Cien años cultivando sostenibilidad
alimentación sostenible
Cien años cultivando sostenibilidad
Con sólo tomate español cultivado en proximidad, Orlando celebra su centenario con nuevas salsas saludables y productos eco, avanzando en una gestión hídrica, energética y de residuos cada vez más responsable con el medioambiente
Carrizal de Cofin, espacio natural en Alfaro, a donde llegan las aguas depuradas de la fábrica de Orlando
NATURAL
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La fábrica de Orlando lleva más de sesenta años en Alfaro (La Rioja), «donde 250 trabajadores velan por mantener intacta la receta y la forma de elaborar el sofrito de tomate, con aceite, ajos y cebollas frescas cosechados en España y cocinados a fuego lento durante más de dos horas y con mucho cariño, como si se preparara en casa», relata el jefe de planta Enrique Sanz, quien explica que el 30% del tomate que se utiliza es fresco y recolectado en la Ribera del Ebro (Aragón y Navarra), donde la trazabilidad está garantizada, hasta el punto que es la propia matriz de la marca, Kraft Heinz, la que proporciona los contenedores de recogida de tomate a los agricultores con quienes firma contratos anuales de compra. El 70% restante se obtiene de concentrado de tomate procedente de Extremadura o Andalucía, indica Sanz, quien insiste en que sólo trabajan con materia prima de origen español y de cercanía, «esto reduce la huella de carbono y permite controlar el nivel de calidad del producto». Orlando nació en San Sebastián en 1922 como conservera de pescado y en 1968 lanzó, de forma pionera en España, su icónico tomate frito, indeleble en el imaginario colectivo del consumidor español.
Isabel Collado, scheduling manager y responsable de Planificación de Orlando, estima que el consumo anual de esta fábrica para la producción de las salsas de tomate supera las 25.000 toneladas de fruto fresco -recolectado en cercanía entre agosto y octubre, entre 700 y 800 toneladas diarias-, más 17.000 toneladas de tomate concentrado durante todo el año. Tanto el tomate verde como los restos de la planta son dejados en el terreno para su posterior descomposición y abono natural. Luego, el agricultor ara el terreno y rota la plantación con otros vegetales como el brócoli y la alfalfa «para optimizar el uso y rendimiento de las parcelas y evitar el agotamiento de los nutrientes naturales», explica el ingeniero agrícola Germán Soldevilla, responsable de la campaña de recolección y tratamiento de tomate fresco, durante nuestra visita a la planta: «Trabajamos con agricultores de cercanía, no sólo para certificar la calidad del producto fresco, sino como modo de reducir la huella de carbono en el transporte; desde Orlando, además, orientamos, incentivamos y ayudamos al agricultor para que vaya trabajando cada vez más con acolchados biodegradables, con el objetivo de avanzar en sostenibilidad y de reducir el consumo de plásticos y la generación de residuos».
Soldevilla añade que en las parcelas de producción de tomate que nutren a la factoría de Alfaro «ya no se utilizan pesticidas y que la firma se basa en la ciencia para avanzar en el combate de las plagas de forma más ecológica posible, reduciendo al mínimo el empleo de fitosanitarios y -en el caso de que sea imprescindible utilizarlos- que sean específicos para plagas concretas y no dañen al resto del ecosistema de insectos y microorganismos necesarios para la buena salud del terreno y la polinización». Por ejemplo, con un método de vanguardia que inserta en el propio invasor un virus letal para la tuta, el gusano minador del tomate, que sólo elimina a la especie que provoca la plaga, respetando al resto de insectos para que no salgan perjudicados».
Nuevas tendencias y necesidades
La marca ha enfocado su centenario en la celebración con todos aquellos que lo han hecho posible, desde el consumidor de tomate frito a los empleados de la compañía. Con este motivo, la última innovación ha sido el lanzamiento de la primera tarta de tomate frito del mundo, cuya receta ha sido elaborada por el chef embajador de la marca Iván Sáez. Carlota Fernández, responsable de Marca de Orlando, indica: «Estamos encantados de hacer parte de este hito histórico y de poder decir que después de 100 años, Orlando sigue siendo la marca favorita de tomate frito de los españoles, lo que nos hace ser la marca líder de la categoría. 100 años en los que no hemos dejado de crecer y adaptarnos a las nuevas tendencias y necesidades de las familias, pero el icónico sabor de nuestro sofrito apenas ha variado desde su origen».
