecho en siembras más tempranas, porque la humedad de la tierra lo que hace es propiciar que las plantas sigan su proceso natural para germinar y crecer. Además, la escasez de agua era algo que preocupaba a todos, y mucho, hace tan solo unos meses, ya que la tierra estaba muy seca. Según los últimos datos del Ministerio de Agricultura, en España se consumen 36,5 millones de cereales, es decir, 100.000 toneladas diarias. Existe, por tanto, un déficit entre producción y consumo que hace que el papel de las cooperativas en la comercialización sea fundamental, ya que garantizamos el suministro continuo de cereales en cantidad y a precios razonables a la industria de transformación durante los 12 meses de campaña, de julio 2021 a junio 2022. Las cooperativas realizamos una correcta ordenación de la oferta y son el mejor instrumento para que las agricultoras y agricultores obtengan mejor rentabilidad a sus producciones. Según esas primeras previsiones, y respecto a los cereales de invierno, la estimación de cosecha de trigo blando se sitúa en 267.000 toneladas en Extremadura, con un rendimiento previsto de 4 toneladas por hectárea, mientras que en trigo duro se alcanzarán las 20.083 toneladas, con un rendimiento de 3,8 toneladas por hectárea. Asimismo, la producción de cebada será, según estas primeras estimaciones, de 196.624 toneladas, con un rendimiento de 3,2 toneladas por hectárea. En avena y triticale los rendimientos previstos son de 1,5 y 3,30 toneladas por hectárea respectivamente. A nivel nacional, esos mismos datos reflejan que se alcanzarán las 19,5 millones de toneladas de cereales, cifra por encima de la media de las últimas cuatro campañas que se sitúa en los 17,66 millones de toneladas, un 10,3 % más, una buena oferta necesaria para la cadena de valor del cereal. La superficie es de 5,84 millones de hectáreas de cereales en España, de las cuales el 86% son de secano y el 14% de regadío, la producción del secano español representa aproximadamente el 67% del total producido en el país. De esta campaña debemos destacar un manejo adecuado, un mayor uso de nuevas variedades y un incremento importante de semilla certificada, con nuevas variedades mejor adaptadas al estrés hídrico y a las enfermedades y plagas. La investigación, la mejora genética y las nuevas variedades permiten mejorar los rendimientos y no tener tanta dependencia de abastecimiento, que supone un mayor coste y es menos sostenible, aspectos contrarios a la estrategia verde de la PAC.