Ronda, la ciudad malagueña soñada del poeta Rilke y que enamoró a Orson Wells, tajada a cuchillo por el río Guadalevín, está llena de historias y misterios. Aquí se ha criado una casta de gente de peculiar carácter, algunos bandidos, muchos toreros. Pero también viticultores. Durante años se han ido perdiendo viñedos y desapareciendo o abandonando varietales autóctonos como tintilla, blasco, rome y melonera. Sin embargo, las condiciones que dieron fama a Ronda posibilitan que su viticultura heroica pueda enfrentar con éxito un resurgir tan necesario como esperanzador. Argumentos de peso son su ubicación, entre la Sierra de las Nieves y la Sierra de Grazalema, un extraordinario paraje de montañas, prados y dehesas de encinas, con viñedos a más de 800 metros de altitud, protegidos de los vientos de levante y poniente; el diferencial térmico noche-día, con abundantes horas de sol y la adecuada pluviometría a lo largo del año; finalmente, una diversidad climática que conjuga la luminosidad mediterránea con la húmeda frialdad atlántica. Pura naturaleza donde los vinos son necesariamente naturales. Sin embargo, se enfrenta Ronda con el hándicap de los elevados costes de cultivo en las zonas más propicias a la calidad y al desconocimiento de la gran mayoría de los consumidores de su nueva realidad. En este sentido, resulta imprescindible el impulso del Consejo Regulador de la DO. Sierras de Málaga, con Ronda como epicentro, unido el empeño de bodegas como Descalzos Viejos, situada en el oratorio de un convento del S. XVI; o Martin Kieninger, austriaco subyugado por Ronda, comprometido con el tratamiento ecológico de sus vinos, que cría en una pequeña cueva bajo tierra, embovedada en piedra; o el Cortijo de Los Aguilares, encaramada a unos 900 metros, en las proximidades de la garganta del arroyo de la Ventilla, un paisaje idílico de encinas, quejigos y pinsapos; o La Melonera, empeñada en la recuperación de variedades históricas. Esta selección de cinco excelentes vinos rondeños es una muestra de la potencialidad de una zona que no solo tiene el atractivo de unos paisajes de ensueño sino que, dada su altitud y peculiaridades climáticas, permite soñar con un prometedor futuro en tiempos de cambio climático. Puedes seguir a EL PAÍS Gastro en Instagram y Twitter .