Bienestar animal y sectorial
Un error promovido por determinados colectivos y algunos periodistas sensacionalistas es intentar convencer a la sociedad de que en las explotaciones ganaderas se hacinan los animales
Todo lo que rodea al bienestar animal está salpicado de tópicos que, en la mayoría de los casos, se alejan de la realidad, al menos de la actual. Un error promovido por determinados colectivos y por algunos periodistas sensacionalistas es intentar convencer a la sociedad de que en las explotaciones ganaderas se hacinan los animales y se les mantiene en condiciones sanitarias penosas, o que se maltrata e incluso se sacrifica a los perros de caza, solo por poner un par de ejemplos recurrentes. Por supuesto puede haber casos puntuales de personas descerebradas que realicen estas prácticas, delincuentes que como tal deben ser tratados, al igual que se hace con los responsables de otros tipos de delitos, que son perseguidos, juzgados y sancionados como marca la ley, que para eso está. Pero el juicio popular a colectivos es un error que en nada beneficia a nuestra economía ni a nuestra conciencia social.
En este sentido es una buena noticia que, al menos en este caso, el PSOE no haya dado su brazo a torcer y no se haya plegado al planteamiento de sus socios de gobierno. De forma definitiva los animales de trabajo en las explotaciones agrarias y los perros de caza han quedado fuera de la Ley de Bienestar Animal aprobada en el Congreso de los Diputados. En el contexto de esta ley en su propuesta inicial, se habría limitado y complicado sobremanera su gestión, lastrando de forma innecesaria la actividad de agricultores, ganaderos y cazadores. Esto no quiere decir que ahora hayan quedado desprotegidos, porque ya hay normas estrictas que se ocupan de ello y que dan buena cuenta de los infractores.
En el caso de los perros de caza, aunque para muchos se trate de una actividad de ocio, tiene también una importante función económica que lleva riqueza a nuestros espacios rurales. Otra cuestión es la percepción y opinión que cada uno tenga sobre la caza, y su derecho a defenderla o combatirla públicamente por los canales establecidos, tanto sociales como legislativos.
Por otro lado proliferan, en muchos caso sin control, las poblaciones de especies cinegéticas como el corzo, cabra montesa, jabalí, conejo, entre otras; cada vez más, transmisoras de enfermedades muy lesivas para las explotaciones ganaderas y para la economía local. En este aspecto, la caza, más allá que una actividad económica de ocio, desempeña una importante función sanitaria para el control de las sobrepoblaciones de animales silvestres.
En el caso del pastoreo y de la ganadería extensiva, los ganaderos tienen la necesidad y el derecho de defender a sus animales contra amenazas externas, como los crecientes ataques de lobos a todo tipo de cuadrúpedos, como son los terneros, ovejas, cabras, vacuno mayor, equinos, etc.; también a los propios perros guardianes, que también son presa de estos cánidos cuando de forma instintiva o aprendida acuden en su defensa. Por cierto, que no estaría de más que en esa defensa del bienestar animal también se pusiera el foco en el bienestar de los que se ven regularmente matados y mutilados por los lobos, sin que los grupos animalistas levanten un solo dedo en su defensa ni se preocupen de su extremo sufrimiento. Pero no son solo los que padecen directamente su amenaza y son muertos o tiene que sufrir largas horas de extremo dolor y agonía por sus heridas, sino muchos otros que están regularmente sometidos a la presión y el estrés generado por estos ataques. Pero parece que hay animales de primera y de segunda, y que algo tan evitable como es el sufrimiento producido por los lobos no necesita ser controlado, aunque sea infinitamente más doloroso y sangriento que el que excepcionalmente realizan algunos malhechores en sus explotaciones.
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