Ourense es la única provincia gallega que no da al mar , pero tiene mucha agua y mucho vino, ambos elementos perfectamente hermanados. Agua de los dos grandes ríos gallegos, el padre Miño y su afluente Sil, que aún esconde pepitas de oro en las entrañas arenosas de su lecho. Y vino nacido en viñas viejas históricamente asentadas en las laderas de sus colinas, sobre profundos terrenos graníticos, que hoy experimenta una nueva época dorada. Los mejores son fruto del esfuerzo de los colleiteiros , pequeños viticultores que elaboran menos de 60.000 litros de vino al año y tan solo con uva de sus viñedos, tal como establece el reglamento de la denominación de origen Ribeiro. Excelentes elaboradores que cultivan en sus minúsculos terrenos la primorosa materia prima de sus vinos. Aunque ahora empiezan a estar bien valorados fuera de Ourense, los vinos de colleiteiro se han consumido localmente al carecer de capacidad comercial y promocional. La revalorización de variedades autóctonas, muchas recuperadas del riesgo de extinción (como lado, silveiriña, treixadura, verdello antiguo, albilla, loureiro, godello, caíño blanco, etcétera), ha permitido que estos vinos de pequeña producción tengan el atractivo de una clara personalidad y singularidad. Vinos atlánticos, frescos, con una verdadera polifonía aromática compuesta con las melodías de la fruta madura, las hierbas de campo y las flores silvestres. Y que, en ocasiones, cuando el vino fermenta en barrica, se enriquece con la honda sonoridad del roble y su aporte graso y especiado. Pero no solo las viñas de cepas viejas, algunas centenarias, explican la singularidad de estos vinos, pura expresión del terruño. También los suelos de granito descompuesto donde crecen las vides, conocido como sábrego. Un viaje por las tierras de Rivadavia, capital del Ribeiro , una ciudad que trabaja la madera para cubas, que fue el hogar de miles de judíos dedicados, entre otras cosas, al negocio del vino y que aún conserva la mejor judería de Galicia, permite admirar el tapiz verde de los viñedos en empinadas laderas con el Miño y sus afluentes como vena vitivinícola de Galicia. Puede seguir el viajero por los valles de A Arnoia y de Avia, y acercarse a pueblos que ofrecen grandes atractivos a los amantes del enoturismo. Entre ellos Castrelo de Miño y su parque náutico, cuyos yacimientos arqueológicos nos hablan de la producción de vino que ya existía en esas tierras en la época romana. Algunos colleiteiros aún conservan grandes ánforas de barro antiguas. Pero ese es otro tema. Podemos luego acercarnos al municipio de Cenlle, en el valle de Avia, que fue en su día lugar vitivinícola rico y próspero y donde tiene su asiento la bodega Valdavia. Sus viñas están en los terrenos que pertenecieron al monasterio de San Clodio hasta la desamortización de Mendizábal en el siglo XIX. Y puestos a dar nombres, es obligado citar a los viticultores que dieron lustre y esplendor a los vinos de colleiteiro cuando todavía eran una curiosidad, como Emilio Rojo, Luis Anxo Rodríguez, Antonio Cajide, José Meréns o Bernardo Estévez. De su trabajo se benefician hoy numerosos colleiteiros , cada uno con su peculiar historia, sus afanes y sus logros vitivinícolas. A continuación, proponemos ocho de los mejores y más interesantes vinos colleiteiros . Suscríbete aquí a la newsletter de El Viajero y encuentra inspiración para tus próximos viajes en nuestras cuentas de Facebook , Twitter e Instagram .