La bodega de Fuendejalón, creada en 1984 cumple 40 años recordando los logros conseguidos durante el camino recorrido y las dificultades sorteadas en esta trayectoria. Pioneros en elaborar vinos de garnacha, la empresa encara el futuro con innovación y unas nuevas instalaciones de vanguardia.
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Sala de barricas de Bodegas Aragonesas.
Gabi Orte
Han pasado 40 años desde que la cooperativa San Juan Bautista de Fuendejalón (Zaragoza) se atrevía a crear una sociedad anónima con la que comercializar su vino embotellado bajo el sello de la Denominación de Origen Campo de Borja. Nacía así Bodegas Aragonesas, un nombre con el que presumir de origen y con el que hacerse hueco en el mercado apostando por una variedad en esos tiempos no solo desconocida sino también denostada: la garnacha.
Con esas uvas, las mayoritarias en sus viñedos, Bodegas Aragonesas, que encara el futuro con una nuevas y vanguardistas instalaciones, ha recorrido una exitosa trayectoria de cuatro décadas en las que ha crecido en calidad, en ventas, en mercados (tanto nacionales como exteriores) y, sobre todo, en prestigio.
Aragonesas está de celebración. Conmemora en este 2024 una trayectoria de cuatro décadas en la que no ha dejado de crecer, de ganar mercados, de innovar y de sorprender a los paladares más exigentes (de todo el mundo) con su decidida y atrevida apuesta por una variedad de uva hasta no hace mucho no solo olvidada sino también despreciada.
Bodegas Aragonesa rompió moldes con un edificio de ladrilla caravista y estilo aragonés.
B. A.
Fue un 31 de diciembre de 1984 cuando la cooperativa San Juan Bautista de Fuendejalón, en el corazón de la D enominación de Origen Campo de Borja , se atrevía a crear una sociedad anónima para "independizar la producción de la comercialización y acometer actividades que una empresa productiva no podía realizar" . Lo explica Enrique Chueca, gerente de Bodegas Aragonesas, que reconoce que tal vez ahora está decisión pueda sonar rara, "pero hay que trasladarse a lo que era el mundo cooperativo en los años 80 en los que vender vino embotellado con denominación de origen no era sencillo y crear una sociedad anónima tampoco".
Sus primeros pasos no se encontraron un camino de rosas, pero los responsables de esta bodega tuvieron la "fortuna o, por qué no decirlo, la visión" de entender que ante las dificultades que ofrecía el mercado nacional, incluso el más cercano y local, lo mejor sería intentar conquistar los paladares internacionales . "Los mercados exteriores tenían menos prejuicios sobre la zona de origen y, además, en aquella época, como sucede también ahora, los vinos españoles era de muy buena calidad para el precio que tenían", explica Chueca. Comenzaron con un importador en Venezuela , otro en Francia , en Alemania y en Suiza , con los aún mantienen "una relación fraternal" y de negocio. Y desde entonces no han dejado de avanzar por el mundo hasta tener presencia en más de 60 países.
Enrique Chueca, gerente (en el centro) y los tres enólogos de Bodegas Aragonesas, Javier Vela, Javier Baselga y Fernando Ballesteros
Almozara
Lo han hecho, desde sus comienzos, siendo pioneros . Primero levantando una imponente bodega de ladrillo caravista y estilo aragonés que rompía los cánones de las instalaciones vitivinícolas que existían en la Comunidad. Y mientras el mundo del vino abrazaba las variedades entonces de moda (cabernet sauvignon, shyrah, merlot...), a Bodegas Aragonesas les dio por apostar por una variedad autóctona llamada garnacha. "Fuimos los primeros, no la conocía nadie y así nos convertimos en uno de esos pequeños locos, y quizás tercos porque somos aragoneses, empeñados en demostrar que la garnacha tenía calidad suficiente o más para estar a la altura de otras variedades" , señala Chueca. Su apuesta era tan decidida que incluso realizaron una importante inversión para dotar sus instalaciones de tecnología de vanguardia con la que elaborar sus entonces "raros" vinos.
En esta trayectoria, la cooperativa San Juan Bautista ha tenido un compañero de viaje . En 1994 un estudio realizado por el IAF para analizar la situación del sector, que entonces atravesaba graves problemas, concluyó recomendando que sería recomendable disponer de una empresa con la comercializar los vinos aragoneses. Mejor si tenía ámbito regional, pero si no podía ser, al menos que existiera una en cada denominación. Como Bodegas Aragonesas ya existía y llevaba a sus espaldas la experiencia de diez años ofreció a las bodegas de Campo de Borja entrar a formar parte del proyecto. Un ofrecimiento al que respondió la cooperativa Santo Cristo de Magallón .