La fábrica situada en la riojana localidad de Alfaro lleva más de sesenta años funcionando terabithia
Digitalización y eficiencia energética
La fábrica de Alfaro es una referencia internacional en digitalización de los procesos de producción, hasta tal punto que es utilizada como piloto para el resto de factorías de la multinacional Kraft Heinz [propietaria de Orlando] por su eficiencia, explica el jefe de planta Enrique, quien indica que en los últimos años «hemos reducido hasta en un 25% el consumo de gas por tonelada fabricada; lo hacemos por economía de costes, pero también como compromiso corporativo para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera: nuestro objetivo es que la planta de Alfaro sea emisiones cero para 2025». «Además de optimizar el uso del gas e implementar sistemas de recuperación del calor, avanzamos en el cambio de modelo hacia la progresiva electrificación de la planta (Orlando ya ha reducido un 15% el consumo eléctrico), para cuyo suministro adquirimos energía procedente de parques eólicos de la zona; y en nuestro proceso de avance en energías sostenibles iremos implementando a futuro tecnología energética basada en hidrógeno verde y generación termosolar. Para el próximo año el objetivo es reducir otro 10% el consumo de gas y eléctrico, siendo importante recordar que toda la electricidad utilizada ya procede de fuentes renovables gracias a un acuerdo de suministro firmado con Repsol.
Gestión hídrica responsable
«La productividad no ha de estar reñida con el respeto al medioambiente y es muy importante la gestión sostenible del agua del riego: el 98% de nuestros agricultores ya trabajan con modernos sistemas de riego por goteo, con el ahorro que supone en recursos hídricos», indica el ingeniero Soldevilla. En la planta de Alfaro se emplean anualmente unos 290.000 m3 de agua, de los cuales 210.000 m3 son recuperados y directamente tratados y utilizados como medio de riego en un humedal de gran importancia ambiental cercano a la fábrica: «El agua utilizada en la planta se capta directamente del Canal de Lodosa, que toma sus aguas del Río Ebro, y es almacenada y potabilizada por nosotros para su consumo, como ingrediente, pero también para generar vapor y en los circuitos de refrigeración», explica el facilities supervisor Javier Rey, responsable de Instalaciones. «Todas las aguas residuales generadas en el proceso productivo se recogen en nuestra estación depuradora, donde son tratadas y finalmente vertidas, limpias, al Carrizal de Cofín, un espacio natural de Alfaro protegido, con abundantes especies de aves, generando así un gran beneficio para el ecosistema y biodiversidad de la zona», añade. El Área Natural Singular que compone este carrizal no se recuperó hasta el siglo XXI, aprovechando la estructura de tablas que había quedado en la zona tras el abandono del uso agrícola y acondicionando la infraestructura de riego existente, de modo que ya se aprovechan las aguas sobrantes y las aguas de riego para manejar y mejorar los sistemas acuáticos y salinos.
Carlota Fernández, responsable de marca terabithia
Aumentar la biodiversidad
En la cabecera del humedal se adaptaron las infraestructuras hidráulicas necesarias para gestionar los carrizales a partir de aportes de efluentes sobrantes y así mantener el territorio con unas condiciones de agua en primavera y verano que hiciera viable la nidificación, por ejemplo, del aguilucho lagunero. Incluido hace ya casi dos décadas en el Inventario Español de Zonas Húmedas, los procesos de regeneración han aumentado la biodiversidad de los ecosistemas acuáticos y la recuperación de la estructura de las fincas favorece la inundación temporal en invierno, lo cual aumenta la presencia de aves limícolas estacionales. La gestión hídrica ha beneficiado también a la vegetación adaptada a los terrenos salinos, como las comunidades de salicornia, los tamarizales, los juncales o los saladares. Hoy, cigüeñuelas, andarríos, garcetas y avefrías disfrutan de estas bellas tablas inundadas, en parte, por el agua recuperada de la fábrica de salsas de tomate, al igual que disfrutan del entorno algunos paseantes y ciclistas conocedores de la zona, para quienes es habitual descubrir la silueta de la liebre y la perdiz roja, alguna garduña y, con suerte, observar a la mariposa macaón.
Recetas únicas y tomate eco
El proceso de innovación en los productos de Orlando se intensificó hace más de diez años, con el primer tomate frito 0,0 sin azúcares ni sales añadidos y en 2016 la firma incorporó los envases de vidrio totalmente reciclables, según explica Carlota Fernández. «Hace cuatro años lanzamos nuestro tomate frito Receta Artesana, variedad con mayor concentración de tomate y aceite de oliva, generando mayor untuosidad y espesor para potenciar el sabor de cualquier plato -prosigue-; y en 2021 lanzamos Orlando Creaciones, una gama de salsas culinarias sin precedentes en su categoría, compuesta por tres recetas únicas: Dulce con cebolla caramelizada y chalota, Intensa con ajo asado y hierbas mediterráneas y Suave con pimiento asado y cebolla, todas ellas elaboradas con ingredientes naturales y aceite de oliva virgen extra». Orlando, consciente de la importancia de la protección del medio ambiente, comercializa también una salsa de tomate elaborada con ingredientes ecológicos certificados y evitando el uso de organismos modificados genéticamente, sin conservantes y sin gluten.
Han pasado ya cuarenta años pero entre los más mayores cuesta encontrar quien no recuerde la campaña de publicidad que relanzó definitivamente a la firma con su: «Cuate, aquí hay tomate». Mucho tomate, español y de calidad.
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