Cultivos con memoria: los agricultores que recuperan las semillas que se habían perdido
Compartir
Cultivos con memoria: los agricultores que recuperan las semillas que se habían perdido
ODS 2 | Hambre cero
Los bancos de semillas han hecho el trabajo de recopilación previo, archivando las simientes que habían pasado de padres a hijos. Ahora, toca volver a plantarlas.
Semillas plantación. Archivo
Suscribete
«Yo empecé poniendo la huerta para mí», explica Antonio Cavada, de El Calabacín Rojo, un huerto ecológico cerca de Pontevedra. «Fue por salud y por la familia», añade. Lo diferente, desde el principio de este 'hobby', fue que Cavada quería «tener mil variedades». Así que empezó llamando a puertas para encontrar esos vegetales que llenarían sus cultivos de variedad. «Descubrí un mundo y ahí el de las variedades autóctonas», reconoce.
Ahora, El Calabacín Rojo ya no es -solo- su huerta personal. Un chef descubrió sus cultivos (y que entre los surcos de aquella tierra se podían encontrar muchos tesoros, como el preciado guisante lágrima), le animó a dar el salto a la comercialización y así evolucionó a lo que es ahora, un huerto ecológico profesional que vende, sobre todo, a restauración (aunque también lo hacen online a quien quiera hacerse con sus productos).
El Calabacín Rojo forma así parte de una vanguardia, la de aquellos agricultores que están recuperando las variedades autóctonas, aquellas que durante la segunda mitad del siglo XX se habían esfumado de los campos por los procesos de la industria agrícola. Las semillas de los gigantes agrícolas -pensadas para aumentar la productividad de los cultivos- se fueron imponiendo a las tradicionales que habían pasado generación tras generación en los campos. Se dejaron de plantar aquellas variedades que resultaban, económicamente, menos rentables, para apostar por aquellas que prometían rendimientos.
Puede que en términos económicos resultase rentable en ese momento, pero a cambio llevó a una cierta uniformidad de los cultivos. El proceso supone también una pérdida de la cultura culinaria -si en todas partes se planta lo mismo, todo sabrá más o menos igual- y un vacío en la memoria de la ciudadanía. «¿Cuántas variantes de fresas podrías nombrar?», pregunta Cavada. «Hay más de 60 variedades de fresas y luego están todos los híbridos que hacen en Japón», ejemplifica.
Aunque esas semillas se hicieron un tanto invisibles para el común y desaparecieron de los cultivos, no se borraron por completo de la faz de la tierra. La Misión Biolóxica de Galicia -un centro centenario dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)- mantiene una biblioteca de semillas en las que se puede seguir el rastro de esas especies autóctonas y, si se quiere su recuperación -como hizo El Calabacín Rojo-, replantarlas.
Este organismo lleva recabando semillas -son, de hecho, uno de los bancos de Galicia y uno de los «10 o 11» que hay en España- desde mediados del siglo XX, cuando sus investigadores se dieron cuenta de que se estaban perdiendo las variantes del maíz de los campos gallegos. Sus científicos comenzaron entonces a recorrerse las aldeas de la comunidad, «a hablar con la gente» y a recoger muestras, apunta Pedro Peón, responsable de la Unidad de Proyectos de I+D+i de la Misión. Durante el siglo XXI, ampliaron «horizontes», preocupándose por las brásicas (el grelo, por ejemplo, es una pieza básica de la dieta atlántica) o por las legumbres. «Es mucho trabajo de coche, de visitar y de hablar con la gente», resume.
Es algo similar a lo que han hecho en INTIA, en Navarra (en su caso, sus semillas van al Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria, en Zaragoza). Como explica Asun Tiebas, técnica del área de Experimentación, para recuperarlas han hablado con los hortelanos navarros, que han compartido con ellos qué conservaban en la familia (los resultados están en su Guía de Semillas). «No podemos perder esta historia: las semillas son un tesoro», apunta.
Tiebas recuerda unas simientes de una misteriosa calabaza que les ofrecieron en dos pueblos: tras plantarlas y analizarlas, descubrieron que eran, en realidad, de una variante de sandía -la melona- que en el pasado se usaba para hacer una receta tradicional, ahora también olvidada.