Los hitos y los baches
El camino recorrido por Bodegas Aragonesas durante estos 40 años está marcados por momento decisivos que han trazado su trayectoria de éxito. Entre todos ellos, Chueca destaca tres hitos "históricos". El primero, sin duda, se produjo en los años 90 cuando, a contracorriente, la bodega de Fuendejalón rompió los esquemas apostando por los vinos de garnacha. "Nos convertimos desde entonces probablemente en la bodega que más ha hecho por esta variedad en el mundo". Con su talante exportador en la maleta se plantaron en la feria del vino por excelencia, la de Burdeos, y lograron que su Coto de Hayas crianza que entonces era 100% garnacha consiguiera una de las escasas medallas de oro que concedía el certamen en aquellos años.
"Fue el espaldarazo definitivo, nos convenció a nosotros mismos de que la garnacha tenía de verdad buena calidad y permitió que todo el mundo quisiera saber quienes eran esos locos maños que habían conseguido ese reconocimiento con un vino de Campo de Borja de una uva que nadie conocía", añade.
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Decisiva fue también la salida al mercado en 1998 de su Garnacha Centenaria. "Nos hizo crecer, porque ya se lanzaba un vino de garnacha con mucha calidad pero también con el precio que le correspondía", explica el gerente, que señala que Bodegas Aragonesas "se hizo realmente mayor" con el lanzamiento en 2002 de uno de sus buques insignia, Fagus. "Aquel vino ya se consideró como la mejor garnacha nunca jamás elaborada en el mundo", destaca Chueca. Se elaboraron 24.000 botellas y explica el gerente que sus impulsores pensaron que si no las vendían se las beberían ellos. Pero no tuvieron ocasión. "Apenas nos duraron dos semanas", detalla con orgullo.
Ha habido también momentos especialmente complicados . Chueca recuerda dos fechas. Fueron difíciles los años que siguieron, especialmente el 2010, al estallido en 2008 de la burbuja inmobiliaria, que provocó una profunda crisis económica en España . Y mucho más lo fue la crisis sanitaria provocada por un coronavirus desconocido que obligó en 2020 al confinamiento de la población y la paralización total de la economía. "Nos cerraron el 50% del mercado, porque somos una bodega más de restauración que de alimentación y las ventas se redujeron de forma drástica. Fue un año durísimo", recuerda.
Vanguardia e innovación
Malos tragos aparte, Bodegas Aragonesas encara el futuro con las buenas perspectivas que le ofrece su Terroir Garnacha, unas instalaciones "vanguardias, innovadoras y versátiles", anexas a la bodega existente y operativas desde 2021 tras una inversión de 7,5 millones de euros para mejorar la producción y promoción de sus vinos y satisfacer la demanda creciente de sus mercados.
El nuevo espacio Terroir-Garnacha de Bodegas Aragonesas, situada en la localidad zaragozana de Fuendejalón e integrada en la D. O. Campo de Borja.
B. A.
Chueca augura que el consumo no va a volver a crecer, pero está convencido de que hay muchos motivos para la esperanza, porque "cada vez hay más gente ilusionada con el mundo del vino y que disfruta cada vez más con un copa . "Igual hemos pasado del comprador del vino al disfrutón del vino, por lo que probablemente venderemos menos, pero facturaremos más, porque la gente va a estar más dispuesta a pagar un poco más por algo que le satisface tanto", detalla Chueca.
Para ello, Bodegas Aragonesas, que integra a 3.200 hectáreas y a unos 700 viticultores (unos 300 considerados activos), cuenta con más de 22 marcas propias, con Garnacha Centenaria y Fagus como abanderados, a los que recientemente se ha unido su colección Nabulé, "un garnacha muy elegante que eleva un poco más el nivel", señala Chueca, y que está contribuyendo a incrementar el ya alto prestigio de Aragonesas.
En cartera tiene, además, otras innovaciones con las que sorprender paladares, como un blanco sin alcohol que prevé lanzar al mercado a comienzos de 2025. "Lo pide el mercado y hay que adaptarse a las nuevos demandas de los consumidores", señala.
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