Vino del Desierto: el paisaje de Los Monegros en una botella
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Vino del Desierto: el paisaje de Los Monegros en una botella
Este proyecto es el sueño de Fernando Mir, que en breve crecerá con dos vinos más y una nueva bodega.
Fernando Mir y Rebeca Carpi, en uno de los viñedos de El Vino del Desierto.
A. Toquero
El Vino del Desierto es el sueño de Fernando Mir, que ni él mismo intuía cuando estudiaba Empresariales y ayudaba a su padre en un pequeño viñedo con 300 cepas que puso para entretenerse durante la jubilación.
En ese momento empezó todo. En Lanaja , su pueblo, en el corazón de Los Monegros, que llegó a tener 6.000 hectáreas de viñedo pero que en la actualidad solo atesora 70. De ellas, ocho son las que dan de comer y de beber al equipo de esta bodega. En total, 21.000 cepas que ahora mismo producen 11.000 botellas de vino . En fin, una bodega pequeña pero con encanto y una historia que contar.
Fernando y su pareja, Rebeca Carpi, asumen con ilusión el reto de hacer de los vinos del desierto su proyecto de vida personal y profesional. En el viñedo, separado en dos zonas, cuentan lo que les costó adquirir el suelo. "Tuvimos dificultades para conseguir algunas tierras -relata Fernando-, pero la intermediación de mi padre fue decisiva" .
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El terreno es pobre, de cascajo, y el clima extremo, lleno de contrastes, de inviernos largos y fríos y veranos extremadamente calurosos. La lluvia, un milagro. Y el cierzo, un castigo casi diario. "Estas condiciones son las que marcan la personalidad de nuestros vinos", comentan.
Conseguir trasladar a la copa este paisaje ha sido y sigue siendo el principal objetivo de Fernando, que él mismo describe de forma gráfica: "Quiero embotellar Los Monegros". ¿En qué se ha traducido esta intención? La bodega ya lleva once años de funcionamiento, así que las diferentes añadas han mostrado "vinos con personalidad y estructura, cierto grado alcohólico y un punto licoroso" .
Es la tipicidad monegrina y buscar otra cosa en este territorio sería algo así como darse cabezazos contra una pared. Las variedades garnacha tinta y blanca representan el 75%; cariñena, el 15% y syrah, la única foránea, el 5%. Son las que mejor se adaptan a Los Monegros. Pero, con el último invierno y la primavera secos, "la viña ha estado muy apurada; suerte que en junio llegaron las tormentas y nos dieron un respiro, pero es complicado regular el estrés hídrico" .
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Con estos mimbres y un rendimiento por cepa inferior al kilo, Fernando, su padre y Rebeca crean Duna, Sed y Árida. Son los tres vinos del desierto que hay en mercado y que elaboran en una pequeña bodega en el pueblo, una especie de semisótano cubierto de tierra, que mantiene estable la temperatura en torno a los 20 ºC.
Los sábados organizan visitas para grupos (974 574 006). En una reciente, de la mano del programa Pon Aragón en tu Mesa, 20 personas tuvieron la oportunidad de conocer los vinos. La bodega es minúscula. A golpe de vista se abarcan las zonas de recepción, elaboración, embotellado, administración... Eso sí, Fernando le ha hecho un hueco en la oficina a una batería con la que se desahoga de vez en cuando.
De Duna, el blanco joven, salen al mercado 3.000 botellas . En boca ofrece un equilibrio entre la frescura y la fruta de un vino joven y la complejidad que le aporta la técnica de crianza sobre lías. En fin, que pese a su juventud, tiene garra y fuerza.
Sed es el tinto de referencia . Se obtienen 7.000 botellas mezclando dos vendimias. En la última versión comparten espacio en la botella la añada de 2020, marcada por un verano no muy cálido y por el paso por barrica, y la de 2021, muy calurosa, ideal para aportar complejidad y personalidad.
Árida se obtiene de una parcela singular que expresa al máximo la personalidad de la garnacha blanca . Apenas salen al mercado 500 botellas y están muy solicitadas.
Pero El Vino del Desierto no se queda aquí. Hay nuevos proyectos: la nueva bodega que probablemente vea la luz en 2025 y dos vinos más el año que viene, un clarete y un tinto de la variedad cariñena. El sueño de Fernando Mir sigue creciendo .