La cuestión de la biodiversidad
Descubrir viejos tesoros y mantener la memoria colectiva de los campos son dos de las consecuencias de este trabajo de archivado y recuperación, pero la esencia de por qué estas acciones son importantes se conecta con algo más profundo.
«Lo que consumidos es cada vez menos, el 70 o el 80% de la dieta mundial está basada en unos pocos cultivos», explica Peón. Y esto tiene consecuencias, porque a medida que se planta en todas partes lo mismo se impacta en el entorno. «A nivel global, estamos perdiendo biodiversidad», alerta el experto. Por supuesto, «nunca sabremos lo que se perdió» y recuperarlo todo es, por tanto, imposible; pero estos procesos ayudan a desuniformizar otra vez los campos. «Es dar marcha atrás», explica Antonio Cavada.
Volver a hacer más biodiversos los campos es importante, porque -como apuntan tanto el científico como el agricultor gallegos- si una crisis afecta a la semilla de uno de los productos clave de la alimentación -y todos los campos son exactamente iguales- el efecto que puede tener es devastador. El ejemplo que usan para que se entienda qué quieren decir es el de la pandemia: en una situación similar, y si todas las plantas no son las mismas, su respuesta a la situación será también diferente como distinta fue la suerte de diferentes personas al mismo virus.
Para los agricultores, además, las semillas ancestrales tienen un añadido extra: se pueden volver a plantar una y otra vez, sin tener que pagar -como ocurre con las simientes que sí tienen un propietario- por cada cultivo. «Estas variantes autóctonas son conservación, pero también soberanía alimentaria», apunta el agricultor.
Resiliencia
En la cooperativa Garlan, cultivan el haba 'tixki', que después comercializan con el sello Euskal Baserri (y que indica que ha sido cultivada en el País Vasco). Andrés García Segura, su gerente, explica que no es una variedad histórica -en el pasado se cultivaba para consumo animal-, pero que tras «mucha investigación» están trabajando con ella porque se adapta a las condiciones de cultivo. García Segura apunta algo clave. Encontrar variantes que funcionen en este contexto de cambio climático es esencial.
Y ahí las semillas ancestrales podrían jugar con ventaja. Como señala Asun Tiebas, «todo lo que se ha ido haciendo para las grandes producciones, no tiene las características de resiliencia de estas simientes», lo que las lleva a estar «más preparadas». Las de toda la vida llevan décadas -y siglos- enfrentándose a los retos de las tierras en las que se cultivan. Y aprendiendo del proceso.
Noticia Relacionada
Se busca uva ancestral que resista al cambio climático
Rocío Mendoza
Hace cuatro décadas que los viticultores Familia Torres investigan para recuperar cepas que se creían extinguidas. Hoy, se centran en hallar entre ellas las que mejor se adaptan a las altas temperaturas y la falta de agua. Así se prepara la quinta generación para un futuro más extremo
En el caso gallego, por ejemplo, la propiedad de la tierra ha sido, tradicionalmente, en minifundios: esto ha llevado a que los cultivos se fragmentasen y que las semillas se fuesen adaptando a lo que ocurría en áreas variadas. Como señala Peón, unas pueden estar acostumbradas a crecer al lado del mar y otras a hacerlo en zonas de frío. La tradición las ha ayudado a aprender a sobrevivir en condiciones diversas y a salir adelante.
Todas estas semillas no dan esos cultivos tan productivos en términos de volumen de las semillas comerciales, pero aportan otros valores en términos culturales, de sabor, de sostenibilidad e incluso, quizás, de salud. No todas las hortalizas y vegetales que crecen en El Calabacín Rojo tienen el mismo color y tamaño, como los que se venden en los supermercados, pero a cambio ofrecen todas esas otras cosas.
Cavala confiesa que ahora está trabajando en un bosque comestible. Ya ha plantado variantes de manzanos, perales y ciruelos autóctonos. «No me motiva plantar tomates de ensalada y vender zanahorias al peso», resume. Sus zanahorias son, por cierto, de varios colores: así lo eran las de siempre.
Más temas: