Un año marcado por el cambio climático, los costes y las plagas
El balance agrario del campo valenciano de 2023 arroja grandes mermas de producción en los principales cultivos
Un año marcado por el cambio climático, los costes y las plagas.
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Los termómetros no mienten y los datos lo confirman: 2023 ha sido el peor año de la historia -desde que hay registros de Aemet- en lo que respecta a la meteorología. Los largos episodios de sequía, fuertes vientos de poniente y pedrisco durante el verano han provocado graves pérdidas en sectores muy importantes de la agricultura, especialmente en el olivar, el viñedo o los frutos secos, con reducciones de hasta el 50% del valor de la producción, y con efectos claros en toda la cadena alimentaria. Que se lo digan a los consumidores, que tienen que pagar precios astronómicos por la compra de aceite, arroz, así como algunas frutas y hortalizas.
Sin embargo, el beneficio no ha llegado al campo. Según el presidente de la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-Asaja), Cristóbal Aguado, se pueden cuantificar en 400 millones de euros las pérdidas del sector agrario de la Comunitat Valenciana durante 2023 «debido a las mermas de cosechas por las adversidades climáticas, los elevados costes de producción, la competencia desleal de las importaciones, la falta de soluciones eficaces para hacer frente a las plagas y enfermedades, los daños récord de la fauna salvaje y el aumento de los robos en el medio rural».
Según el balance de AVA-Asaja, una veintena de cultivos han funcionado mal, nueve regular y solo cinco, bien. Estos últimos son los cultivos de aguacate, chufa y el sector ecológico. A estos hay que añadir el ganado porcino y de reses bravas. ¿El resto? «Un desastre», explica Aguado.
En un contexto de inflación desbocada la subida de las cotizaciones en origen no compensa bajada de producción
El abandono de tierras por falta de rentabilidad arroja un balance de pérdida de tierras de cultivo en la Comunitat Valenciana (622.144 hectáreas), pues disminuyeron en 2023 con respecto al año anterior en 1.952 hectáreas, lo que supone una disminución interanual del 0,3%, como consecuencia del descenso de los cultivos leñosos (-1.042 hectáreas), la tierra arable (-235 hectáreas) y las otras tierras de cultivo (-676 hectáreas). La superficie ocupada por la tierra arable descendió principalmente por la reducción de cereales (-3.802 hectáreas), forrajeras (-1.908 Ha), cítricos (-1.737 Ha) y viña (-921 Ha). Los cítricos y los frutales siguieron siendo los cultivos que más superficie ocuparon en el territorio valenciano, al significar entre los dos grupos prácticamente la mitad del total de tierras de cultivo.
También 2023 fue el primer año de la nueva Política Agrícola Común (PAC), que comportó menos beneficiarios, más burocracia y nuevas exigencias ambientales no adaptadas a la realidad de los cultivos. En ese sentido, según Aguado, «las instituciones europeas libraron una dura batalla entre los impulsores de un Pacto Verde diseñado de espaldas al campo y los partidarios de medidas acordes a la ciencia y de aplicación real en la agricultura».
Mejores precios en cítricos
Por cultivos, la segunda mitad de la pasada campaña citrícola 2022/2023 fue negativa para los productores. Pese a la recuperación de los precios en origen -tras un año anterior con cotizaciones ruinosas por debajo de los 0,10 €/kg y muchos frutos por recoger- los ingresos no compensaron la reducción de la producción (2,9 millones de toneladas recolectadas en la Comunitat Valenciana) y el incremento de los costes de producción.
Viñedo , arroz, caqui, almendras
La situación de los viticultores valencianos ha sido crítica, hundida por el histórico parón de las compras de vinos tintos, los efectos negativos de la sequía y las tormentas de pedrisco. La producción sufrió una merma del 40% respecto a su potencial medio. Mientras, la cosecha de arroz experimentó un descenso del 15% respecto a la media de los últimos años. Respecto al caqui, hubo una campaña con problemas de producción (un 40% menos ) debido a la anomalía climática y la falta de soluciones fitosanitarias.
Poca cosecha y menos precio. Así concluye el balance de los productores valencianos de almendras en un año para olvidar. Las adversidades climáticas provocaron una disminución generalizada de la cosecha del 50% respecto a una campaña normal. Y la algarroba pasó del cielo al infierno. De los precios récord de la algarroba (entre 1,5 y 2 €/kg en 2022) hemos pasado a unas cotizaciones a pie de campo de apenas unos 0,40 €/kg que, con los costes de producción al alza, vuelven a situar este fruto seco en números rojos. Mientras, el aceite de oliva se ha convertido en un producto de lujo, con precios máximos para los consumidores, la situación de los olivicultores valencianos a pie de campo es desesperada. La producción fue muy pobre por segundo año consecutivo, sobre todo en las comarcas del interior.
Tras meses de sequía, un temporal de lluvias persistentes en el mes de mayo irrumpió en la campaña valenciana de frutas de hueso (melocotón, nectarina, ciruelos, albaricoque, etc.) cuando muchas de sus variedades se encontraban en el momento óptimo de maduración y, por tanto, a punto de ser recolectadas.
El sector ecológico valenciano siguió su crecimiento sostenido pese a adversidades como las condiciones climáticas poco favorables y la inflación. Mantuvo los 700 millones de euros en volumen de facturación y afianzó un aumento del 130% de la superficie cultivada en la última década.
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